En este capítulo se retoma el debate sobre el rol de Uruguay y de Gran Bretaña durante la Guerra de la Triple Alianza. Se trata de dos casos que suelen representarse con una actuación casi opuesta. El primero se suele aludir como un aliado “simbólico” por su presencia numérica minoritaria en el ejército aliado y por no haber efectuado reclamos territoriales sobre Paraguay. En el caso de Gran Bretaña la imagen esgrimida es la contraria. Aunque no fue parte de la Triple Alianza, el imperio Británico fue considerado por algunos autores como el cuarto aliado, un protagonista oculto y decisivo de la contienda.
Aunque la participación militar de Uruguay fue acotada lo cierto es que se trató también del espacio en donde se dirimieron las disputas políticas de los vecinos y en donde comenzó efectivamente la guerra. La hipótesis que ubica a Gran Bretaña como el gran instigador de la contienda no tiene prácticamente sustento para la mayor parte de la comunidad académica actual. Sin embargo conserva un peso enorme en el inconsciente colectivo, en los discursos políticos y en algunas representaciones artísticas, fundamentalmente en Argentina aunque también en el resto de los países involucrados.
Desde 1830 “Estado Oriental del Uruguay” era el nombre oficial de la actual República Oriental del Uruguay. “Banda Oriental” había sido su denominación durante la colonia, “Provincia Oriental” durante la época de la independencia (entre otras) y “Provincia Cisplatina” durante la ocupación luso brasileña. La denominada gesta de los 33 orientales y la posterior guerra entre Brasil y Argentina habían desembocado en su independencia definitiva en 1828. En esta instancia el Reino Unido tuvo un papel destacado como mediador y con su actuación contribuyó a la creación de lo que la diplomacia consideraba un estado “tapón” que evitaría los conflictos entre los dos entes políticos que lo rodeaban. Sin embargo y a pesar de su independencia, Uruguay continuó actuando como un espacio en donde se proyectaban las disputas partidarias de sus vecinos.
La referencia mayoritaria a Uruguay con el nombre de Banda Oriental en el debate público porteño durante la década de 1860 daba cuenta aún de la imposibilidad de representarlo con su autonomía propia. El nombre seguía denotando aquello que estaba al oriente, en este caso del río 1 y se mantenía de esta manera la denominación propia de la época colonial y de la revolucionaria. De todas maneras, la prensa porteña insistía en la importancia de la independencia de la Banda Oriental. Este juego dúplice se correspondió con la política mitrista, obsesionada con invocar la neutralidad mientras prestaba apoyo material a la invasión de Venancio Flores. Las referencias remanidas a la independencia y neutralidad no fueron si no un signo de políticas que muchas veces se contraponían con ellas, pero que ya para la década de 1860 no era conveniente explicitarlas.
Durante 1863 algunos pocos periódicos de Buenos Aires, pero principalmente los de Montevideo acusaron, fundadamente, a Mitre y a su gobierno de violar las políticas de neutralidad por dar asilo y ayuda económica y militar al general Venancio Flores en su intento de derrocar al gobierno blanco. La Nación Argentina publicó numerosos artículos defendiendo de manera casi obsesiva la neutralidad del gobierno argentino 2 . En esta visión, el conflicto oriental y la prensa del partido blanco, susceptible y difícil de contentar, buscaba corroer esta reciente unidad. Las disputas partidarias parecieron prevalecer en el discurso de la prensa uruguaya y ese era el rasgo más condenable y peligroso para la unidad argentina. Hasta este momento Paraguay no existía como enemigo claro en el discurso mitrista, era el gobierno oriental encarnado en el partido blanco (y no la totalidad de la nación oriental), la que podía aliarse con Entre Ríos y destruir la unidad nacional de Pavón. Incluso en septiembre de 1863 se llegó a especular con que la Banda Oriental podía declarar la guerra contra Argentina en alianza con Paraguay o Brasil, lo cual constituía para el periódico mitrista “una compleja burla”. La política de alianzas y enemistades no se mostró con claridad, sino hasta poco antes del comienzo de la guerra. Aunque el mitrismo denunciara que la política partidaria era la que hacían sus adversarios, el conflicto primigenio que dio origen a la guerra apareció principalmente como una lucha de partidos que trascendió las fronteras entre estados: el conflicto de Brasil con el partido blanco, el apoyo del mitrismo a los colorados, las simpatías del gobierno paraguayo con el partido blanco y las posibles alianzas con el federalismo argentino.
En opinión del gobierno paraguayo, la existencia soberana del Estado Oriental mantuvo un equilibrio que fue visto por el mitrismo como una farsa 3 . Para los periódicos de mayor difusión en Buenos Aires, el culpable de los disensos del otro lado del río era el partido blanco a quien se lo caracterizaba como bárbaro, salvaje e intransigente y se lo equiparaba al partido federal, aunque con un poder institucionalizado que lo volvía más peligroso. La Tribuna coincidía con La Nación Argentina en este sentido 4 . Carlos Guido y Spano describió más tarde en su trabajo “El gobierno y la alianza” de 1866 la ligazón entre el partido blanco y el federalismo argentino como razón de la condena al partido blanco por parte de la opinión pública liberal porteña 5 . El periódico satírico El Mosquito dio cuenta también de la visión que representó al Uruguay como espacio de lucha partidaria. En agosto de 1864 publicó la siguiente caricatura:
Periódico El Mosquito , Buenos Aires, agosto 1864. Hemeroteca Archivo General de la Nación
Dicen los epígrafes:
Soldados del valeroso ejército libertador! Los enemigos de la patria están muy cerca de nosotros! Compañeros! Ha llegado el momento de probar nuestro valor y denuedo. Héroes! Vamosnos a 20 leguas para rehacer nuestras caballadas y volver a destrozar a los cobardes, infames, asesinos.
Soldados del valeroso ejército de las leyes! Los enemigos de la patria, al mando del vándalo Flores, están muy cerca de nosotros! Compañeros! Ha llegado el momento de probar nuestro valor y denuedo! Héroes! Vamosnos a 20 leguas.
Uruguay era una nación dividida en dos partes casi iguales. Cada líder se arrogaba la legitimidad en nombre de la patria. Una contienda que parecía estéril ya que los discursos eran casi calcados. La diferencia era que allí donde Flores invocaba la libertad, el partido blanco invocaba la ley. Flores aparece representado como un gaucho “libertador” y los blancos como un ejército. Las disensiones partidarias fueron percibidas en forma negativa por la prensa porteña que más allá de sus diferencias políticas pretendía mantener un orden y temía por las proyecciones de los sucesos orientales de este lado del río.
El conflicto entre el Imperio del Brasil y el gobierno uruguayo por los habitantes riograndenses en el país oriental no encontró su cauce por la vía diplomática. Para el partido blanco y sus aliados, porque los pedidos del Imperio eran imposibles de cumplir sin ceder soberanía. Para la opinión pública porteña más difundida en el momento, la ruptura de la negociación oriental era nuevamente responsabilidad del espíritu de partido que había dominado a los blancos y su falta de unión nacional 6 . El 4 de agosto de 1864 el plenipotenciario Saraiva presentó el ultimátum que exigía en un plazo de seis días, la amplia reparación de todos los daños infringidos a los súbditos brasileños en territorio oriental, caso contrario fuerzas navales y militares procederían a tomar represalias. En el mes de junio había tenido lugar la conferencia de Puntas del Rosario. Bartolomé Mitre y varios miembros de su gabinete no estaban convencidos de prestar más que apoyo moral a la causa brasileña, por causas económicas y porque muchos aventuran que no era una medida con gran apoyo popular. El historiador Thomas Whigham demostró que Mitre permitió incluso en un momento el paso de armas al Paraguay (Whigham, 2010).
