Capítulo 3

La “China Sudamericana” 1

Es un paisano guaraní, habla mal el castellano, pues lo habla traduciendo de la lengua indígena en la que piensa. Carece de inteligencia y de sagacidad. Tiene cráneo de tigre y como tal es valiente. No es un mal sujeto y sus intenciones son siempre buenas.

Estanislao Zeballos sobre el Sargento Duarte, 1888 2

Bartolomé Mitre describió a José Gaspar Rodríguez de Francia como “el más bárbaro de los tiranos” en su Historia de Belgrano publicada durante la década de 1850. Veinte años antes el mismo Francia había manifestado que los porteños habían tomado los vicios de todas las naciones europeas, pero “sin tener ni una de sus virtudes”. En el Facundo de Sarmiento publicado en la década de 1840, Paraguay se describía como un espacio recóndito que sufría de treinta años de atraso. Las representaciones mutuas poco amistosas entre Paraguay y la Confederación Argentina no eran novedosas cuando comenzó la Guerra Grande. Tampoco lo eran las relaciones amables y de familia en zonas de frontera, ni algunas afinidades políticas de ciertos federales con las reivindicaciones de Paraguay sobre la libre navegación de los ríos, o al menos por su encono antiporteño.

Los análisis que describieron a la Guerra de la Triple Alianza como una contienda “fraticida” han sido muy comunes en la historiografía revisionista. La guerra con Paraguay generó diversas resistencias pero lo cierto es que Argentina participó hasta el final. Fueron cinco años de conflicto bélico y siete de ocupación ¿Cómo fue posible que Argentina participara de la contienda y de la ocupación hasta el final si lo que reinaba en la opinión pública era el concepto de hermandad con Paraguay? ¿No se evidenciaron distinciones nacionales entre los actores durante el conflicto? ¿Cómo representaron los paraguayos a los argentinos? Si quisiéramos considerar a Argentina y Paraguay como países hermanos, deberíamos admitir al menos que se trata de una relación fraterna muy tumultuosa, en la que se destacan también recelos, preconceptos y desconocimiento mutuo.

Despertar del letargo

Varias representaciones sobre Paraguay se difundieron en Buenos Aires durante la época posterior a las independencias a través de algunos testigos presenciales. Johann Rengger era un médico suizo que había llegado a Asunción en 1819 y se quedó allí varios años en contra de su voluntad hasta mayo de 1825, cuando Francia le otorgó permiso para salir en un barco destinado a Buenos Aires. La mirada de Rengger sobre el gobierno de Francia fue muy dura: un dictador cruel que impedía cualquier avance cultural para someter al pueblo a su autoridad. Su Ensayo histórico de la revolución del Paraguay fue traducido al castellano por Florencio Varela y publicado en el diario El Tiempo de Buenos Aires a fines de la década de 1820. Las ideas de Rengger sobre Paraguay circularon por la prensa de la región durante varias décadas. Otro caso muy difundido fue el de los comerciantes escoceses John y William Robertson. Ambos fueron expulsados por Francia en 1815 y se instalaron luego en Corrientes en donde desarrollaron el negocio de acopio de cueros. En 1838, ya de regreso en Europa, publicaron en Londres Letters from Paraguay . Los relatos de los hermanos Robertson sobre el Dr. Francia fueron escritos más de 20 años después de su estancia en Paraguay y son considerados un texto casi literario comparado con la minuciosidad y la sobriedad de Rengger (Gómez, 2009).

La traducción completa de las Cartas sobre Paraguay al español data de 1916, estuvo a cargo de Carlos Aldao y se publicó en el diario La Nación de Buenos Aires (Fontana y Román, 2011). Sin embargo las ideas desplegadas en esas cartas de los hermanos Robertson habían circulado previamente en la prensa rioplatense decimonónica y llegaron también a Paraguay. Las representaciones sobre las provincias argentinas no fueron tampoco del todo amistosas en Paraguay, aunque sin dudas fue Buenos Aires la que se llevó la peor parte. De todas maneras es preciso destacar que cuando Francia se refería a Rengger lo denominaba como extranjero mientras que los porteños no detentaban la misma denominación. Los porteños no eran paraguayos, pero tampoco eran extranjeros, la disolución de los virreinatos era muy reciente y dejaba su marca en los discursos (Telesca, 2008; Baratta, 2018).

Durante el gobierno rosista el periódico La Gaceta Mercantil de Buenos Aires osciló entre ofrecer críticas y defensas sobre la figura de Francia. En el último caso buscó esgrimir algunas similitudes entre su figura y la de Juan Manuel de Rosas. Esta defensa fue llevada adelante ante la circulación de una imagen desfavorable de Francia como la aparecida en el British Packet and Argentine News de Buenos Aires y El Comercio del Plata editado por el exiliado Florencio Varela en Montevideo, entre otros. Para La Gaceta los culpables del mal juicio existente sobre el gobernante paraguayo eran los hermanos Robertson, quienes ofrecieron al público sus impresiones personales “convirtiéndose en noveleros históricos al estilo de Walter Scott” (Periódico La Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 7 de marzo de 1842, BNMM). Probablemente el periódico se estuviera refiriendo a una combinación de las dos primeras obras de los Robertson, pero lo cierto es que son las cartas las que primero se terminarán editando en el espacio rioplatense en conjunto 3 .

Las relaciones mutuas volvieron a tensarse con la asunción de Carlos López como presidente y su determinación de conseguir el reconocimiento de la independencia. Juan Manuel de Rosas sostenía que Paraguay era parte de la Confederación Argentina y se negaba a entablar negociaciones en torno al reconocimiento formal. En ese contexto, el presidente del Paraguay promovió en 1845 la publicación de El Paraguayo Independiente, el primer periódico del país. Se editó entre el 26 de abril de 1845 y el 18 de septiembre de 1852, con una frecuencia semanal aunque no estricta. Contenía un número de páginas variable (entre cinco y quince aproximadamente) y se componía de un extenso editorial, muchas veces redactado por el mismo presidente Carlos Antonio López o alguno de sus colaboradores como Juan Andrés Gelly, Manuel Pedro de la Peña y José Berges. El concepto de independencia tenía una carga emotiva en las páginas del periódico. La soberanía, libertad y autonomía respecto de las potencias extranjeras la definían, al igual que en el resto de la región. Cada número de El Paraguayo Independiente comenzaba con un encabezado que rezaba “Viva la República del Paraguay, Independencia o Muerte” en espejo al clásico lema rosista “Viva la Santa Federación, Mueran los salvajes unitarios”.

Fue recién después de la caída de Rosas cuando Justo José de Urquiza acreditó ante el Paraguay una misión diplomática especial a cargo de Santiago Derqui, quien procedió a reconocer “en nombre de la Confederación Argentina, la independencia y soberanía a la República del Paraguay como un hecho consumado, competentemente comunicado al gobierno argentino” (Brezzo, 1999) El devenir posterior de las relaciones diplomáticas entre la Confederación Argentina y el Paraguay mostró momentos de tensión y de contemporización en torno a las negociaciones sobre la delimitación de límites y las cuestiones de navegación (Brezzo y Baratta, 2018). Los desacuerdos contribuyeron a crear en el Paraguay una representación hostil respecto a la Confederación. Estas representaciones fueron desplegadas por el periódico El Semanario de avisos y conocimientos útiles sucesor de El Paraguayo independiente. La ausencia de una corriente de mutua confianza entre los presidentes Carlos Antonio López y Urquiza constituyó también un factor de indudable peso; el primero nunca pudo dejar de ver la sombra de Rosas y la eventual reactualización del objetivo de reconstrucción del virreinato del Río de la Plata.

Los gobiernos de Francia y de Carlos López no fueron contemplativos con sus opositores políticos y muchos de ellos terminaron en el exilio en Buenos Aires. Allí se fue conformando una comunidad de paraguayos que decidió ejercer oposición a los gobiernos de su país, fundamentalmente desde la prensa. En 1858 se editó en Buenos Aires el semanario El Grito Paraguayo , periódico que contó entre sus redactores a Francisco Bilbao, Manuel Pedro de la Peña y Gregorio Machaín entre otros exiliados. Se trató de una publicación cuyo objetivo era “despertar a Paraguay de su letargo”. El semanario fue crítico de los gobiernos de Francia y también del contemporáneo Carlos López, al que sindicaba como un dictador. Durante la década de 1850 el discurso del periódico porteño liberal La Tribuna fue ocasionalmente favorable al gobierno de Carlos López en relación a las disputas que éste último mantuvo con el imperio brasileño. Al promediar la Guerra de la Triple Alianza, La Tribuna adoptaría su postura antibrasileña aunque ya no favorable a Paraguay. Otros periódicos como Los Debates, El Orden, La Reforma Pacífica, La Prensa y El Nacional denunciaron con frecuencia el autoritarismo de López, las trabas que imponía a la navegación fluvial y el monopolio que ejercía sobre el comercio de la yerba mate y las maderas.

