III

A Okada le gustaban los clásicos románticos chinos, hasta el punto de poder recitar de memoria el Daitettsuiden[9], su relato preferido. Por ese motivo le apasionaban las artes marciales, aunque nunca tuvo la oportunidad de practicarlas. Cuando comenzó a remar le dedicó todo su empeño y se convirtió en un campeón entre sus compañeros. Así era como manifestaba su pasión por las artes marciales.

De entre los clásicos chinos, hay una historia que le gustaba especialmente a Okada. Según la leyenda, existía una mujer cuyo único objetivo en la vida era el de ser bella y obligó al Ángel de la Muerte a esperarla en el umbral de su puerta mientras se acicalaba. Ese era el ideal de mujer para Okada. Según él, las mujeres debían ser siempre bonitas y amadas, sin importar las circunstancias o la economía. Su deber era mantener su belleza y ser queridas. Probablemente pensaba así debido a la lírica clásica china que leía habitualmente y a la prosa, tanto sentimental como fantastique, de los supuestos sabios de las dinastías Ming y Ch’ing.

Pese a que hacía tiempo que saludaba a la mujer de la ventana, no hizo intentos por llegar a conocer su vida privada. Imaginaba, por la casa y por su aspecto físico, que era la amante de alguien. Eso no le disgustó. Pese a que no sabía su nombre, tampoco intentó descubrirlo. Aunque sabía que podría averiguarlo leyendo la placa de la entrada de su casa, siempre se contenía cuando la veía en la ventana. Cuando no, tampoco se acercaba por los vecinos u otros transeúntes. Por eso nunca supo el nombre que estaba escrito en la pequeña placa de madera ensombrecida por el alero.