La oposición al mitrismo enmarcó la toma de Paysandú como una política de absorción y conquista de estados. Miguel Navarro Viola denunció en su trabajo de principios de 1865 Atrás el Imperio que era preciso defender esa bandera oriental deshonrada ante la intromisión extranjera disolvente de una nación hermana: “Apoyar a los Orientales contra los Brasileros, es apoyar a los propios contra los extraños, a los demócratas contra los imperialistas, a los liberales contra los esclavócratas, a los dueños de casa y de una casa vecina y de nuestra propia familia, contra los salteadores, y los asesinos y los incendiarios de Paisandú” (Navarro Viola, 1865: 104). Con la invasión brasileña, los opositores argentinos a la guerra, intentaron presentar en segundo plano la cuestión partidaria y pusieron de relieve la independencia nacional oriental que había sido ultrajada. El clímax de esta defensa de la dignidad nacional oriental lo representaron para Carlos Guido Spano y los opositores al mitrismo, la heroica resistencia a la toma de Paysandú a fines de 1864 que contaba con participación argentina y su héroe, Leandro Gómez: “Allí el patriotismo oriental hace una magnífica explosión, alumbrando hasta el fondo el abismo de inquidad en que se precipita a la República. Ella ha confiado en el trance supremo la guarda de su honor a un puñado de sus mejores hijos, en quienes fermenta la savia robusta de los héroes.” (Guido y Spano, 1866: 63). El espíritu de partidos corroía la nacionalidad, blancos y colorados eran dominados por el odio.
Para los periódicos autonomistas porteños la toma de Paysandú se consideró como un acto de barbarie pero de parte del partido blanco, al que buscó demonizarse detallando supuestos actos salvajes que habían cometido 7 . La Banda Oriental se convirtió en un espejo para mirar la situación de la Argentina. Los colorados representaron a quienes habían luchado en Cepeda y Pavón y quienes se habían opuesto al tirano Rosas. Además de bárbara, se consideró a la resistencia como algo inútil, producto de la irracionalidad, de la mezquindad del partido blanco. Paysandú produjo muertes evitables y es significado como un ejemplo aleccionador de lo que no debe suceder en Argentina. Una advertencia de lo que podía pasar si el partido blanco extendía sus conexiones más allá de tierras orientales. 8
El conflicto en la Banda Oriental comenzó representado fundamentalmente como partidario, pero cuando la invasión brasileña se concretó, los opositores al mitrismo pusieron de relieve la soberanía oriental violada. Y el mitrismo y sus aliados respondieron ubicando la verdadera nacionalidad en el bando colorado y su apoyo imperial. Ambos bandos invocaron valores como la libertad y la independencia y ubicaron conductas bárbaras en su oponente. Los opositores al mitrismo agregaron un componente cultural a su defensa de la soberanía oriental por historia y tradición en contraposición a la experiencia brasileña. El territorio uruguayo como tierra de promesas, de recursos abundantes codiciados y la idea del espejo porteño son una imágenes conocidas de la historiografía clásica de ese país (Sansón Corbo, 2018).
Con el partido blanco derrotado y la triple alianza como desenlace inminente, el discurso de los periódicos porteños liberales sobre la República Oriental ya no se mostraba enfocado principalmente hacia los partidos uruguayos sino a su pueblo entero. El mitrismo y sus partidarios comenzaron justificando la contienda naciente con la bandera de la independencia y libertad uruguaya y la paz en la región. El Nacional fue más allá y postuló que “La República Oriental, además es la causa de esta guerra –su independencia y su libertad serán el premio de la sangre que se derrame en los campos de batalla” (Periódico El Nacional , Buenos Aires, 27 de abril de 1865. BUNLP). Los gobiernos de Argentina y del Paraguay pusieron en sus discursos justificatorios la necesidad de la guerra para garantizar la independencia uruguaya y la paz en la región, aunque difirieron en atribuir una situación de equilibrio, característica defendida por Francisco Solano López. A Uruguay se lo representó como un otro cercano, aliado, fraterno como lo mostró la obra de José Manuel Estrada de 1865 sobre el Paraguay: “La intervención de la República Oriental de la triple alianza, está del mismo modo rodeada de una aureola de indisputable simpatía. La fraternidad de los pueblos cultos del Río de la Plata es una verdad, y entra en la historia bajo los auspicios de una obra generosa y de los copiosos laureles con que orlarán su frente” (Estrada, 1865: 350).
Una vez que el conflicto se transformó de guerra civil en guerra internacional la atención del mitrismo y sus aliados y de la prensa brasileña se desvió de Uruguay. El contraste fue notorio. Los editoriales antes obsesionados con la cuestión oriental y el partido blanco pasaron a dedicarse a la justificación de la guerra y de la triple alianza. El periódico La América hizo referencia a los exiliados que tenían que abandonar su patria por su oposición a la guerra y reclamaron al Imperio del Brasil que reconociera la legitimidad de su existencia como nación. Aquí se entremezclaron el sentido político en la que se igualó a estado o gobierno y cultural de la misma: “El Imperio busca llevar al descrédito a la República Oriental, a fin de que los gobiernos extranjeros repitan que es una nacionalidad imposible y facilitar de ese modo la conquista.” (La América , Buenos Aires, 24 de febrero de 1866). Los orientales no querían ser argentinos ni brasileños, querían que se los reconociera, eran una nación que existía. 9
La presencia de soldados uruguayos en el frente fue sensiblemente menor en número que lo del resto de los aliados. La guerra se representó en Uruguay como ajena y como una lucha de partidos ya resuelta. La sensación de culpa apareció en la historiografía uruguaya de principios de siglo XX (Reali, 2016). La población de Uruguay al momento de la guerra se calculaba en torno a los 250.000 habitantes. Acudieron a la guerra 1500 orientales y solo regresaron 150 (Casal, 2004). En 1866 el general Flores, su escuadrón y el batallón Florida retornaron a Uruguay. A mediados de ese año el Coronel Palleja murió en combate en la batalla de Boquerón y fue enterrado con honores por sus soldados. La baja en el número de uruguayos en el frente, la falta de referentes y corresponsales y la progresiva incorporación de prisioneros paraguayos a la división oriental contribuyeron al distanciamiento oriental del conflicto (Casal, 2009).