El régimen político de López fue cuestionado de manera especial por los paraguayos residentes en Buenos Aires, aunque las críticas trascendieron a ese grupo. Los opositores al gobierno de López obtuvieron en Buenos Aires fuertes respaldos por parte de Domingo Faustino Sarmiento. Sarmiento escribió una introducción a la Carta primera al presidente López del Paraguay, publicada por el exiliado paraguayo Luciano Recalde. En ese escrito Paraguay aparecía alejado del movimiento del mundo, como “una isla rodeada de un mar de bosques”. Si bien en un primer momento, Sarmiento escribió sobre la necesidad de una guerra liberadora, creía que lo que realmente era necesario modificar de Paraguay era su realidad más que su gobierno. En 1857 se opuso explícitamente a la propuesta de una guerra de liberación al Paraguay. (Scavone Yegros, 2010)

Para los opositores al régimen de López, Paraguay debía ser liberado de esa tiranía con un movimiento interno que tuviera impulso desde el exterior. Manuel Peña sostenía que: “los paraguayos agonizamos en la esclavitud y la miseria y gritamos para mover la compasión de todos los que tengan almas sensibles y quieran darnos la mano”. Las polémicas en la prensa de Buenos Aires, así como las irresueltas cuestiones de límites, hicieron que se profundizara en el Paraguay la percepción de vulnerabilidad regional. Si durante el gobierno de Rosas el Paraguay se sintió amenazado ante una eventual reconstrucción del Virreinato del Río de la Plata, en la década siguiente percibió con preocupación una posible cooperación entre Argentina y Brasil para imponer sus demandas en materia de límites y de navegación. En los primeros meses de 1863 el entonces presidente de Paraguay, Francisco Solano López, recibió un mensaje de su par argentino Bartolomé Mitre, por el que le invitaba a ponerse de acuerdo “sobre las bases para la solución definitiva del problema de límites” que se venían arrastrando desde la década revolucionaria. Sin embargo la resolución del conflicto limítrofe no vendría de la mano de un acuerdo.

El déspota y los salvajes

Cuando apareció en escena el gobierno paraguayo en las disputas de la Banda Oriental, la opinión pública porteña advirtió sobre las posibles vinculaciones partidarias que unían a los blancos y federales con Paraguay. La Tribuna publicó: “Dos esperanzas quedaban al gobierno de Montevideo para hacer frente a la revolución. La protección que podía darles el Paraguay, por una parte. La que contaban obtener del general Urquiza, por la otra. Esta afirmación no es nuestra” (Periódico La Tribuna , Buenos Aires, 17 de septiembre de 1864. BNMM). Por su parte El Nacional manifestó que existía una tendencia y una prensa blanca que se apoderaba “de la esperanza que les ha dado el Presidente López con la misma desesperación con que un náufrago se apodera de una tabla en medio del océano”. (Periódico El Nacional , Buenos Aires, 9 de diciembre de 1864. BUNLP). La protección que Paraguay podía darle al gobierno blanco uruguayo era explícita. Urquiza había mantenido cordial correspondencia con el gobierno paraguayo a principios de la década de 1860, lo que sumado a su tradición federal, alimentaba las esperanzas de López. Con el comienzo explícito del conflicto paraguayo-brasileño, la opinión liberal porteña pasó rápidamente a ocuparse del Paraguay, su gobierno y su idea de defender el equilibrio del Plata. Las representaciones sobre el gobierno de Francisco Solano López fueron muy duras desde el inicio, el calificativo de déspota podía repetirse varias veces en un puñado de líneas 4 .

La amenaza de invasión paraguaya al territorio argentino estaba latente en el horizonte. Las presiones del Imperio para que Argentina se sumara como aliado a la orden del día. Los liberales, mitristas y autonimistas, necesitaban una justificación fuerte para llevar a una eventual guerra a habitantes de todo el país. La Nación Argentina recurrió entonces a imágenes peyorativas sobre Paraguay previamente desplegadas en la prensa. Debieron añadirle un componente de peligro representado por López. Su pueblo, parecía ser más víctima que responsable. La mirada era condescendiente. La representación de una nación paraguaya, esencialista. El periódico mitrista opinaba “Los paraguayos son los andaluces de la América. El día que tengan un buen gobierno serán el pueblo más amable del mundo”. (Periódico La Nación Argentina , Buenos Aires, 8 de diciembre de 1864, BNMM) y “La semilla que sembraron los jesuitas en esta tierra desgraciada ha sido cultivada por Francia y López” (Periódico La Nación Argentina , Buenos Aires, 24 de agosto de 1865, BNMM). Al Paraguay se le reconocía un origen común a la Argentina, pero con un camino muy diferente. Y como en el discurso clásico de Sarmiento, el atraso, el despotismo, la barbarie habían deformado su destino: “Paraguay como sociedad enteramente asiática en medio de las tierras descubiertas por Colón. Abyecto y sepulcral despotismo que tan atrás ha dejado a la España de Felipe II y que solo pudiera encontrar analogías en los pueblos más salvajes de oriente”. (Periódico La Nación Argentina , Buenos Aires, 4 de febrero de 1865, BNMM). Argentina fue república desde su nacimiento, el Paraguay, un compendio de las tiranías más despiadadas cuya coronación era el gobierno de Francisco Solano López.

La Tribuna competía en tenacidad con el diario mitrista. Ambos esgrimían un discurso de indignación en relación a la ofensa a la soberanía infligida por un déspota. Los paraguayos aparecían casi como animales sedientos de carne humana, sin piedad alguna, bárbaros, salvajes, violentos. Eran el rebaño de un tirano mayor que los conducía. El aislamiento del país, su falta de desarrollo económico, sus costumbres atrasadas lo convertían en un lugar indeseable. Francisco Solano López aparecía en este discurso como el jefe asesino de los habitantes de Paraguay representados como cuasi animales. El discurso liberal recurrió a la historia para legitimar su postura. Fueron frecuentes las conexiones establecidas entre la figura de López y la de Juan Manuel de Rosas (el mismo que le había denegado el reconocimiento de la independencia al Paraguay). Ambos eran representados como “degolladores”. Apelar a la figura de Rosas era un recurso pertinente en tres sentidos: en primer lugar buscaba recordar la alianza con Brasil para Caseros para generar empatía hacia la triple alianza. En segundo lugar, buscaba un consenso con varios opositores al mitrismo, que también se declaraban antirrosistas. Por último la comparación intentaba legitimar la guerra al presentar a López como un gobernante tan peligroso como Rosas. La guerra contra Paraguay era una causa presente que se podía asentar sobre representaciones de un pasado no tan lejano. Los editores del periódico La Tribuna eran los hijos de Florencio Varela, uno de los intelectuales antirrosistas exiliados y traductor de la obra de Rengger.

Por oposición implícita o explícita al país vecino, la Argentina aparecía como un país civilizado, donde gobernaba la ley, la libertad y la justicia. En relación a la toma de los buques correntinos publicaron:

El negro crimen y la infamia atroz del degollador López, se presenta hoy con toda la deformidad que lo caracteriza. La sangre se subleva en presencia de acción tan villana. Aunque se pretenda, es imposible guardar calma, ni moderación. Lo que acaba de hacer el degollador López, no tiene ejemplo. Es un hecho único en su género. En los pueblos más barbarizados, allí donde se vive la vida primitiva, donde la luz de la civilización no penetró jamás, no se cometió nunca un acto semejante, un hecho tan bárbaro, un asesinato tan aleve. […] Oh! Si alguna vez debe amarse un pueblo con la espada de la venganza, esa vez es esta, en que la Nación Argentina tiene que derramar hasta su última gota de sangre por vengar el ultraje que acaba de hacernos el más bárbaro de los tiranos (Periódico La Tribuna , Buenos Aires, 22 de abril de 1865, BNMM).

El discurso que buscó demonizar al presidente paraguayo, presentar su avance como un peligro para la nación y estigmatizar a su población fue una estrategia político discursiva destinada a dotar de legitimidad a la guerra. El arraigo de una caracterización peyorativa pudo ser efectivo en tanto otras representaciones del Paraguay previas esgrimieron estos calificativos. Las resignificaciones que aludían a la sangre, el deguello y los asesinatos echaron mano de una virulencia necesaria para la construcción de la imagen de un enemigo. El presidente paraguayo se creía el “Napoleón de la América” y su causa no era otra que la de la barbarie y la del oscurantismo.

Periódico El Mosquito , Buenos Aires, 15 de octubre de 1864. HAGN.

Dice el epígrafe, al pie de la caricatura impresa:

El presidente del Paraguay pierde su equilibrio queriendo organizar el de América.

Además de un “déspota americano malvado”, López era presentado por la opinión liberal como un estadista torpe. Se había equivocado en su lectura de la situación regional al describirla como un equilibrio y buscar su restitución. El Paraguay era un “enano” al lado de Brasil y Argentina y era preciso demostrarlo por la fuerza. Para el periódico de satírico porteño El Mosquito el presidente paraguayo era una suerte de demente que se arrogaba la capacidad de definir el equilibrio de poder en la Cuenca del Plata y fallaba en su ridícula pretensión a la vista de los otros mandatarios: se caía de la soga. La guerra no era puesta en duda, pero la imagen de Francisco Solano López era menos la de un demonio y más la de un iluso que se estaba equivocando. En cierta medida fue este matiz más peyorativo que demonizador el más efectivo porque recayó en concepciones ya arraigadas y porque fue difícil convencer que Paraguay podía ser un peligro para la República Argentina luego de que los paraguayos fueron derrotados en Corrientes.

Si bien durante el transcurso de la guerra se insistió con que la misma era contra la tiranía de López y no contra su pueblo, lo cierto es que se difundieron características negativas atribuidas a los paraguayos como el fanatismo y la obediencia ciega por el terror. Una de las citas, por ejemplo, correspondía a un historiador inglés, que en realidad era el comerciante escocés William Parish Robertson. Sus representaciones eran tomadas como autoridad:

Un profundo historiador inglés, Guillermo Robertson, ha indicado con exactitud el signo en que se conocen los pueblos civilizados, distinguiéndolos de los bárbaros “Los pueblos civilizados, dice, hacen la guerra, desnuda de la mitad de sus horrores. Pero los bárbaros no conocen este refinamiento: la principian con violencia, y la prosiguen con ferocidad. Ese es, efectivamente, un síntoma que diferencia la sociedad de la tribu (Periódico La Nación Argentina , Buenos Aires, 29 de septiembre de 1865. BNMM).