Para finales de 1866 la división oriental contaba con solo 920 miembros de los cuales varios eran prisioneros paraguayos, al año siguiente solo unos 600 hombres en un ejército aliado de 45.000. El asesinato de Flores en 1868 provocó que las banderas se colocasen a media asta en el frente y se llevaron adelante ceremonias religiosas en su honor. La división oriental fue autorizada por el General Castro de abastecerse de cueros y yerba mate durante el saqueo de Asunción (Olivero Orecchia, 2015). El General Suárez vendió varios niños paraguayos a estancieros uruguayos a su regreso (Casal, 2004). Brasileños y argentinos presionaron al gobierno uruguayo para que mantuviese sus tropas hasta el final de la guerra, pese al cansancio de los oficiales y soldados. Según testigos unas 300 mujeres paraguayas acompañaron el regreso de las tropas orientales a Uruguay. Aunque la presencia numérica fue menor para algunos hombres el recuerdo de su experiencia en Paraguay quedaría grabado en la memoria. En la tumba del sargento uruguayo Miguel Ángel Navajas, quien falleció en 1903, se colocó entonces una escena de una batalla de la guerra pintada por Félix Morelli.
La división oriental vuelve del Paraguay. 1869. Masoni.
Acervo digital de la Biblioteca Nacional de Uruguay
No aparecen conflictos o representaciones tan claramente antagónicas con respecto a los uruguayos en Paraguay, Brasil y Argentina durante el conflicto. Con los argentinos si bien se manifiesta una relación más cordial porque muchos de los jefes colorados habían sido apoyados por Mitre, existieron algunos conflictos que dejaban marcada una división nacional. El capitán Francisco Seeber escribió en mayo de 1866: “En nuestras filas no hay una armonía perfecta; parece que se han formado dos bandos, uno por los jefes y oficiales orientales que en tanto en tanto tiene nuestro ejército, y otro por el de los jefes y oficiales argentinos, que los resisten, por celos de las influencias que aquéllos ejercen. No encuentro justificadas estas divisiones, y espero que han de desaparecer” (De Marco, año, 2003: 64). La opinión de León de Palleja sobre la Guardia Nacional Argentina antes de caer en Boquerón era diferente: “Son batallones de ciudadanos de todas clases que acuden al llamado de la Patria en peligro. Con el mayor placer consigno el tributo de admiración y respeto que me inspiran estos cuerpos de la Guardia Nacional Argentinos, cada vez que tengo la suerte de verlos; debe estar orgullosa la Nación Argentina que cuenta con tales ciudadanos.” (Palleja, 1960, II: 12-13). Los campamentos y los batallones de todas formas estaban diferenciados.
La compañía Bate & Cia tuvo su sede en Montevideo en la calle 25 de mayo. Pudieron tomar fotografías de la situación en Paysandú posterior al sitio. La imagen de la Iglesia bombardeada es de las más famosas y fue reproducida en ilustraciones en la prensa porteña. Otra de las fotografías más famosas fue la de la muerte de Palleja. En ella se ve a los soldados del Batallón Florida cargar su cuerpo que está envuelto en la bandera de Uruguay. La imagen fue obtenida entre los días 18 y 19 de julio de 1866 (Vigil y Vallarino, 2007; Del Pino Menck 1997).
Muerte del Coronel Palleja. Javier López. Bate & Cia. Albúmina. 1866.
Biblioteca Nacional de Uruguay
Uruguay participó hasta el final de la contienda aunque con muy pocos soldados. No obtuvo beneficios territoriales de la guerra y aunque tampoco cesaron los conflictos armados internos, la Guerra de la Triple Alianza sellaría su independencia en la región. La intervención en sus asuntos había costado muy cara. La guerra cerró el ciclo de disputas entre soberanías abierto con la disgregación de los imperios coloniales también en Uruguay.
Las teorías conspirativas se basan en la explicación de un acontecimiento de gran importancia histórica a través del accionar de un grupo poderoso, secreto y malintencionado. Ofrecen certezas al que las enuncia, un mundo dividido entre los otros “malos” y nosotros los “buenos”, el conocimiento total de cómo ha funcionado el pasado, cómo funciona el presente y qué ocurrirá en el futuro. Por si fuera poco obsequian al lector la sensación de formar parte de una elite iluminada, más iluminada que los propios conspiradores. Estas teorías involucran múltiples participantes para su concreción. La capacidad de estos conspiradores para hacer efectivo su cometido es perfecta. Se trata de confabulaciones absolutas que buscan cambiar un orden establecido de manera permanente y a gran escala.
Las conspiraciones como pequeñas reuniones con fines acotados existen, pero las teorías conspirativas apelan a un determinismo tan abarcador y determinante que resulta muy difícil de sostener. La historia, como la vida misma, se rige en gran parte por la contingencia, por lo inesperado. Hay un número casi infinito de consecuencias imprevistas posibles que escapan al control de los actores. Actores que no son dioses omnipresentes si no seres humanos.
La Guerra de la Triple Alianza tiene su interpretación conspirativa que con algunas variantes podría resumirse en que se trató de una contienda orquestada por el Imperio Británico para destruir el desarrollo económico de un Paraguay que hasta entonces era considerado como una potencia de la región o del mundo. Esta versión conspirativa sobre la guerra ha sido desestimada por numerosos académicos desde hace ya varias décadas. No se trata de una historia escrita por los ganadores de la guerra como se suele denunciar. La historia (la historiografía) no la escriben los que ganan, la escriben, la escribimos los historiadores. Los que ganaron y los que perdieron escribieron también alguna vez su historia. Los historiadores trabajamos con todas esas fuentes. Historiadores que no ganamos ni perdimos esa guerra, que nacimos en países que alguna vez la pelearon o no.
La versión de la Gran Bretaña instigadora de la guerra conserva en Argentina una fuerza inusitada que no tiene ni siquiera en el país que resultó vencido, Paraguay. De alguna manera se ha convertido en el relato oficial de la historia de uno de los vencedores. La explicación de este fenómeno podría relacionarse con el anclaje de las visiones hispanistas y la reciente experiencia de Malvinas. Pero a veces las razones exceden el conocimiento histórico. Por más evidencias que se puedan invocar, la necesidad de creer en una conspiración oculta funciona a través de mecanismos que exceden las competencias de la formación académica de los historiadores. La filosofía, la sociología, la literatura y la psicología pueden ser necesarias también para entender el arraigo de esta manera de razonar.
Naturalmente no se trata de defender a Gran Bretaña. Si mencionamos el tema es por la gran recurrencia con la que surge en reediciones de libros, en el discurso político, en las redes sociales, en conversaciones sobre la guerra. Comprender los conflictos regionales del período posterior a las independencias es suficiente para entender el origen de la Guerra de la Triple Alianza. La paradoja de las visiones conspirativas latinoamericanistas es que su excesiva atención a un enemigo imperial lejano deja en segundo plano las realidades y conflictos específicos al interior de la región que intentan defender. Así consideramos que no prestan suficiente atención a los actores (latino) americanos y a sus motivaciones, Gran Bretaña pasa a desempeñar el papel de chivo expiatorio para las responsabilidades aliadas. La insistencia con la injerencia “extranjera” puede denotar una postura nacionalista.
La guerra se explica por la disputa de los estados nacionales en formación. Lo que hoy nos resulta dado o evidente no lo era en el siglo XIX. La Guerra del Paraguay no fue la única contienda en torno a disputas territoriales, vías de acceso y recursos de la historia, por el contrario se trata de causas relativamente comunes. El efecto de guerra total sobre Paraguay no es tan común pero no precisa tampoco de explicaciones conspirativas. Las guerras suelen durar más de lo previsto, las epidemias multiplican muertes, la obstinación de los gobernantes no colabora. La Guerra de la Triple Alianza la hicieron brasileños, paraguayos, argentinos y uruguayos. Sostener que Gran Bretaña no llevó adelante la Guerra de la Triple Alianza y que Paraguay no era una potencia no implica apoyar a los aliados ni desconocer el efecto destructivo que tuvo la contienda sobre la economía y sociedad paraguayas.