Algunas imágenes del periódico satírico El Mosquito contribuyeron a esta caracterización negativa de López aunque desde un punto de vista menos dramático y sanguinario y mucho más burlesco. No parecía ser un demonio el presidente paraguayo sino más bien un déspota inútil, como se puede observar en la caricatura que reproducimos en la página 107.

El Mosquito representó a López como un gobernante loco y caprichoso y a su pueblo como animalitos serviles domesticados que a todo asentían. A los seguidores de López se los representaba como una suerte de monos y de perros cachorros que casi lamían sus pies. La animalización de los enemigos fue un recurso utilizado por periódicos de los otros países involucrados en la contienda. En el texto de El Mosquito aparecían dando vivas y loas a López y llamándolo genio como si no tuvieran la capacidad de discernir que estaban siendo, supuestamente, engañados.

En 1865 se editó en Buenos Aires la obra del intelectual católico José Manuel Estrada Ensayo histórico sobre la revolución de los comuneros del Paraguay en el siglo XVIII seguido de un apéndice sobre la decadencia del Paraguay y la Guerra de 1865. El escrito de Estrada celebró el comienzo de la guerra en el momento mismo de los acontecimientos, como la mayor parte de la opinión pública. La responsabilidad de la guerra recayó exclusivamente sobre el accionar del presidente paraguayo y esta actitud definió por oposición todo lo que los valores argentinos no eran 5 . Estrada publicó un estudio histórico que le servía para explicar el presente del pueblo paraguayo. En su opinión se trataba de un pueblo servil, atrasado, dócil y el caldo de cultivo perfecto para que se construyera el poder de un tirano. El Paraguay era un caso anómalo en la América del siglo XIX, defensora de la libertad. La sociabilidad, la civilización no habían podido desarrollarse. Todo estaba en manos de un estado que lo controlaba. Paraguay era una sociedad narcotizada, el opuesto simétrico de la nación argentina, el enfrentamiento en la visión de Estrada era inevitable, producto de un ferviente rencor que llevaba décadas. La Argentina y el Paraguay formaron “la más cabal antinomia social y política”. José Manuel Estrada murió en el año 1894 en Asunción del Paraguay cuando ejercía sus funciones como ministro Plenipotenciario de la Argentina.

No solo las voces liberales fueron condenatorias hacia el Paraguay y su régimen. Quienes criticaron fuertemente la triple alianza tampoco se preocuparon o se animaron demasiado a defender explícitamente al Paraguay. Compartieron de una manera mesurada y condescendiente las concepciones sobre el vecino país: “El Paraguay es un niño cándido ignorante y dispuesto a educarse siempre que su maestro, la república, abrir un libro ante sus ojos espantados” (Periódico El Pueblo , Buenos Aires, 18 de septiembre de 1865. BUNLP). Identificaban allí un atraso que era necesario remediar aunque fuera a través de esta guerra, fundamentalmente a partir de un cambio en el tipo de gobierno.

El espacio principal de circulación de estas representaciones fue el porteño. De todas maneras no solamente en Buenos Aires se diseminó un discurso negativo sobre el Paraguay. Varios periódicos del interior replicaron las editoriales de Buenos Aires y fundamentalmente retomaron los partes de guerra en donde se referían a Francisco Solano López como “el tirano”. El tratamiento del tema fue menos persistente que en Buenos Aires y el tono resultaba más indiferente. En la provincia de Córdoba abordaron la cuestión periódicos como El Progreso o Provincias Unidas . Otros Periódicos de Jujuy, Santiago del Estero, Salta o Mendoza afines al mitrismo se hicieron eco de las noticias contra “el déspota”. José Hernández era a comienzos de la guerra redactor y posible dueño de El Eco , periódico que fue favorable a la contienda y que oficiaba vocero del gobierno correntino. En ese momento escribió Hernández: “¿Qué propósito se esconde pues detrás de esa propaganda que aconseja la ruptura de la alianza y que ha declarado a López nuestro aliado natural mientras sus víctimas correntinas gimen aún en los calabozos del déspota?” (Citado en Halperin Donghi, 2007: 57). La visión negativa sobre López no fue exclusiva del liberalismo porteño, aunque no encontró en el resto de las provincias la virulencia que tuvo en Buenos Aires.

Los “aparaguayados”

Los defensores explícitos de la causa paraguaya en Argentina actuaron de manera circunscripta en diferentes momentos de la contienda. Sus acciones fueron enérgicas y contundentes, pero limitadas en el tiempo, en el espacio y fundamentalmente en la eficacia que tuvieron para frenar la participación argentina en la guerra. La situación más comprometida con la causa paraguaya se produjo en la provincia de Corrientes. Se trataba del espacio político que había firmado alianzas con el gobierno de Carlos Antonio López para intentar derrocar a Rosas. La Guerra contra Paraguay planteó una especie de mundo del revés para muchos correntinos que habían entablado fuertes vínculos comerciales, familiares, culturales y políticos con el país vecino. El mapa político de la provincia podía dividirse entonces en tres grupos. El más importante, de filiación liberal mitrista, estaba liderado por el gobernador Manuel Lagraña, aunque presentaban algunas divisiones internas. Por otro lado existía un grupo de aliados y ex aliados de Urquiza cuyo modelo de país era la Confederación Argentina anterior a Pavón. La visión de una autonomía total de la provincia, la tercera postura, era muy minoritaria y contaba con algunos antiguos aliados de la política rosista (Ramírez Braschi, 2000).

La invasión paraguaya a Corrientes provocó el desplazamiento del gobernador Manuel Lagraña hacia el interior de la provincia y el establecimiento de un triunvirato afín a los paraguayos en la capital. El general Wenceslao Robles dispuso que la población que había permanecido en la capital eligiera un gobierno provisional que finalmente recayó en un triunviro de correntinos. Los elegidos fueron Víctor Silveiro, Teodoro Gauna y Teodoro Cáceres, quienes actuaron en conformidad con el plenipotenciario paraguayo José Berges que se trasladó hasta allí. Robles intentó legitimar la junta gubernativa convocando a elecciones el 19 de abril de 1865 a todos los vecinos. La Junta declaró a Mitre traidor a la patria aunque se manifestó como parte integrante de la nación argentina. López procuró tratar como un aliado a Corrientes y no como un estado conquistado. El tribuno Víctor Silvero afirmaba “que el pueblo argentino nada debía temer, pues la guerra no era contra el pueblo sino contra sus usurpadores” (Rosa, 1985:188) 6 . Según el relato del entonces Sargento Pedro Duarte a Estanislao Zeballos los generales paraguayos les decían a los prisioneros correntinos: “No tengan temor. Los paraguayos no venimos a hacer la guerra, ni a odiar a uds. los orientales y argentinos, pues los queremos porque son nuestros hermanos. Venimos a hacer la guerra a los Cambahy (negros)” 7 .

El general Robles exigió a los correntinos que utilizaran el papel moneda paraguayo lo que provocó resistencia en los habitantes. Los saqueos y expropiaciones a algunos comerciantes comenzaron a ser vistos con recelo (Ramírez Braschi, 2004). La obsesión de la prensa con el tema del “paraguayismo” denotaba que la situación era real y extendida. El periódico La Esperanza (que ante la invasión paraguaya estableció su imprenta en Esquina, lugar donde se refugió el gobernador Lagraña) acusó a El Independiente y a El Progreso de apoyar la causa paraguaya. El Independiente era en efecto un periódico opositor al gobernador Manuel Lagraña y de clara afinidad con Paraguay, cuyo primer editor fue Federico Z. Boetti (más adelante este rol lo ocupó el paraguayo Pedro C. Falcón y entre sus redactores encontramos al mismo Víctor Silvero, triunviro correntino durante la ocupación). En cambio la acusación a El Progreso denotaba el clima de paranoia local ya que se trataba de un periódico de orientación liberal, afín al mitrismo. La situación develó sospechas mutuas y pensamientos persecutorios 8 .

Los liberales resistieron junto al gobernador y algunos federales pusieron sus reparos ante la invasión. Sobrevivieron algunos cantares que celebraron la acción militar que pondría fin a la ocupación 9 . Los paraguayos fueron perdiendo fuerza en Corrientes y fueron derrotados en octubre de 1865. A partir de allí las simpatías que pudo haber despertado el paraguayismo en la zona se fueron acallando por conveniencia o temor. Los más comprometidos cruzaron al Paraguay pero la mayoría permaneció en la Argentina y algunos fueron sometidos a procesos judiciales. “No habiendo el gobierno paraguayo encontrado el apoyo que esperaba de la población de la provincia, había resuelto hacer regresar al Paraguay todas las fuerzas” expresó Francisco Solano López (Beverina, 1923: 132). Se terminaba así la experiencia de apoyo material a Paraguay más fuerte en Argentina y aún restaban cuatro años de contienda.

La defensa explícita del Paraguay volvió a surgir meses más tarde en un número reducido de intelectuales afines al federalismo que fueron acusados, incluso por los periódicos que criticaron la guerra, como traidores a la patria y “aparaguayados”.

Alberdi fue el opositor que defendió de manera persistente a Paraguay desde su exilio en París. En su trabajo Las disensiones de las Repúblicas del Plata y las maquinaciones del Brasil de 1865, Alberdi sostuvo que el país presidido por López así como la Banda Oriental tenían como adversarios a Brasil y Argentina por cuestiones geográficas. Paraguay poseía las llaves de los grandes ríos interiores de Brasil, el Paraná y el Paraguay. El simple hecho de la existencia de un Paraguay independiente había sido una revolución contra el orden colonial. En contrapunto exacto con el discurso mitrista y de sus aliados, Alberdi identificaba a Paraguay con la civilización:

El Paraguay representa la civilización, pues pelea por la libertad de los ríos contra las tradiciones de su monopolio colonial; por la emancipación de los países mediterráneos; por el noble principio de las nacionalidades; por el equilibrio, no sólo del Plata, sino de toda la América del Sud, pues siendo todas sus repúblicas, excepto Chile, países limítrofes del Brasil, cada victoria del Paraguay es victoria de todas ellas, cada triunfo del Brasil es pérdida que ellas hacen en la balanza del poder americano (Alberdi, 1865: 105).

Alberdi destacó también que el Paraguay no tenía deuda pública y elogió a su ejército. La idealización de este país se encuentra en cierta consonancia con las lecturas revisionistas. Aunque lejos de rescatar a una nación socialista como aquellos, subrayaba al Paraguay como lugar de civilización, paz, libertad y república, destacando sus valores liberales en última instancia. Alberdi valoró los mismos conceptos que ponderaron los mitristas, aunque éstos últimos no se los adjudicaran al Paraguay. La diferencia radicaba en las cuestiones económicas centradas en la libre navegación de los ríos y en que Paraguay definía su existencia en primer lugar en oposición al imperialismo tardío brasilero y luego al de Buenos Aires.

Paraguay no podía existir como estado soberano sin la libertad de navegación de los afluentes del Plata. Fue Buenos Aires el que le impidió relacionarse con el extranjero y seguir avanzando hacia el progreso. Alberdi justificó además la postura del Paraguay ante la contienda. Ocupado Montevideo por la invasión brasilera, Paraguay se vio cercado por las potencias. Brasil no buscó solamente la reocupación del Matto Grosso como confesaba sino la ocupación indirecta de la Banda Oriental y de la parte fluvial de la República Argentina. Para Argentina su fin no era Paraguay sino dominar las provincias interiores a manos de Buenos Aires. Era imperiosa la defensa de la Banda Oriental y del Paraguay porque ellos eran los dos puntos de apoyo que servían a la civilización del Plata para su victoria definitiva.

La peculiar situación en la que se encontraba Alberdi, en el exilio y muy cercano al representante diplomático paraguayo Gregorio Benites, despertaron algunas suspicacias en la prensa tucumana que lo consideró un traidor a la patria vendido al “oro paraguayo” 10 . Durante la contienda, Alberdi mantuvo correspondencia con Ignacia Gómez de Cáneva, una mujer viuda que había conocido en Europa en la casa de Manuelita Rosas (Arnoux, 2009). Cáneva estuvo en Buenos Aires durante la guerra y hablaba en sus cartas de “los valientes paraguayos”, comparaba su heroísmo con el de los rusos (“han peleado como Hermes”) en contraposición a la “infame camarilla” que era la alianza. Cáneva se definía a sí misma como “muy paraguaya”.

Las ideas de Alberdi y también de Guido Spano y Andrade entre otros, fueron difundidas principalmente en el periódico La América, el cual fue acusado por la mayoría de los periódicos del país de ser un órgano defensor de los intereses paraguayos. El periódico le reconocía a Paraguay su heroica resistencia y un camino común en la lucha por la independencia. Ante las acusaciones de estar apoyando a la tiranía y barbarie de López, se defendían en clave americana y republicana, en términos morales y políticos: “Somos defensores de la verdad, de la justicia, De las repúblicas de Sud América”. (Periódico La América , 7 de abril de 1866. BUNLP). El periódico El Pueblo de Santa Fe fue defensor del accionar de Telmo López, el hijo del caudillo Estanislao López, que había desertado de las tropas argentinas para unirse a las paraguayas con un grupo de soldados. Telmo López fue acusado por el presidente paraguayo de traición y murió asesinado en una cárcel de Asunción en diciembre de 1868. Semanas más tarde el periódico santafesino continuaba defendiendo a Francisco Solano López 11 .

Los levantamientos de las montoneras federales también fueron calificados como “aparaguayados” por el mitrismo. Sin embargo la mención a Paraguay en la famosa proclama de Felipe Varela de 1866 fue bastante acotada y se redujo a la siguiente frase hacia el final del escrito: “Nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución jurada, el orden común, la paz y la amistad con el Paraguay y la unión con las demás Repúblicas Americanas”. De la proclama de Varela que analizamos con más detalle en el capítulo anterior se desprendía la concepción americanista en tanto solidaridad entre repúblicas, o sea, excluyendo al Brasil. Asimismo el trabajo de Ariel de la Fuente (2007) mostró que las resistencias de los sectores populares a la guerra que seguían a los caudillos obedecían a una multiplicidad de causas, pero no existe evidencia de una encendida defensa del Paraguay como matriz principal. En todo caso Varela tuvo más contactos e interés en la cuestión chilena y en ella pensaba fundamentalmente cuando hablaba de americanismo. La rebelión de las montoneras comenzó a fines de 1866 y fue derrotada por el gobierno central un año más tarde. Fue frecuente utilización del recurso de denominar “aparaguayados” a los rebeldes del interior, no tanto por los posibles contactos efectivos, sino como manera de estigmatizarlos y restarles el posible apoyo en territorio nacional y a su vez como un gran insulto que develaba el peso de la identificación nacional 12 .

El liberalismo mitrista y autonomista utilizaron el calificativo de “aparaguayado” para deslegitimar a los opositores. La elección de un adjetivo que pincelaba de extranjeros a los opositores partidarios y la respuesta defensiva de éstos en términos de constituirse como los verdaderos intérpretes de la nación dejaba al descubierto una valoración compartida. La identificación nacional poseía relevancia para todos los actores aunque lo que significara fuera diferente.

“Centauros guaranís” y polainas blancas

No es tarea sencilla precisar la cantidad de habitantes de Paraguay al inicio del conflicto pero las últimas estimaciones calculan una población de aproximadamente 440.000 personas. 150.000 hombres paraguayos formaban la totalidad del contingente masculino. La guerra se peleó durante cuatro años en el territorio gobernado por López y terminaría involucrando a la mayor parte de la población. Aunque la contienda adquirió dimensiones nacionales para los aliados, el efecto sobre Paraguay se produjo en una escala muy superior.

Cuando estalló el conflicto entre Brasil y Paraguay los paraguayos exiliados en Buenos Aires buscaron asociarse y participar de la contienda con la esperanza de lograr el derrocamiento de López. Constituyeron entonces lo que llamaron “Asociación Paraguaya”. Entre los miembros de la Asociación se encontraban Carlos Loizaga, Gregorio Machain, Luciano Recalde, Fernando Iturburu, Manuel Pedro de Peña, los hermanos Juan Francisco, Juan José y Segundo Decoud, Serapio Machain, Salvador Jovellanos y José Díaz de Bedoya. El 21 de diciembre de 1864 suscribieron a un acta que anunciaba que el deber era “regenerar la patria” y para ello habían asumido la representación de la “soberanía de la república del Paraguay y sus derechos”. Fueron a la guerra con el mismo enunciado que el gobierno argentino: la contienda era contra el gobierno de Paraguay y no contra su pueblo. Llamaron a porteños, entrerrianos y correntinos que quisieran unirse a su espacio aunque no lograron sumar muchos adeptos. Serapio Machain y Juan Francisco Decoud llegaron incluso a entrevistarse con Pedro II en Río de Janeiro. Brasil los admitió solo como voluntarios. Argentina aceptó incorporarlos al ejército como un batallón que marchó al mando del coronel Fernando Iturburu.

Los exiliados paraguayos partieron de Buenos Aires en mayo de 1865. Participaron de la guerra con la bandera de Paraguay, los miembros de la Asociación no sentían que traicionaban a su patria si no que estaban disputando el significado de la nación a partir de su postura política. Cuando llegaron al frente Iturburu dirigió tres cartas a Wenceslao Robles y lo invitó a rebelarse en contra de López. Recibir la primera carta le valdría años más tarde a Robles la acusación de traidor a la patria y su fusilamiento por orden de López. La Asociación Paraguaya tuvo un rol importante en el desenlace del sitio de Uruguayana, algunos de sus miembros intentaron llevar el descontento al ejército paraguayo a través del conocimiento del guaraní. La legión envió además a tres miembros a dejar panfletos contra López en Paraguay (Gill Aguinaga, 2011). La Asociación, que había buscado reclutar dos mil hombres para su causa, tuvo que contestarse con reunir unos 225, apenas un 10% de lo esperado. Los conflictos entre dos de sus miembros Decoud e Iturburu terminaron en la renuncia del primero. Las rencillas internas y la penosa prolongación de la guerra en territorio paraguayo los hicieron desanimarse de lograr su objetivo y su Asociación fue perdiendo fuerza. La Legión Paraguaya creyó que la caída de López costaría mucha sangre y que el pasaje al territorio paraguayo sería dramático. El calificativo “legionario” se ha convertido en un estigma político de la historia paraguaya contemporánea (Fuentes Armandans, 2016).

La invasión a Corrientes provocó la convivencia de paraguayos y argentinos en la capital de la provincia durante algunos meses. Allí se ofreció un baile en honor al cumpleaños del mariscal López al que concurrieron mujeres correntinas con colores nacionales del Paraguay. Las fiestas públicas por el natalicio del presidente paraguayo en Corrientes duraron quince días. Los apoyos en esa ciudad, sin embargo, despertaron sospechas en algunos paraguayos. El oficial Julián Godoy le advirtió a Francisco Solano López que el triunviro correntino Victor Silvero le parecía un adulador. Según Godoy, Silvero había descripto a López como un “elegido de la divinidad” y lo había comparado a los astros celestes. Godoy consideró muy extraños esos cumplidos “porque venían de un argentino” 13 . López le contestó que “es de sentir que haya sido un extranjero el que haya hablado y no usted”. El presidente de Paraguay le reprochó a Godoy no hablar de él de la misma forma y valoró aún más los elogios de Silvero por considerarlo un extranjero. Mientras que durante el gobierno de Francia la denominación “extranjeros” no se le asignaba ni siquiera a los porteños, López así se refería a los correntinos, incluso a los que apoyaron su causa y lo adulaban. Las afinidades entre parte de los correntinos y el gobierno paraguayo eran evidentes pero también la diferencia de nacionalidad.