Gran Bretaña era la potencia mundial entonces y está presente en diferentes dimensiones de la historia rioplatense, las fuentes dan cuenta de ello, es posible estudiar su accionar durante este y otros conflictos. Sin embargo su incidencia en la Guerra contra Paraguay no fue determinante. No explica por sí misma el inicio de la guerra, sus causas, ni ha condicionado decisivamente su desarrollo. Por otra parte es importante señalar que no existía una Gran Bretaña monolítica si no que el estado y otros grupos de poder como los bancos, la prensa e incluso los diplomáticos actuaron de maneras diversas, no siempre coordinadas y muchas veces contradictorias. Estas posibles líneas de trabajo secundarias parecen más fructíferas que las visiones totalizadoras y conspirativas y muchas de ellas han sido indagadas con resultados diferentes a lo esperado por los conspiracionistas. Si hasta ese momento hubo una injerencia británica directa en la relación de Argentina y Brasil fue la de asegurar la independencia de la Banda Oriental como un “estado tapón” que contuviera la expansión de sus vecinos. Con todas las temáticas que restan por explorar sobre la guerra en la historia de los países que efectivamente la llevaron adelante, es sintomática la obsesión con Gran Bretaña. Resulta más ligero buscar hipótesis conspirativas externas que abordar un conflicto tan violento en sí mismo.
El revisionismo histórico es la denominación que recibió una corriente historiográfica que surgió con fuerza a mediados del siglo pasado en Argentina. Aunque existen diferentes tendencias dentro del revisionismo, de derecha a izquierda, todas comparten el objetivo de revisar la historia denominada oficial o mitrista, es decir, poner en evidencia lo que deliberadamente se ha ocultado. En el caso de la Guerra del Paraguay el revisionismo tuvo en ese momento el innegable valor de intentar darle voz a las clases populares y ofrecer una visión no celebratoria de la guerra. Los trabajos de León Pomer sobre las dificultades en el reclutamiento y la guerra civil constituyen aportes muy valiosos y necesarios que son tomados como referencia ineludible por numerosos académicos y también han sido de suma utilidad para este libro. Hasta ese momento las visiones afines al mitrismo y una forma de hacer historia muy ligada al relato de los grandes héroes habían dominado el panorama. Sin embargo, gran parte del revisionismo utilizó el mismo esquema interpretativo de quienes venía a criticar: la historia como una lucha entre buenos y malos y el cambio de nombre de los héroes. En Uruguay y en Paraguay estas revisiones de la historia estaban presentes desde principios del siglo XX. En Brasil tomaron impulso después del auge en Argentina. Fueron defendidas por autores como Fornos Peñalba y José Luis Chiavenatto 10 .
Gran parte de las hipótesis revisionistas postulaban que Gran Bretaña provocó la guerra para asegurarse en Paraguay un mercado rentable para sus exportaciones y destruir así la economía estatista paraguaya. También circuló la idea de que Gran Bretaña buscó en Paraguay el algodón que la guerra civil en Estados Unidos le estaba negando. Es preciso mencionar que algunos historiadores de esta corriente como Milcíades Peña no adhirieron a la teoría de Gran Bretaña como el gran instigador. De todas maneras Peña sostuvo la teoría del excepcional desarrollo industrial de Paraguay 11 .
En Argentina las dos visiones más difundidas de la corriente revisionista fueron las de José María Rosa y León Pomer. El historiador brasileño Ricardo Salles las dividió en la versión de la unidad de América hispánica (ilustrada con José María Rosa y su obra La Guerra del Paraguay y las Montoneras Argentinas ) y la versión de la intervención imperialista (las diferentes obras de León Pomer, reproducidas también por Chiavenatto en Brasil). Otras obras que reprodujeron con matices estas mismas hipótesis fueron las de García Mellid, Ortega Peña y Duhalde, Fermín Chávez y Pedro De Paoli y Marcelo Mercado. Entre las diferencias encontramos que estos últimos puntualizaron que las rebeliones internas como las de Felipe Varela no se hacían contra el Imperio Británico como sí lo afirmaron Ortega Peña y Duhalde. En 1962 fueron publicados por Ediciones de la Patria Grande algunos de los escritos de Juan Bautista Alberdi, principal opositor argentino a la guerra. Estos textos fueron prologados con un compendio de estas mismas ideas revisionistas, algo diferentes a las del autor de las Bases . El prólogo resumía a la perfección la postura conspirativa 12 .
Paraguay ¿potencia autosuficiente?
Las más recientes y detalladas investigaciones han revisado el postulado central de las hipótesis conspirativas: el carácter de potencia autosuficiente del Paraguay previo a la guerra. Las presiones por la libertad de comercio y navegación que habían llevado adelante Francia y Gran Bretaña desde la época del rosismo fueron fundamentales para la exportación de los productos paraguayos en la época previa a la Guerra Grande. Durante el gobierno de Carlos López se produjo una apertura de la economía. Esa apertura incluyó la contratación de más de 200 técnicos británicos y la adquisición de maquinaria británica. López además envió a muchos jóvenes a formarse a Europa, incluido su propio hijo Francisco Solano López. Se preocupó y logro el reconocimiento de la independencia paraguaya en varias naciones.
En su artículo “Estado e industrialización: dos hipótesis y la evidencia sobre Paraguay, 1852-1870”, Carlos Pastore (1993) demostró que la política económica de López apuntó en primer lugar a ampliar la capacidad agro exportadora (yerba mate, cuero, maderas duras y más tarde algodón) y luego a desarrollar una incipiente industria bélica, mejorar transportes y vías de comunicación. Una fundición de hierro, un arsenal, un astillero, fortificaciones, las mejoras en el puerto, el telégrafo, el ferrocarril y edificios estatales fueron algunos de los proyectos que se llevaron adelante. Aunque el técnico británico radicado en Paraguay Whytehead y López esperaban poder producir a un nivel que lograse competir con Gran Bretaña, la fundición no pudo superar problemas técnicos y tuvo que abastecerse de carbón de madera en vez de hulla. La producción no fue suficiente para construir rieles ni buques de quilla. Fue necesario importarlos junto con más hierro y carbón mineral. El astillero se dedicó a remodelar barcos comprados y no pudo producir buques de hierro. El ferrocarril se comenzó a construir en 1858 y de los 150 km originales proyectados no se llegó a 100. Para 1863 el ferrocarril cubría la distancia entre Asunción y Luque y apenas podía transportar más que pasajeros. Tampoco se trató del primer ferrocarril construido en América.
Las exportaciones se sextuplicaron durante la década de 1850 aunque partieron desde una base anterior que era muy pequeña (Herken Krauher y Giménez, 1983) y continuaron siendo de un volumen discreto a comparación por ejemplo de las de Argentina. Los ingresos fiscales eran demasiado exiguos como para hablar de la posibilidad de industrialización, los provenientes del sector externo eran un 40% del total. Por otra parte, el estado recurrió al crédito externo más de lo que se pensaba. En 1855 realizó su primer intento frustrado. En 1863 López logró que se le extendiera un crédito por 50.000 libras, lo que representaba un tercio de las exportaciones estatales.
El boom agro exportador fue mayor de lo que se pensó pero se invirtió fundamentalmente en gastos militares, fortificaciones y ejército que en comunicaciones y tecnología. Es muy difícil sostener que se trató de un desarrollo cerrado o autosuficiente cuando la tecnología y el capital humano eran importados y cuando para esa importación se utilizaban los ingresos provenientes de la agro-exportación. Las técnicas utilizadas en Paraguay no eran tampoco las más modernas disponibles, ni el personal contratado fue el mejor calificado. Por otra parte el volumen de producción de la fundición de hierro era muy pequeño como para generar recelos en las potencias europeas. En su trabajo “La Guerra de la Triple Alianza. Tres modelos explicativos” Diego Abente Brun (1999) demostró que las capacidades regionales de poder (exportaciones más importaciones e ingresos del gobierno) de Brasil al comienzo de la guerra eran mayores que las de Argentina, Uruguay y Paraguay juntas. Brasil concentraba aproximadamente el 60% de esas capacidades que se incrementaban aún más si se consideraba su poder militar. Era sin dudas la potencia regional.
La apertura al mercado mundial que consiguió Carlos López desestimó la opción de una industria textil autónoma. Este factor redujo sustancialmente el cultivo de algodón. Francisco Solano López se esforzó entre 1862 y 1865 por encontrarle mercados externos a los productos paraguayos. Buscó activamente aumentar el cultivo de algodón para satisfacer la demanda británica de este producto, complicada en ese entonces por la guerra civil norteamericana, su principal proveedor. En 1863 una pequeña parte de la producción de algodón paraguaya fue enviada a Manchester, Antwerp y Le Havre con buenos resultados. Existió un intento de parte del propio López de satisfacer la demanda británica de algodón con la producción paraguaya, lo que demostraba que los aliados no necesitaban hacer una guerra para imponerla. Por otra parte la Guerra de la Triple Alianza comenzó cuando la guerra civil en EEUU ya había terminado y Gran Bretaña ya había encontrado alternativas que podían satisfacer mejor en cantidad su demanda.
Paraguay no representaba entonces una amenaza al modelo ni a la primacía de Gran Bretaña, ni era una economía cerrada. Aunque se estaban desarrollando algunas industrias ligadas al factor bélico, tampoco era una potencia. Su modelo de crecimiento económico no tendría por qué resultar antagónico, estructuralmente, con la expansión del orden “neocolonial” en la región y menos aún con los intereses comerciales de las potencias europeas con fuerte presencia en la zona. Paraguay cumplía perfectamente su rol de productor de materias primas, de las cuales una, el algodón, podría haber ocupado cierta relevancia.
El mercado interno paraguayo no sólo estaba abierto a las manufacturas europeas, sino que fueron las de origen británico las que prácticamente le monopolizaron el mercado interno en el período previo a la guerra. Las manufacturas británicas representaban entonces aproximadamente un 75% de las importaciones (Plá, 1978). Inversores y comerciantes extranjeros jugaban un papel relevante en la economía interna y respetaban las reglas de juego impuestas por los López (Herken Krauher y Giménez, 1983). Un proceso de industrialización análogo al de las potencias hubiera requerido un cambio en el régimen de la tierra que hubiera socavado las bases de poder de los López y una demanda de capitales que solo hubiera podido satisfacer una inversión extranjera masiva.
Las relaciones entre el gobierno de Inglaterra y Paraguay previas a la guerra nunca habían sido perfectamente cordiales, pero el libre acceso a la navegación de los ríos interiores era el interés más fuerte compartido por ambos y era un interés opuesto al de Buenos Aires. La posición oficial británica frente a los inicios de la guerra fue la de tratar de frenar la escalada del conflicto e incluso buscar un acuerdo de paz. El ministro Plenipotenciario paraguayo Cándido Bareiro manifiestó al comienzo de la contienda que el libre comercio era la política compartida por Paraguay y Gran Bretaña.
La presencia de diplomáticos británicos en la región también despertó todo tipo de explicaciones conspirativas. La mayor parte de los representantes británicos no tenía una opinión favorable sobre el gobierno de los López a quienes consideraban gobernantes autoritarios. Tampoco la habían tenido sobre José Gaspar Rodríguez de Francia, las opiniones eran incluso más duras, el aislamiento era una realidad concreta y sin embargo no sucedió en ese momento ninguna guerra para abrir Paraguay al mundo. No todos los británicos de la región eran críticos de Paraguay, por ejemplo el representante en Montevideo tenía simpatía por los López. El Buenos Ayres Standard , órgano periodístico de la comunidad británica en la Argentina, publicaba editoriales favorables a los gobiernos de Paraguay.
Paraguay había solucionado efectivamente la disputa surgida en torno al caso de los intereses de un comerciante de apellido Canstatt, pero Gran Bretaña había decidido reducir el status de sus relaciones diplomáticas al no nombrar otro cónsul en Asunción y entabló entonces su relación diplomática con Paraguay a través de su enviado en Buenos Aires. Esta situación encendió las alertas de los amantes de las teorías conspirativas, que sin embargo desestimaron que la misma Gran Bretaña hubiera decidido cortar sus relaciones diplomáticas con Brasil, una medida mucho más abrupta.
En 1864 apareció un nuevo problema con un comerciante británico. William Atherton tenía importantes inversiones en Paraguay y requirió la intervención del ministro británico en Buenos Aires, Edward Thornton, quien redactó un comunicado muy crítico del gobierno de López. Thornton es el personaje indicado por la historiografía revisionista como el gran instigador de la contienda. El acuerdo de Puntas del Rosario también fue un evento señalado como la verdadera concreción de la triple alianza, evento del que participó Thornton. Lo cierto es que sin la invasión brasileña y sin la toma del buque Marqués de Olinda por parte de Paraguay ese acuerdo de Puntas del Rosario no hubiera quedado en más que en otro tratado de paz de los varios que se produjeron durante todo el siglo en la región. Otra “prueba” que se toma es la del propio Thorton escribiendo en sus memorias que Puntas del Rosario fue el antecedente de la triple alianza, lo que constituye una explicación teleológica y que en sí misma no prueba nada. Thorton pudo hablar mal de Paraguay con los funcionarios de la región, como lo habían hecho otros británicos en otras oportunidades en las que no se desataron guerras. La corona británica tampoco obligó a López a tomar el buque brasileño ¿Thorton pudo convencer a Mitre de la conveniencia de la alianza? ¿Mitre se basó solo en su consejo? Aun cuando eso hubiera sucedido así eso no implica que la guerra la haya llevado adelante Gran Bretaña.
Las simpatías personales de los diplomáticos británicos no fueron ocultadas cuando el conflicto se generalizó y se firmó la triple alianza. Las opiniones negativas de Thorton sobre los López tampoco eran excepcionales. Un solo hombre como él tampoco podía orquestar toda una guerra por capricho personal o por contactos con el gobierno británico que no eran rápidos como los que se pueden entablar en la actual era digital. La gestión de Thorton ante el bloqueo brasileño del rio Paraguay fue nula y por lo tanto perjudicó los intereses paraguayos. Pero su mayor preocupación fue la suerte de los ciudadanos británicos retenidos en Paraguay, muchos de ellos técnicos y profesionales que López necesitaba para la guerra, se trataba de asuntos entre privados. Gran Bretaña no tomó ninguna acción bélica específica para interceder por esos ciudadanos, como no tuvo reparo de hacer en otros puntos del planeta donde sus intereses se veían afectados. Más adelante, Gould otro representante británico también propuso una mediación de paz que fracasó pero que fue considerada de manera favorable por aliados y paraguayos.