El ejército paraguayo tuvo que retirarse de Corrientes y la guerra siguió su curso hacia el territorio del país gobernado por López. La convivencia de los soldados en el frente aliado por una parte y en el paraguayo por otra pudo haber actuado como una forma de nacionalización de los sectores populares. El encuentro cara a cara se producía en las batallas y con los prisioneros. En el caso argentino las representaciones de Paraguay en el frente no parecen distar de lo que se escribía en los periódicos liberales y no tan liberales de Buenos Aires. Es muy probable que los editoriales y partes de guerra escritos en los centros periodísticos se leyeran a viva voz en los campamentos. Una cualidad era destacada particularmente desde el frente. Los relatos de soldados sobre el enemigo son coincidentes: a simple vista se destacaba la valentía de los soldados paraguayos. Esta imagen, en apariencia idealizada, precisa ser matizada en dos aspectos; en primer lugar, por una cuestión externa al lenguaje: los duros métodos de persecución, delación y castigo implementados por el gobierno de López a quienes se sospechara de disidencia y sus familias. Y en segundo lugar por un examen más atento de esos discursos que destacaron la valentía paraguaya en Argentina ¿En qué términos lo hicieron?

Un oficial paraguayo prisionero de un oficial argentino. Albúmina.
Álbum de retratos e vistas referentes ao Paraguai. Acervo digital de la Biblioteca Nacional de Brasil

En Sus recuerdos de la Guerra del Paraguay editados en 1889, José Ignacio Garmendia destacaba en varias oportunidades la bizarría de los paraguayos que pelearon palmo a palmo. Sin embargo esa valentía denotaba una irracionalidad casi animal. Según Garmendia los soldados paraguayos se escapaban con “la agilidad de su desnudez” y la “destreza de los naturales de este país de esteros y espesas selvas”. Si bien le parecían tenaces, el empuje de estos valientes paraguayos era “dominado por el ofuscado orgullo de un tirano”. Los soldados se movían con repetidos “alaridos de vándalos” y “empujes salvajes”. Garmendia calificaba la organización del ejército enemigo como el de un desorden habitual y los describía como “centauros guaranís”. La animalización del enemigo era un recurso recurrente a la que se le agregaba un elemento mitológico. El componente guaraní era un agregado que reforzaba la animalización y brutalidad. La concepción sobre los indígenas oscilaba entre la condescendencia y el desprecio por ser representantes de la “barbarie”. Sobre el aspecto de los soldados, Garmendia manifestaba pena “aquel cuerpo carnavalesco de matizados uniformes hubiera sido para reír en otro momento más oportuno que el presente”. Hablaba además de una “degeneración” de esos hombres hacia la “raza guaraní” (Garmendia, 1889: 26). La valentía de los paraguayos también fue resaltada en los testimonios de los oficiales brasileños.

La visión del guaraní como un idioma atrasado, propio de una cultura indígena que se consideraba bárbara, era compartida por elites paraguayas y argentinas. El idioma guaraní había permanecido relegado del ámbito oficial durante los gobiernos de Francia y ambos López. Sin embargo era la lengua utilizada por la abrumadora mayoría de la población y tuvo un rol fundamental en la constitución de la comunidad paraguaya (Melià, 2010; Couchonnal Cancio, 2019). Francisco Solano López reconoció su utilidad durante la guerra para aglutinar sentimental y moralmente a una tropa que casi no hablaba español y también vislumbró sus posibilidades estratégicas. El conocimiento del guaraní aparece valorado como un medio para comprender mejor al enemigo en testimonios de los oficiales aliados como los del brasileño Manuel Carneiro de Rocha. Los paraguayos se referían a los argentinos en guaraní como curepas o kurepí; según Garmendia en referencia a las polainas blancas, parte de la vestimenta del ejército argentino. En otras versiones se alude a una referencia a la piel blanca o piel de chancho de los argentinos en contraste con las descripciones sobre la piel negra de los soldados brasileños.

Las representaciones peyorativas durante el conflicto fueron mutuas aunque en Paraguay la Argentina no ocupó un lugar tan preponderante como Brasil en el discurso público (Caballero Campos, 2006). En la prensa paraguaya Mitre aparecía ridiculizado por su rol como jefe del ejército aliado. El Sargento Duarte declaró años después de la contienda ante Zeballos que Mitre “será poeta pero no tiene predisposición para la guerra”. Los periódicos publicados en Paraguay durante la guerra fueron representantes de la visión de López y desplegaron varios grabados entre los editoriales. El más paradigmático y duradero fue el Cabichuí , de estilo satírico-burlesco que contenía algunos pasajes en guaraní. El Centinela (en español) y Cacique Lambaré (totalmente en guaraní) fueron otros periódicos considerados también “de trinchera” (Huner, 2007).

La presencia de ilustraciones era frecuente y también tuvieron éxito los versos en guaraní: la edición de Cacique Lambaré parece haber respondido a los versos incluidos en el Cabichui anteriormente. En uno de los grabados Mitre y Flores fueron presentados como “vampiros que se levantaban en la noche a chupar la sangre de sus hermanos”. También aparecían con el deseo recurrente de abandonar la guerra. El 13 de enero de 1867 Cabichuí publicó una ilustración que reflejaba la muerte de Mitre. Algunos historiadores interpretaron esta noticia como simbólica (el abandono definitivo de Mitre en el frente) y otros como una equivocación (confusión entre la muerte de Marcos Paz, el vicepresidente en medio de la epidemia de cólera).

Mitre recogiendo los frutos de la conquista del Paraguay. Periódico Cabichuí, 13 de enero de 1868.
Paso Pucu. Paraguay. Museo del Barro

En la ilustración aparecen Emilio Mitre, hermano de Bartolomé. El segundo personaje es Manuel Hornos, jefe de caballería. Se puede observar también Juan Andrés Gelly y Obes, ministro de Guerra, representado con un carnero. Su padre había sido Juan Andrés Gelly, quien introdujo la imprenta al Paraguay en el año 1845 en ocasión de la publicación del El Paraguayo Independiente . Por esta razón la prensa paraguaya consideraba a Gelly y Obes como un traidor a la patria de su padre. La imagen del Cabichui mostraba un lamento hipócrita de quienes acompañaban a Mitre. Con la muerte del presidente se avecinaba una carrera por alcanzar el puesto máximo. Cabichui también representó a Mitre como un traidor a su patria 14 y como un camaleón: “ayer fue argentino, hoy es brasilero, ayer fue blanco, hoy es negro, ayer parecía ser grande, hoy se pierde en medio de lo pequeño”. El entonces jefe del ejército aliado se mostraba perdido, al servicio de intereses que no le eran propios. Como un auxiliar en una guerra ajena. Es llamativa también otra ilustración en la que Paraguay aparecía sosteniendo solo el mundo sudamericano. No estaba Brasil entre los países sudamericanos, eran solo las repúblicas, en consonancia con el americanismo esgrimido por Alberdi o Varela en Argentina y diferente del actual.

Las representaciones de Paraguay en Argentina se difundieron también por los profesionales europeos que habían sido contratados por los López. Guillermo Stewart fue jefe de la sanidad militar paraguaya durante la guerra. Había llegado desde Inglaterra contratado por Carlos López. Stewart declaró años después de la guerra ante Zeballos: “los paraguayos no eran malos y si realizaron muchas crueldades y errores se debe atribuir a la influencia de López, que lo mandaba…resultó tan perverso este hombre que cuando fuimos tomados en Lomas Valentinas por los aliados, los ingleses que estábamos a su lado teníamos vergüenza de habernos manchado sirviendo a tal monstruo” (Brezzo dir, 2015: 72). Hacia el fin de la contienda se editaron en Buenos Aires libros de dos británicos que trabajaron y vivieron en el Paraguay durante años y que estuvieron junto al ejército de López. En primer lugar, en 1869 apareció La Guerra del Paraguay del ingeniero George Thompson y en 1870 se editó Siete años de aventuras en el Paraguay de Frederick Masterman, boticario del ejército paraguayo. Al igual que Stewart, estos dos personajes históricos habían llegado a Paraguay a mediados de 1850 para participar de la propuesta de modernización impulsada por Carlos Antonio López. Thompson se había rendido ante los aliados y Masterman había permanecido detenido por sospechas de traición hasta que logró su libertad por intermedio del plenipotenciario norteamericano. En el escrito de Masterman los paraguayos se presentaban como el buen salvaje roussoniano: incapaces de razonar, vivían en la ignorancia y la barbarie, dóciles al gobierno de un tirano, espontáneamente bondadosos y profesaban una obediencia ciega a sus superiores 15 .

Para Masterman López había emprendido con “el ardor febril y el entusiasmo de una criatura”, toda clase de proyectos ambiciosos que no llegaba a concretar. Era un tirano feroz que encontraba en hombres serviles su poder 16 . Aunque la nacionalidad del boticario fue invocada como una referencia de autoridad para la opinión sobre Paraguay, Masterman cometió un pecado imperdonable para sus editores argentinos al hablar de algunas actitudes de López con el uso de libros:

Había lo que se llamaba la Biblioteca pública; pero siendo teológicos casi todos los libros, nunca supe que hubiese quien los leyera. López, sin embargo, los utilizó con su buen tino de costumbre. Hizo cortar los inmensos tomos para convertirlos en cohetes y fuegos artificiales. Vi practicar un día esta operación sobre una biblia hebrea y latina-modo muy sud-americano de difundir los conocimientos útiles (Masterman, 1870: 22).

Los editores replicaron molestos en una nota al pie: “Decir que la destrucción de los libros es una manera sud-americana de difundir los conocimientos útiles porque esto se hacía en el Paraguay es como si dijéramos que la manera europea de introducir la civilización en América es poner sus hijos al servicio de los tiranos, y contribuir al sostén de la barbarie más refinada”. (Nota a Masterman, 1870: 23). Para los editores porteños las representaciones sobre Paraguay debían diferenciar a la Argentina del país gobernado por López, no igualarlos.

Las obras de Thompson y Masterman encontraron rápida acogida en las editoriales porteñas que buscaron difundir una idea legitimadora de una guerra ya muy impopular. Se trató de un refuerzo algo más efectivo de las estigmatizaciones que ya predominaban porque se basaban en relatos que provenían desde el mismo escenario de la guerra y en la pluma de ciudadanos de la “civilización europea” 17 . El libro de Thompson fue reproducido en parte en varios periódicos del país, por ejemplo en La Opinión de Mendoza. Thompson se refirió a las actitudes de López durante los últimos tiempos de la contienda: “Pero en los peores días de Francia el gobierno fue paternal y suave comparado con lo que ha sido bajo este joven López […] es un deber de cada uno constituirse en espía de todo los demás y desgraciado de aquel cuyos oídos no recogiesen cada palabra emitida en presencia” (Thompson, 1869: 277).

Mujeres y niños primero

La última etapa de la guerra fue la más cruenta y los paraguayos fueron las principales víctimas. López llevó adelante procesos por supuesta traición sobre su propio ejército y población. Muchos de esos procesos terminaron en fusilamientos, como el del propio hermano del presidente. El desbande era castigado con la muerte y la traición también se extendía a la familia de los soldados. Las deserciones por hambre no eran infrecuentes.

Según Bárbara Potthast (2002) la parte más penosa de esta última fase de la guerra la sufrieron mujeres y niños. Las batallas no eran un ámbito pensado para las mujeres. La valentía con las armas estaba ligada a la hombría. En el relato de Garmendia aparece un episodio en el que tropas paraguayas comenzaron a desbandarse y el oficial les gritó en guaraní que eran “peores que mujeres”. Cuando empezó la guerra las mujeres paraguayas y sus hijos más pequeños quedaron a cargo de las economías domésticas. Producían algodón, yerba, tabaco y alcohol y también se encargaban del abastecimiento de ejércitos. Algunas mujeres manifestaron su intención de donar joyas para ayudar a la causa patria. Cuando la guerra se volvió definitivamente favorable a los aliados, el hambre comenzó a hacer estragos y decenas de miles de mujeres y niños murieron por esa causa (Von Hersen, 1872).

Las mujeres también sufrieron los castigos del gobierno de López. Por un lado se encontraban las llamadas “residentas”. Se trataba de mujeres que fueron trasladadas de una población a la otra por la fuerza para que los aliados no pudieran aprovecharse de los recursos generados y para usarlas como mano de obra. Se las motivaba con la invocación a la Patria y el miedo a los “camba o macacos” como llamaban a los brasileños. Los procesos por traición a la patria y delitos políticos tuvieron a las mujeres como blanco mayoritario (Potthast, 2002). Por otra parte se encontraban las “destinadas”, mujeres de clases altas sospechadas de traición directa o por el parentesco con un traidor: su marido o algún hijo. (Barreto Valinotti, 2013) Fueron obligadas a abandonar sus hogares y marchar hacia campos de trabajo forzados como en la zona de Espadín. Las condiciones de vida en esos campos eran penosas, la dieta consistía en naranjas agrias, huesos para la sopa, largartos y víboras. Existen testimonios de la ayuda que proporcionaron comunidades indígenas a cientos de mujeres que intentaban huir de esos campos. Una de las “residentas”, Concepción Domecq de Decoud, relató que fue obligada a seguir al ejercito paraguayo como destinada junto a sus hijos pequeños, dos de los cuales murieron. En el camino vio a otra mujer de la alta sociedad, Pancha Garmendia, pasar desnuda y ser humillada por el ejército.

Mujeres y niños paraguayos en un hospital al finalizar la guerra.
Archivo Nacional de Brasil

Mujeres de la clase alta correntina también habían sido víctimas del ejército paraguayo durante la ocupación, aunque en un número reducido en comparación a las destinadas y residentas. El 11 de julio de 1865 soldados paraguayos apresaron a. Encarnación Atienza de Osuna, Carmen Ferré Atienza, Margarita Atienza, Toribia de los Santos y Victoria Bar. Las mujeres se encontraban en la capital correntina, eran parte de familias ligadas al gobernador Lagraña y sus maridos no estaban al momento de la captura. Fueron llevadas hacia Paraguay, interrogadas y mantenidas en cautiverio hasta la toma de Asunción en 1869. Toribia de los Santos falleció durante esos años. Pasaron a la historia como las cautivas correntinas (Quiñonez, 2013).

Los niños paraguayos también fueron víctimas de la guerra. Miles murieron de hambre y otros a causa de las epidemias. Las hijas de las mujeres destinadas fueron separadas muy pronto de sus madres. Otras niñas y niños muy pequeños quedaron huérfanos. Cuando los aliados tomaron la capital muchos niños y mujeres fueron conducidos hacia allí desde el interior del país. En Asunción fueron robados, secuestrados o vendidos como sirvientes a miembros del ejército aliado. Existen testimonios de “paraguayitos” asignados a oficiales y las fotografías dan cuenta de ello. Se encuentran también registros de sirvientes niños de nacionalidad paraguaya en el censo argentino de 1869. Es famoso el caso del sobrino de Concepción Domecq, el niño Manuel Domecq García, quien fue secuestrado por los brasileños y por quien se pidió rescate. Domecq terminaría convirtiéndose en un almirante de la marina argentina (Potthast y Carreras, 2005). El tráfico de niños y mujeres paraguayos hacia los países aliados durante la guerra se trata de una temática que todavía resta explorar con más profundidad.

Durante la última etapa de la guerra la escasez de hombres en Paraguay llevó al gobierno de López a la decisión de reclutar niños para el combate. Los niños no habían sido ajenos a la vida en los campamentos militares de la región. Habían participado de tareas de limpieza y aprovisionamiento junto con las mujeres. Algunos comenzaban a cumplir funciones militares como la de tambor a sus diez años de edad. Sin embargo la masividad que adquirió el fenómeno en el ejército paraguayo hacia el final de la guerra llamó la atención de los contemporáneos. No era un destino buscado para los hijos pequeños el morir en la batalla. Según el testimonio de una “residenta” una madre vistió a su niño de mujer y logró que no fuera reclutado.

El general argentino José Esdrillo le escribió al Coronel Álvaro J. de Alsogaray el 21 de diciembre de 1868 que ya se podía dar por concluida la guerra porque solo eran “muchachos, viejos y hasta enfermos” 18 . Los aliados ya habían tomado Asunción, pero la guerra continuó. La batalla de Acosta Ñu el 16 de agosto de 1869 fue tristemente conocida. Al menos 2.000 paraguayos, en su mayoría niños y pre adolescentes, murieron en pocas horas. Habían peleado contra 20.000 soldados aliados adultos de los cuales solo murieron 26.

Prisionero paraguayo en enero de 1868. Excursión al Paraguay.
Fundación Biblioteca Nacional de Brasil

La ofensa debe ser reparada

Los testimonios sobre la crueldad de la última fase de la contienda llegaron a Buenos Aires y se asignaron a la obstinación del tirano López pero también al accionar del ejército brasileño. La responsabilidad del ejército argentino se dejaba, en estas representaciones, en segundo plano. El alejamiento definitivo de Mitre del frente, las condiciones del tratado de la alianza y la prolongación del conflicto despertaron un hartazgo ante la contienda. Sin embargo la imagen sobre el presidente paraguayo nunca dejó de ser negativa para la mayor parte de la opinión pública 19 , incluso la que se oponía a la guerra. El Congreso argentino recién trató en las sesiones abiertas la guerra en 1868, año de las elecciones. Félix Frías, senador de Buenos Aires, exponente del romanticismo católico, fue quien primero deslizó algunas críticas a las consecuencias que provocaba la duración de la guerra. En la sesión del 2 de octubre de 1866 por el voto por crédito a la guerra el senador Frías fue el único en expresar que “todos los sacrificios tienen un límite y es bueno que el país sepa hasta donde puede llegar”. Manuel Quintana se refirió a Paraguay como una república hermana y denunció las intenciones de desmembramiento. Recibió aplausos del recinto. Sin embargo su opinión sobre el gobierno de Paraguay seguía siendo negativa. Quintana prosiguió su interpelación al ministro Gelly y Obes con su indignación por lo que consideraba una inadmisible prolongación de la guerra ante lo que consideraba un rival menor:

El Sr. Ministro nos ha hablado de las riquezas del Paraguay, de lo repletas que estaban sus arcas y de lo bien armado de sus soldados. Las entradas del Paraguay no alcanzaban a un millón de patacones y es con entradas tan exiguas que no alcanzan a lo que produce en un año la Aduana de Buenos Aires que se puede sostener semejante tesis. ¿Qué era, Sr. Presidente, por otra parte, el Ejército Paraguayo? […] El armamento del Paraguay era tan inservible que cuando la toma de alguno de ellos tuvieron que abandonarlo (Manuel Quintana, Cámara de Diputados, 1 de junio de 1868, ANH).