Durante la guerra Francisco Solano López intentó emprender una campaña en favor de la causa de su país en la prensa europea a través de su delegado Gregorio Benites. Difícilmente este interés por conseguir el favor de las potencias europeas pudiera ser compatible con la idea de un Paraguay autosuficiente. Pese a los intentos, la opinión pública europea nunca terminó de convalidar la imagen de un Paraguay idílico. Sin embargo un acontecimiento volvió crítica su postura sobre los aliados. En marzo de 1866 se hizo público el Tratado de la Triple Alianza. Lettson, representante diplomático británico en Montevideo obtuvo una copia del tratado y fue el origen de la publicación del mismo en la prensa europea. Quedaron así expuestas las condiciones en las cuales Brasil y Argentina planeaban repartirse territorio paraguayo en caso de ser vencedores. Fue la diplomacia británica la que hizo público el tratado de los aliados al publicarla en una serie de escritos llamada el libro azul, escritos que a su vez fueron reproducidos en la opinión pública. A partir de ese momento la prensa europea condenó la actitud aliada y creció su impopularidad sin retorno.
Los opositores a la guerra en Argentina celebraron la actitud de la diplomacia británica, reprodujeron el tratado y provocaron que la mayor parte de la opinión pública que había pedido por la concreción de la alianza se volviese crítica. En la prensa de trinchera paraguaya el enemigo principal era también Brasil. Los británicos no aparecen como enemigos. Muchos de los técnicos británicos pelearon en el frente paraguayo. López construyó hasta un cementerio para ellos. Las evidencias demuestran las representaciones de Gran Bretaña durante el conflicto en Argentina fueron minoritarias y que no apareció como enemigo ni siquiera en los discursos de los opositores más fervientes a la guerra. El caudillo Felipe Varela no mencionó en ninguno de sus escritos, ni en los de sus aliados ni en los cantares populares al Imperio Británico como enemigo, algunos de los federales incluso mencionaban los informes diplomáticos como cita de autoridad. En el caso del intelectual opositor Miguel Navarro Viola consideró a la esclavitud como un cáncer que solo podía curar Gran Bretaña: “La Inglaterra, la hidalga Inglaterra, mucho hizo también y con éxito en todas las épocas para disminuir el escandaloso tráfico de negros e indios del Brasil.” (Navarro Viola, 1866: 15). Cuando Olegario Víctor Andrade hablaba en su “¿Adónde vamos?” de 1865 sobre no caer en la esclavitud extranjera, se estaba refiriendo al Brasil, no a Gran Bretaña. Cuando en 1866 Carlos Guido y Spano publicó “El Gobierno y la Alianza ” lo hizo argumentando contra la alianza con el Brasil. Tomemos con algo más de detalle el caso del opositor paradigmático, Juan Bautista Alberdi y sus menciones a Gran Bretaña durante la guerra. Sus escritos pueden encontrarse en una compilación denominada Historia de la Guerra del Paraguay publicada en Buenos Aires por Ediciones de la Patria Grande en el año 1962.En el prefacio, publicado en junio de 1869 en París, Alberdi dejaba en claro que la guerra era vista como parte de una crisis permanente en la región. Y todos los trabajos que se presentaron están concentrados en una misma idea: “resistir, protestar, oponerse al plan tradicional del Brasil, renovado esta vez con proporciones aterrantes, de reconstruir su imperio en detrimento del pueblo, del suelo y del honor de las repúblicas del Plata” (Alberdi, 1962: 11) La relectura de Alberdi y los intelectuales cercanos a su pensamiento desde el contexto de la década de 1960 condujo a una interpretación de una “militancia” en contra del imperio equivocado. O, al revés, se intentó traer sus ideas hacia un presente muy diferente, pero como no eran las adecuadas se presentaron otras que no son las que el mismo autor desarrolló. Se produce lo que se ha llamado mitología de la prolepsis y la retrolepsis 13 .
En 1865 López solicitó un préstamo por 5 millones de libras para construir un ferrocarril a Bolivia. Le fue denegado porque era un monto inédito y que tendría pocas posibilidades de ser devuelto. Los empréstitos que tomaron Argentina y Brasil con Gran Bretaña antes y después de la guerra fueron similares o incluso superiores a los tomados durante la contienda. En sus trabajos sobre la historia de la deuda externa en América Latina Carlos Marichal (1989) calculó que los empréstitos extranjeros, principalmente británicos, representaron solo un 15% y 20% del total de los gastos de Brasil y Argentina respectivamente durante la guerra.
Existió un solo préstamo por la casa Rothschild para el gobierno brasileño en 1865. En Brasil, pocos fueron los beneficios directos al finalizar la guerra. La vía fluvial que se logró con las reclamaciones de la guerra perdió más importancia años más tarde cuando Mato Grosso se une al litoral atlántico por un ferrocarril directo. Al mismo tiempo, el desequilibrio financiero en las finanzas del Brasil aceleró la caída del Imperio y el uso de esclavos durante el conflicto serviría para acelerar la abolición de la esclavitud en el Brasil.
En 1866 Baring Brothers ofreció 1,25 millones de libras en acciones del gobierno argentino pero solo la mitad de los títulos fueron suscriptos. En 1868 solo 1.95 millones de libras fueron ofrecidos en títulos y éstos fueron vendidos al año siguiente por menos del 75% de su valor nominal. Como apuntó el historiador Leslie Bethell (1996) los inversores británicos no parecían estar ansiosos por cobrar una derrota de Paraguay.
La política de neutralidad fue violada por el comercio de armas, pero no solo por Gran Bretaña si no también por Francia y Bélgica y nadie postuló que la guerra fue un plan orquestado por esos países. Por otra parte así como la guerra es buena para vender armas es mala para vender otro tipo de productos que se benefician de un clima de paz y libre navegación de los ríos.
El potencial bélico de Paraguay se había desarrollado en gran medida gracias a insumos y técnicos británicos y no por ello se postuló que Gran Bretaña fue la aliada oculta de Paraguay para hacer de la guerra un plan de negocios. Por otra parte si se observan las cifras de la etapa posterior a la guerra, Paraguay quedó marginado de los flujos de capitales extranjeros. La etapa de más estrecha vinculación entre Gran Bretaña y Paraguay de toda la historia fue la anterior y no la posterior a la guerra (Caballero Campos, 2017). Las inversiones británicas en Paraguay para 1880 no superaban el millón y medio de libras lo que representaba menos del 1% del total de inversiones británicas en América Latina.
Los investigadores interesados en la influencia británica en la región (económica, política, cultural) seguramente puedan integrar a la Guerra del Paraguay a sus análisis. Postular que la guerra fue una conspiración británica para destruir a un Paraguay potencia no puede sostenerse ni metodológica ni empíricamente. La evidencia en contra de esa teoría es prácticamente imposible de soslayar.Sostener esta postura no implica en absoluto desconocer el efecto destructivo que la Guerra Grande tuvo sobre la economía y la población paraguaya. Los investigadores interesados en la contienda tienen aún muchas áreas inexploradas por descubrir y analizar de la historia de los países de la región que han sido parte determinante del conflicto. Los actores americanos merecen atención privilegiada en una guerra entre países americanos.
1 . Corría el año 1863 y aunque los conflictos en la cuenca del Plata estaban a la orden del día, la Guerra del Paraguay estaba lejos de vislumbrarse como tal. No podemos pasar por alto el breve, pero elocuente debate conceptual al que el periódico mitrista La Nación Argentina aludió ese año. La polémica surgió por la situación del General Wenceslao Paunero, quien luego participaría con destacado protagonismo en el ejército aliado. Paunero, electo para integrar una Convención Constituyente, fue considerado ciudadano argentino por haber nacido en la Banda Oriental antes de que ésta se separase de la República: “Se ha suscitado la duda de si los nacidos en un territorio que formaba nación con otro territorio antes que ambos se separaran siguen la nacionalidad del primero o del segundo. En otros términos: si el nacido en Montevideo, cuando el Estado Oriental formaba parte de las provincias Unidas, debe ser considerado como ciudadano nativo del Estado Oriental o de la República Argentina”. Periódico La Nación Argentina , Buenos Aires. 26 de agosto de 1863. BNMM. La Guerra del Paraguay aún no comenzaba como tal y todavía pervivían los viejos debates sobre soberanía y nación pos-revolucionarios y la idea política de nación se definía no solamente pensando en territorios sino también en ciudadanía. Si se sostenía que el General Paunero había nacido en la Banda Oriental antes de que ésta se independizara de la Argentina, entonces se acordaba en la existencia previa de un ente “Banda Oriental” definido por ciertas características políticas. El General Paunero podía o no ser considerado oriental y argentino según el gobierno que tenía jurisdicción sobre un territorio.
2 . “Por lo demás ¿qué caso va a hacer el Gobierno del Brasil en materia de reclamaciones sobre violación de la neutralidad a los mismos que le acusan de prestar auxilio eficaz al general Flores? Pero la violación de neutralidad, aun cuando fuera evidente, no daría motivo a reclamo alguno por parte del Brasil. El tratado solo obliga a la República Argentina a respetar la independencia de la Banda Oriental. He aquí el secreto del pretendido propósito de anexión que la prensa oriental atribuye a la República Argentina. El lleva por objeto no solo levantar en nuestra contra, como lo hemos sido, el sentimiento nacional, sino hacer creer al Brasil que se trata de violar el artículo 3 del convenio de 1828”. Periódico La Nación Argentina , Buenos Aires, 25 de agosto de 1863, BNMM.
3 . Llamamos aquí la atención sobre el término nacionalidades que se tomó como sinónimo de nación en cuanto a su sentido político y también se homologó con el nuevamente con el concepto de estado: “El equilibrio del Plata que es una farsa para los diarios porteños, es una idea fundamental de la existencia independiente de las nacionalidades del Sud. El Gobierno Paraguayo la evoca, evoca con sobrada razón y trascendencia la conservación de ese equilibrio, porque eso importa a que los diversos estados se mantengan dentro de su límite territorial, que esos estados se respeten su recíproco derecho, que esos estados se garantan moralmente su respectiva independencia y es por ese medio y en el interés de ese equilibrio, que se adaptarán a las formas regladas del derecho internacional de estas nacionalidades”. Periódico La Nación Argentina , Buenos Aires 12 de octubre de 1864. BNMM.
4 . “La fusión de los partidos en el Río de la Plata, ha dado siempre funestos resultados. El partido federal aquí, como el blanco en Montevideo, no entienden de fusiones. Lo que quieren, es dominar solos. El medio de conseguir el poder les importa poco. […] Para desgracia del pueblo Oriental, allí no sucede lo mismo con el partido blanco. Ese partido, aunque sin ninguna forma legal, existe en el poder. Sus desmanes. Sus arbitrariedades. Sus crímenes. Su falta de fe al cumplimiento de todas sus promesas, provocaron la revolución a cuyo frente se halla el General Flores […] El General Flores, llamado con instancia por un pueblo mártir, que ya no podía soportar el yugo de sus opresores, levantó el estandarte de una cruzada libertadora”. Periódico La Tribuna , Buenos Aires, 13 de julio de 1864. BNMM.
5 . “Pero la administración Berro tenía sobre si la mancha de un pecado indeleble; traía su origen del partido blanco. Esto solo equivalía a una condenación. No había contacto posible con esa raza espuria. Preponderante el partido unitario en Buenos Aires ¿cómo se había de consentir que los blancos gobernasen Montevideo? Sería un amago constante contra el orden establecido en esta margen del Plata. Montevideo se convertiría en un antro donde “los enemigos de la actualidad”, a estar al lenguaje de la época, acudirían en tropel a refugiarse. Aquello se volvería un foco de rebelión constante que era necesario extinguir: mientras que el partido colorado, una vez en el poder, ofrecería a estos países la más sólida garantía de una fraternidad perdurable, unificando su acción para que ningún mazorquero pudiera nunca levantar la cabeza” (Guido y Spano, 1866: 17).
6 . “Como todo el público sabe la paz en la República Oriental ha naufragado en el escollo de la mala fe del Gobierno blanco. Las bases de arreglo y todo lo relativo a la efectividad de la paz había sido aceptado por las partes interesadas… Toda la responsabilidad de una guerra fraticida, la ruina espantosa en que se está hundiendo la República vecina con el séquito consiguiente de pobreza, de mal estar y de miseria, pesa sobre los hombros del Gobierno Oriental y del partido ultra blanco a cuyas exigencias se dice que ha cedido”. Periódico El Nacional , Buenos Aires, 11 de julio de 1864.BUNLP.
7 . “El hecho que acaba de tener lugar en Paysandú, lo demuestra de una manera evidente. Los prisioneros de guerra, sagrados en todas partes del mundo, han sido y son todavía para los blancos, víctimas que inmolan atrozmente, en venganza de su despecho, de su impotencia […] Un solado brasilero de los que avanzaron a la bayoneta hasta un cantón de la plaza, cae igualmente en poder de los sitiados. Lo que hicieron con ese infeliz subleva la sangre del menos indiferente. Para quitarle la vida, le condenaron a un martirio lento, atroz, digno de esa escuela funesta. Primero, le sacaron los ojos. Después, le cortaron la lengua y cuando sintieron que la vida empezaba a faltarle le quemaron vivo, en medio de una algazara pampa”. Periódico La Tribuna , Buenos Aires, 16 de diciembre de 1864. BNMM.
8 . “…Las leyes de la guerra condenan esa resistencia que no puede llamarse heroica, sino feroz. Nada disculpa ese inútil derramamiento de sangre, después que los defensores de la ciudad atacada han adquirido el convencimiento, que no pueden esperar auxilio de parte alguna. Paysandú resistiendo unas semanas solo quiere decir un millar de víctimas sacrificadas al furor de pasiones desbordadas”. Periódico El Nacional , Buenos Aires, 2 de enero de 1865 BUNLP.