La república paraguaya era para Quintana una hermana pero menor y dócil ante un gobernante despótico; en definitiva, había que terminar con López. Hacia el final de la guerra el discurso liberal adoptó un tono casi pedagógico que convivió con los peyorativos y demonizantes ya descriptos. Se les pedía a los paraguayos que dejaran de luchar y resistir, que lo mejor para ellos era la paz y el trabajo. Su líder, el Aníbal o el Alejandro del Plata, era un asesino salvaje que los estaba conduciendo a la ruina. López despreciaba las formas constitucionales propias de la Argentina y el congreso era meramente una farsa. Las anécdotas sobre el salvajismo de López se multiplicaron. Se denunciaron los fusilamientos que realizaba dentro de su propio ejército. También se tomaron casos menores como excusa para denunciar barbarie. En 1868 el periódico Las Provincias de Córdoba contó cómo López consintió que salieran del Paraguay niños y mujeres de nacionalidad italiana pero sin permitir que tuvieran contacto con el Río de la Plata y el Brasil.

En 1869 el ex presidente Bartolomé Mitre mantuvo una polémica epistolar con el periodista uruguayo Juan Carlos Gómez. Gómez fue muy crítico de la alianza pero no defendió al Paraguay, sino que se enfrentó a Mitre criticándole su estrategia de guerra que convirtió a Francisco Solano López en un héroe, desnudando así la inutilidad de las características de la alianza. Gómez que llamaba “tiranuelo” a López concluyó que la contienda no había sido contra un gobernante sino también contra todo su pueblo 20 .

Con la muerte de López la cruzada “libertadora” había cumplido su cometido. La prensa crítica del tratado celebraba el triunfo como un honor nacional y saludaba a todos los argentinos. Olvidaba lo que había considerado como injustas reclamaciones territoriales sobre Paraguay. El despotismo, el servilismo, la barbarie habían sido desterrados y había que festejarlo. La contienda con Paraguay comenzaba a formar parte del pasado, pero se abría un nuevo conflicto, esta vez diplomático y con otro rival. El Ministerio del Interior publicó la circular con la noticia oficial que llegó a todas las provincias y fue retransmitida en los periódicos 21 .

La Tribuna se jactaba de haber sido la primera en anunciar la guerra y también la muerte del “Nerón de América” 22 . El 4 de enero de 1870 La Nación Argentina pasó de ser “un puesto de combate a tribuna de doctrina” y se convirtió en La Nación . El ex presidente argentino celebró la victoria como un triunfo personal, partidario y también nacional:

La muerte de López, poniendo fin a las calamidades de la guerra, deja sellado definitivamente el triunfo de los pueblos libremente constituidos en Sud-América, demuestra el poder inteligente que los hace progresar, robustecerse y aliarse para su defensa común oponiendo un muro invencible a los ataques del despotismo y la barbarie. La muerte de López y el derrumbamiento de su gran poder es una lección para los déspotas y caudillos americanos (Citado en Periódico El Norte de Santiago del Estero, 24 de marzo de 1870).

Desde El Río de la Plata , José Hernández también opinaba y cerraba con el discurso que había sido el más extendido de la contienda en sus postulados centrales: “El Paraguay, esa China Sudamericana de ayer, es hoy un inmenso osario, donde han sido sepultados juntos, el déspota, el despotismo y la raza que lo soportó. (Periódico El Río de la Plata , 15 de marzo de 1870). La denominación de “China sudamericana” no era invención de José Hernández si no que el autor del Martín Fierro estaba retomando a Sarmiento, quien había descripto a Paraguay como una “China recóndita” en el Facundo . La concepción profundamente despectiva del pueblo paraguayo que tuvo Sarmiento a lo largo de su vida pudo contribuir a un “dejar hacer” desde su rol de presidente. Que la guerra siguiera su curso hasta terminar con López, que la ocupación no fuera puesta en duda, que los reclamos territoriales se concretaran, que se impusieran algunas medidas tendientes a “civilizar”. Ese hacer y dejar hacer fue finalmente la actitud de la mayor parte de la dirigencia política argentina de la época, aún los descontentos con la guerra y críticos de la alianza .

A modo de conclusión

Durante la contienda no hubo muestras de odio o resentimiento hacia el pueblo paraguayo. Sí, fundamentalmente, una visión despectiva, estigmatizante, peyorativa, condescendiente hacia el pueblo y una demonización absoluta de su gobernante. A través de esta imagen se construyó una idea de lo que no debía ser la Argentina. Muchos periódicos, intelectuales y políticos críticos de la guerra o de la duración de la guerra sostuvieron una postura negativa hacia el gobierno paraguayo. Si bien este discurso negativo sobre Paraguay se difundió en todas las provincias, solo tuvo una virulencia inusitada en Buenos Aires. Lo que no se logró sostener y difundir mayoritariamente fue la imagen del Paraguay como amenaza real y eso dificultó también la justificación de la alianza y de la prolongación de la contienda. En los frentes las visiones peyorativas fueron mutuas y constantes, comprendieron apelaciones despectivas hacia la raza, las costumbres y el idioma. Mitre fue el blanco de las representaciones negativas sobre Argentina en la prensa paraguaya.

La postura de defensa abierta al Paraguay fue esgrimida por una minoría acusada de traición a la patria que tuvo en Corrientes su máxima expresión material. En el resto del país la política fue más de indiferencia hacia Paraguay. La defensa intelectual más explícita fue la de Alberdi en el exilio. Los levantamientos montoneros no esgrimieron una solidaridad activa con Paraguay, el lugar del conflicto en su discurso fue menor y su accionar no tuvo como destino ni objetivo el país vecino.

La guerra fue presentada como una contienda de civilización contra la barbarie tanto desde el mitrismo como desde el autonomismo y algunos ex federales. Los liberales opositores al mitrismo ganaron las elecciones nacionales y decidieron continuar con la guerra. Hacia el final de la misma una posición de lástima ante el desastre poblacional consumado asomó, pero no presentó conflicto en conjugarse con la ocupación de Paraguay durante siete años y la reivindicación de los reclamos territoriales.


1 . Agradezco muy especialmente los comentarios de Liliana Brezzo a una primera versión de este capítulo.

2 . Es preciso recordar que el intelectual argentino Estanislao Zeballos había emprendido el proyecto de redactar una historia general de la contienda, proyecto que quedó inconcluso. Sin embargo dejó valiosos testimonios de entrevistas que realizó en Paraguay a diferentes participantes de la guerra. Con esta frase comienza su descripción sobre el Sargento Pedro Duarte, un oficial paraguayo que cayó tempranamente prisionero de los aliados durante la Guerra Grande. Citado en Brezzo ed (2015).

3 . En 1846 encontramos otra crítica a la visión de los hermanos Robertson en el mismo periódico: “Por las mismas exageradas descripciones de Mister Robertson consta que el Dictador Francia tenía gran popularidad entre sus compatriotas. El Doctor Francia en la época que designa Mister Robertson, era la persona más respetable del Paraguay por sus virtudes cívicas, por su talento y vasta instrucción”. Periódico La Gaceta Mercantil, 22 de julio de 1846. BNMM.

4 . “El Gobierno del Paraguay, el único en el mundo por sombrío y personal, está empeñado en conquistar la fama de desleal y torpe en sus relaciones internacionales. La política interna de un gobierno puede ser tan sombría, tan despótica y arbitraria, como lo permita el pueblo desgraciado que tenga que sufrirla. El único peligro que corren los déspotas opresores es que el pueblo reviente sus cadenas y se vengue de sus carceleros […] El Paraguay desde que ha empezado a temer por el equilibrio del Plata, desde que quiere parangonar su bárbaro despotismo en nombre de la República, con el sistema monárquico pero liberal del Brasil, ha perdido completamente la cabeza, y marcha al abismo con la precipitación del mareo”. Periódico El Nacional , 6 de diciembre de 1864. BUNLP.

5 . “Al inaugurarse la guerra alevosamente provocada por el Presidente del Paraguay contra mi país, en la cual al vengar éste las afrentas inferidas a nuestra gloriosa bandera, va a llevar con las armas aliadas la crisis de la libertad y la iniciación revolucionaria del siglo XIX y de los principios de Mayo al seno del pueblo atónito, que aquel despotiza, me ha parecido, que no carecería de interés el estudio de las perturbaciones del siglo pasado, en que se revela el nervio de la sociedad paraguaya, enervada hoy por la acción perseverante de los tiranos. […] Naturalmente mi estudio se detiene en la víspera de la victoria. […] Este trabajo sintetiza los fundamentos de mi entusiasmo por la Guerra del Paraguay” (Estrada, 1865: prólogo VIII y IX).

6 . “Compatriotas: las fuerzas paraguayas que ocupan la Provincia pertenecen a una República que siempre ha sido para vosotros un pueblo hermano, no son nuestros enemigos son, sí, nuestros mejores amigos. La única misión entre nosotros es defender la independencia de las Repúblicas del Plata, hostilizadas por el Emperador del Brasil y comprometida por la política lusidiosa del Gobierno de Mitre” (Teodoro Gauna, Víctor Silveros, Sinforoso Cáceres, 3 de mayo de 1865 citado en Ramírez Braschi, 2004).

7 . La entrevista tuvo lugar en 1888 en Asunción y figura en el Archivo Juan Bautista Gill Aguinaga. Fondo Estanislao Zaballos. Memorias y Recuerdos de Pedro Duarte. Los testimonios recogidos por Zeballos fueron compilados y prologados con un estudio preliminar de Liliana Brezzo (2015: 89).

8 . “El señor redactor de “El Progreso”… y el “Independiente” son lobos de una misma carnada, son defensores de la “causa” de la “justicia” que el Paraguay se levanta a defender” (La Esperanza , 4 de diciembre de 1864, citado en Ramírez Braschi, 2004; 64) “Y si el Independiente es tan liberal como se jacta –porque no ha apreciado los actos de vandalismos cometidas por partidas paraguayas? Y si es representante sincero de los intereses locales, por qué no tiene jamás una Palabra para ese pueblo que dice darle vida? Es incomprensible verdaderamente. Al que lea “Independiente” creerá ver un periódico publicado en el Paraguay” (El Progreso , 15 de enero de 1865, citado en Ramirez Braschi, 2004: 66).