9 . En los escritos de Juan Bautista Alberdi en su exilio Montevideo tuvo el doble pecado de resultar necesario para la integridad de la Argentina y del Brasil. Las más bellas provincias de estos dos países limitaban con el Estado Oriental. Esta lucha fue el legado de las eternas disputas entre Portugal y España. La civilización necesitó que Montevideo fuera libre e independiente y sus adalides fueran Francia e Inglaterra. Para Alberdi, lo que ya no pudo ser ocupación, ahora era influencia, intervenir y conspirar con el fin de instalar gobiernos afines. Con respecto a Buenos Aires, Montevideo fue el refugio fácil de los descontentos políticos. Además la costa oriental fue necesaria para el comercio exterior. (Alberdi, 1862). A través de la contienda se desarrolló una disputa que reforzó los significados de cada nación y nacionalidad. En opinión de Alberdi, Brasil peleó por la Banda Oriental por el hecho de existir, no desaparecer, no perder el imperio, no cambiar el idioma, las costumbres y su ser. Montevideo también defendió su nacionalidad de origen hispanoamericano. La nacionalidad se definió por una historia compartida, parecía nacer en la colonia. Unos vinieron de España, otros de Portugal. Luego se dividieron, pero nunca podrán mezclarse. Y no por cuestiones políticas en este caso. Montevideo no tuvo razón alguna de aversión a la monarquía. No era la forma de gobierno la que defendió sino el modo de ser de su familia, las costumbres y sus usos nacionales. Lo bueno de Brasil para Alberdi era su forma de gobierno, pero no su sociedad. Montevideo era deseada por Brasil porque tenía la puerta de los tres ríos brasileños Paraná, Paraguay y Uruguay, era un “estrobo involuntario” que impedía al Brasil tener el límite natural del Imperio, el Río de la Plata.
10 . Si bien en Paraguay y en Uruguay comenzó a difundirse a inicios del siglo XX y con cierta amplitud una revisión de la historia sobre la guerra, fue recién durante la década de 1950 que en Argentina empezaron a editarse de manera más persistente y con gran éxito, publicaciones que proponían una reacción ante la historia mitrista, diplomática y/o militar. En Uruguay durante las primeras décadas del siglo XX, las obras de Luis Alberto de Herrera habían configurado los orígenes del relato revisionista en el país oriental. Laura Reali (2006) llamó también la atención sobre el intercambio de Herrera con Ernesto Quesada, intelectual argentino que publicó algunos escritos con tímidas críticas a la triple alianza alianza a principios del siglo XX. De todas maneras su postura era para la época aún minoritaria en el campo intelectual argentino. A esta reacción minoritaria dentro de las posturas nacionalistas en nuestro país, se sumaban las obras de reivindicación de Juan Bautista Alberdi en la pluma de David Peña: “En defensa de Alberdi” de 1911 y “La traición de Alberdi” de 1919. En Paraguay una contra-historia más difundida sobre la guerra empieza a desarrollarse muy tempranamente. Los trabajos de Liliana Brezzo constituyen una referencia ineludible en ese sentido: “Comenzaron a publicarse en Asunción los periódicos La Patria , orientado por Enrique Solano López hacia la reivindicación de la memoria de su padre y El Tiempo, en los que escribían Ignacio Pane, Juan O’Leary y Manuel Domínguez, quienes irían articulando una lectura alternativa del pasado nacional, centrada en la exaltación de la figura del Mariscal López y que se alimentaba en la derrota sufrida en la Guerra Grande. Esta campaña revisionista contó con la adhesión de muchos afiliados al flamante Partido Colorado, como Juan Natalicio González, e incluso atrajo a intelectuales identificados con el Partido Liberal, como Justo Pastor Benítez, Pablo Max Ynsfrán, Facundo Recalde y Anselmo Javier Peralta, que se unirían para conformar lo que pasaría a denominarse lopizmo . Al comenzar la segunda década del siglo, la Guerra Grande y el mito guerrero que encarnaba Francisco Solano López –aun siendo reprimido en el ámbito académico y entre el público culto– demostraba haber sobrevivido en la memoria de buena parte de la sociedad paraguaya, sobre todo entre sus sectores populares” (Brezzo, 2004).
11 . Durante esa misma década de 1950 el historiador trotskista Milcíades Peña comenzó a producir su inconclusa “Historia del pueblo argentino”. Fue publicada con posterioridad a su temprana muerte. Su obra contuvo un segmento dedicado a la era de Mitre que llevó el sugerente subtítulo “De Caseros a la Guerra de la Triple Infamia”, denominación que quedó plasmada como título alternativo de la contienda en ciertos discursos y representaciones que llegan hasta la actualidad. Para Peña la guerra fue un momento conclusivo de la imposición del capital burgués comercial porteño que configuró un estado nacional liberal unitario. Es preciso destacar que a diferencia de otros autores Peña no abogaba por la tesis del rol instigador de Gran Bretaña en el conflicto. Paraguay aparece como un caso excepcional de desarrollo industrial: “De todo esto lo único que queda en pie es que la oligarquía porteña, contra la voluntad de toda la Nación Argentina, entró por derecho propio en la historia universal del impudor con una de las más épicas canalladas que registra la historia del mundo. Con semejante hazaña Mitre impuso el predominio indiscutido de la oligarquía porteña sobre el resto del país, incluso sobre los otrora rebeldes ganaderos entrerrianos, y destruyó también, en beneficio de la burguesía europea y de su servil intermediario cita en las orillas del Plata, el primero y único intento de evolución independiente hacia el capitalismo industrial que conoció América Latina hasta hoy” (Peña, 1972: 106).
12 . “Representante de la burguesía comercial, intermediaria del capitalismo inglés, Mitre abrió el mercado interior al Imperio Británico: esa fue la significación de la Organización Nacional de 1862. Pero la apertura del interior sudamericano a la política de expansión imperial, asociada a las oligarquías nativas, encontraba un formidable obstáculo para consolidarse en el Paraguay de los López. Desde los tiempos del Dr. Francia, el Paraguay estaba recluido en la selva por imperio de la política centralista de Buenos Aires, que acaparaba para sí el derecho de comerciar con el extranjero. El Paraguay carecía de latifundio y, por obra del aislamiento y de la energía del Dr Francia, había creado una sociedad de características singulares. Estancias ganaderas del Estado, hornos de fundición, ferrocarriles construidos sin empréstitos y por el esfuerzo paraguayo, telégrafos tendidos en condiciones similares, la pequeña propiedad agraria, eran algunas de las características de ese original capitalismo de Estado que el imperio británico y sus aliados mitristas y cariocas se dispusieron a destruir”.
13 . En palabras de Elías Palti sobre Quentin Skinner: “Este autor señaló lo que llamaba la ‘mitología de la prolepsis’ en que toda perspectiva teológica se funda, esto es, la búsqueda retrospectiva de anunciaciones o anticipaciones de nuestras creencias presentes. Habría, sin embargo, que añadir a ésta una segunda forma, inversa, de ‘mitología’, que llamaremos mitología de la retrolepsis: la creencia en que se pueden reactivar y traer sin más al presente lenguajes pasados, una vez que la serie de supuestos en las que éstos se fundaban (y que incluyen ideas de la temporalidad, hipótesis científicas, etc.) ya se quebró” (Palti, 2007: 53 y 54).