9 . Debe tomarse con cautela esta fuente porque el informante Máximo Alsina, de origen pampeano, tenía menos de 15 años en el momento de la invasión paraguaya a Corrientes “Día veintiocho de mayo / En el puerto de Corrientes / Se baten los paraguayos / Con los porteños valientes. / Para acreditarlo siempre / Que pelearon con valor / Viva el coronel Charlone / Y el almirante brasilero / Muera el presidente López / Viva el general Paunero (Fernández Latour, 1960: 243).

10 . “La prensa de Buenos Aires se ocupa mucho de un nuevo folleto escrito por Alberdi en favor del Paraguay y contra su patria. Alberdi quería ver a ésta humillada y despedazada por el tirano López, antes que bajo el Gobierno del Presidente Mitre. […] Alberdi, esa encarnación del odio a Buenos Aires, cree que hace eco en su país la palabra envenenada que le envía del otro lado de los mares. El suizo de pluma hoy al servicio del tirano López, no quiere persuadirse del desprecio y execración con que su país responde a sus infames folletos. […] El traidor Alberdi presenta al pueblo argentino más atrasado que el Paraguay; predica la alianza de sus compatriotas con el tirano López contra el Gobierno de Mitre, es decir, predica la traición, al propio tiempo que en el extranjero pretenden desprestigiar nuestra causa ridiculizando su propio país. Pero dejemos al traidor entregado a sus infamias y revolcándose en el fango de sus errores. Basta lo dicho para que se acabe de conocer en este país a ese vendido al oro del Paraguay”. Periódico El Liberal , Tucumán, 22 de abril de 1866. BUNLP.

11 . “Poco a poco van quedando en transparencia las groseras mentiras que algunos diarios de Buenos Aires han dado en la flor de publicar con el propósito de desprestigiar ante el extranjero la causa que con heroico denuedo sostiene el Presidente del Paraguay. […] ¿Qué no han dicho los diarios de Buenos Aires respecto de las bárbaras matanzas cometidas por López? ¿Con qué colores no han pintado la sangrienta ferocidad de ese Cacique cuyo principal crimen consiste en saber defender la integridad y soberanía de su Patria, amenazada de muerte por la agresión vandálica de tres naciones coaligadas que han ido arrastradas allí por maldad y desmedida ambición de sus gobiernos?”. Periódico El Pueblo , 20 de enero de 1869. BUNLP.

12 . “Los aparaguayados, abundan en las provincias del interior, son los adeptos espirituales de los paraguayos asalariados que tiene López en Buenos Aires y en otras partes para defender su causa con el arma de la prensa batería moral, torpedos en otro mundo mucho más terrible que la máquina destructora del encorazado Brasil, que tienden a destruir la fuerza del prestigio que sostiene a la justa causa. Santiago del Estero como otras Provincias más fértiles, produce algunas malas yerbas. El rechazo sufrido por los aliados en Curupaity ha hecho aparecer a los aparaguayados, especie repugnante y ridícula”. Periódico El Norte de Santiago del Estero, 28 de octubre de 1866. BUNLP.

13 . Las declaraciones de Godoy están en los testimonios recogidos por Zeballos: “Me pareció una adulación exagerada, si hubiera venido de un compatriota lo hubiera creído pero no de un extranjero” (Brezzo dir, 2015: 132).

14 . “Yo he traicionado mi patria y he mancillado sus glorias, he borrado las victorias que en otro tiempo alcanzó yo la he entregado a su verdugo la nación argentina pidiendo limosna al Imperio del Brasil”. Periódico Cabichui, 23 de noviembre de 1867, Museo del Barro.

15 . “Incapaces de pensar y de raciocinar, vivían contentos en la ignorancia y la barbarie y marchaban un siglo a retaguardia de sus vecinos, se doblegaban tímida y servilmente ante cualquier tirano que se les impusiera, ante cualquier déspota bastante desalmado para robarles y eran incapaces de levantar un dedo para protestar contra cualquier carga, que se les impusiera por pesada y estúpida que ella fuera. No puedo todavía, ni culparlos del todo, ni compadecerles. Su alegría, su urbanidad, la espontánea bondad y la claridad de los unos para con los otros, cuando ni la sombra de la sombra del gobierno pasaba sobre ellos; su obediencia a sus superiores, tan extraordinariamente probada en las crueldades que sufrieron y que inflingieron su amor al hogar y a la patria, su coraje y su paciencia, les hacen merecedores de uno u otro sentimiento” (Masterman, 1870: 312).

16 . “En cuanto a su patriotismo, la guerra misma prueba suficientemente que no conoce siquiera este sentimiento. Un tirano jamás encontraría una policía más dócil que los mismos hombres que han peleado por él con tanta abnegación. La inhumana crueldad con que ejecutaban sus órdenes, puede ser atribuida en parte a la ferocidad natural y en parte al placer que hombres tratados con inusitada severidad, sienten en pisotear a los que les son superiores en nacimiento o fortuna” (Masterman, 1870: 5).

17 . Durante 1869 se publicó además en Buenos Aires por orden del Gobierno Nacional “Papeles del tirano del Paraguay tomados por los aliados en el asalto de 27 de diciembre de 1868”, en el cual se repetían algunos de estos postulados peyorativos. Además ese mismo año se publicó la memoria del ministro de Guerra Martín de Gainza al Congreso Nacional en el que se desplegaban las concepciones repetidas durante toda la guerra sobre el gobierno paraguayo y se celebraba el accionar de la Legión Paraguaya. La Legión fue invocada, aunque no frecuentemente, como demostración de que la guerra era contra el gobierno y no contra el pueblo. La memoria del ministro contenía además una carta de generales aliados “al pueblo paraguayo” en la que se les prometía la libertad como nación y se describía las acciones como “guerra al despótico gobierno del Paraguay, compasión al pueblo que gime bajo su férreo yugo”, frase que se remarcaba con la tipografía.

18 . Archivo General de la Nación, Buenos Aires. Guerra del Paraguay 43-10-7.

19 . “Para nosotros ya lo hemos dicho antes, la guerra contra el Paraguay es una cosa, y las estipulaciones políticas del tratado, para después de la guerra son otras. La ofensa brutal inferida por el gobierno paraguayo debe ser reparada y para conseguirlo hemos dicho que un tratado de alianza ofensivo y defensivo con el Brasil y Estado Oriental era lógico atentos los sucesos y la posición de esas naciones respecto al Paraguay. Pero un tratado de alianza para hacer la guerra ofensiva y defensiva, en el que para nada necesitaron entrar planes políticos que no tendrán realización sino después de la guerra y que a nuestro juicio recién entonces debieron surgir”. Periódico La Tribuna , agosto de 1866, BNMM.

20 . “Un historiador como usted no podía dejar de ver sin ceguedad, sin inmeditación, sin una inconsciencia e improvisación supinas, no podía dejar de ver en Francisco Solano López lo que habían sido en nuestros pueblos Artigas, Güemes, Quiroga, su expectable Urquiza y, en más alta escala Rosas. […] Entonces la guerra hubiera sido al tirano y no al pueblo; entonces el pueblo se habría asociado a sus redentores; entonces la guerra hubiera sido fácil, y en tres meses nos habrían recibido en la Asunción bajo arcos triunfantes y lluvias de flores. […] La política de usted dio a López posición nacional, carácter popular, significación política. Su política hizo de López, tiranuelo obscuro, vulgaridad personal, un personaje histórico, por más que me duela y me pese tanto o más que a usted divisar en las galerías de la posteridad a los que hemos visto de cerca repugnantes figuras.” Correspondencia Juan Carlos Gómez, 16 de diciembre de 1869.

21 . Buenos Aires, Marzo 8 de 1870 / Al Exmo. Sr. Gobernador de la Provincia de… / Cumplo con la satisfactorio deber de acompañar a V.E. un boletín impreso, en que verá ese Gobierno que con la muerte del expresidentes de la República del Paraguay, Mariscal Francisco Solano López, ha terminado completamente la guerra que sostenían las potencias aliadas contra el Gobierno de aquel. / Al comunicar a V.E. tan fausta nueva, solo tengo tiempo para felicitar, por su intermedio, al pueblo de esa Provincia, cuyos hijos han concurrido como los de las demás, a dar tanta gloria a la República, como lo que reflejará sobre ellas la historia de la campaña que ha terminado. Dios guarde a V. E. DALMACIO VELEZ SARFIELD.

22 . “López era un déspota, el camino de su vida lo marcó una huella de sangre derramada por su orden; la humanidad estaba humillada por sus vejámenes, pero la justicia de Dios le ha castigado ya y por su brazo justiciero está vengada la humanidad herida. […] La Guerra del Paraguay ha costado a la República Argentina, vidas que importaban a la civilización mucho más que la de Francisco Solano López; vidas que ha destruido la bárbara crueldad del déspota, o que se han extinguido escapando por la herida que abrió en el cuerpo de nuestros bravos el plomo o el chuzo del hombre que el servilismo hizo su instrumento. Al anunciar a nuestros lectores, con la muerte de Francisco Solano López, la terminación de la guerra que este había arrastrado a los aliados, y al felicitar a la República Argentina por la gloriosa parte que le ha cabido en esta lucha que ha dado por resultado la libertad del Paraguay, y la extinción de sus tiranos al recordar que ya no necesitamos de más sacrificios para vengar el honor de la nación, tributemos un recuerdo a nuestros muertos gloriosos, exclamando con el poeta: ¿Murieron algunos? Felices –al menos. Un templo en el pecho tendrán de los buenos. Qué ingrato el olvido no irá a profanar. Paz en las tumbas”. Periódico La Tribuna , 9 de marzo de 1870. BNMM.