Principios de nuevalengua
La nuevalengua era el idioma oficial de Oceanía y había sido ideada para hacer frente a las necesidades ideológicas del Socing, o socialismo inglés. En 1984 todavía no había nadie que la utilizara como única forma de comunicación, ni hablada ni escrita. Los editoriales del Times se escribían en nuevalengua, pero era un tour de force que solo podía llevar a cabo un especialista. Se suponía que acabaría desplazando a la viejalengua (o inglés estándar, como lo llamaríamos hoy) en torno al año 2050. Entretanto, iba ganando terreno poco a poco, y todos los miembros del Partido tendían a utilizar cada vez más palabras y construcciones gramaticales en nuevalengua en el habla cotidiana. La versión utilizada en 1984, encarnada en la novena y décima ediciones del Diccionario de nuevalengua, era provisional, e incluía muchas palabras superfluas y formas arcaicas que debían suprimirse más tarde. Nosotros trataremos aquí de la versión perfeccionada y definitiva, recogida en la undécima edición del diccionario.
El propósito de la nuevalengua no era solo proporcionar un medio de expresión a la visión del mundo y los hábitos mentales de los devotos del Socing, sino que fuese imposible cualquier otro modo de pensar. La intención era que cuando se adoptara definitivamente la nuevalengua y se hubiese olvidado la viejalengua, cualquier pensamiento herético —cualquier idea que se separase de los principios del Socing— fuese inconcebible, al menos en la medida en que el pensamiento depende de las palabras. Su vocabulario estaba construido para dar expresión exacta y a menudo muy sutil a todos los significados que pudiera querer expresar un miembro del Partido, y al mismo tiempo excluir cualquier otro pensamiento y también la posibilidad de llegar a ellos por métodos indirectos. Eso se lograba en parte con la invención de palabras nuevas, pero sobre todo eliminando las palabras indeseables y despojando las restantes de cualquier significado heterodoxo, y dentro de lo posible de sus significados secundarios. Para dar un ejemplo, la palabra «libre» seguía existiendo en nuevalengua, pero solo podía utilizarse en frases como «Este perro está libre de pulgas» o «Este campo está libre de malas hierbas». No podía emplearse en el antiguo sentido de «políticamente libre» o «intelectualmente libre», porque la libertad política o intelectual habían dejado de existir incluso como conceptos y por tanto era innecesario nombrarlas. Aparte de la supresión de las palabras claramente heréticas, la reducción del vocabulario se consideraba un fin en sí mismo y no se permitía la supervivencia de ninguna palabra que se considerase prescindible. La nuevalengua estaba pensada no para extender, sino para disminuir el alcance del pensamiento, y dicho propósito se lograba de manera indirecta reduciendo al mínimo el número de palabras disponibles.
La nuevalengua se basaba en el idioma inglés tal como hoy lo conocemos, aunque muchas frases en nuevalengua, incluso aunque no contuvieran palabras de nueva creación, apenas serían inteligibles para un hablante de nuestros días. Las palabras en nuevalengua se dividían en tres clases distintas conocidas como el vocabulario A, el vocabulario B (formado por palabras compuestas), y el vocabulario C. Será más fácil estudiarlas por separado, aunque abordaremos las peculiaridades gramaticales del idioma en la sección dedicada al vocabulario A, pues las tres categorías se regían por las mismas normas.
El vocabulario A. El vocabulario A incluía todas aquellas palabras necesarias para la vida cotidiana, para cosas como comer, beber, trabajar, ponerse la ropa, subir y bajar escaleras, conducir vehículos, cuidar el jardín, cocinar y demás. Estaba compuesto casi por entero por palabras que ya existían antes como «golpear», «correr», «perro», «árbol», «azúcar», «casa» o «campo», aunque, en comparación con el vocabulario del inglés actual, su número era extremadamente pequeño y su significado estaba definido con mayor rigidez. Todas las ambigüedades y los matices de significado se habían eliminado. Dentro de lo posible, toda palabra en nuevalengua perteneciente a esta categoría se reducía a un sonido en staccato que expresaba un concepto entendido con total claridad. Habría sido imposible utilizar el vocabulario A con propósitos literarios o para una argumentación política o filosófica. Estaba concebido solo para expresar ideas sencillas y determinadas que por lo general implicaban objetos concretos o acciones físicas.
La gramática de la nuevalengua tenía dos peculiaridades destacadas. La primera era la intercambiabilidad casi absoluta entre las diferentes partes de la frase. Cualquier palabra (y en principio eso incluía palabras muy abstractas como «si» o «cuando») podía utilizarse como verbo, sustantivo, adjetivo o adverbio. Entre el verbo y el sustantivo, cuando compartían la misma raíz, no había la menor diferencia, una norma que implicaba en sí misma la destrucción de numerosos arcaísmos. La palabra «pensamiento», por ejemplo, no existía en nuevalengua. Su lugar lo ocupaba la forma «piensa», que funcionaba como verbo y como sustantivo. No se seguía ningún principio etimológico: en unos casos se optaba por conservar el sustantivo y en otros el verbo. Incluso cuando un verbo y un sustantivo de significado similar no tenían conexión etimológica, era frecuente que se eliminara uno u otro. Por ejemplo, no existía la palabra «cortar» y su significado se expresaba de manera suficiente por el sustantivo–verbo «cuchillo». Los adjetivos se formaban añadiendo el sufijo «–pleno» al sustantivo–verbo, y los adverbios añadiéndole «–mente». Así, por ejemplo, «velocipleno» significaba veloz y «velocimente», velozmente. Se conservaban algunos de nuestros adjetivos actuales, tales como «bueno», «fuerte», «grande», «negro» y «blando», pero su número era muy reducido. Apenas eran necesarios, pues cualquier adjetivo podía formarse añadiendo «–pleno» a un sustantivo–verbo. No se conservó ninguno de los adverbios hoy existentes, excepto unos cuantos que ya terminaban en «–mente», pero dicha terminación era invariable. La palabra «bien», por ejemplo, se sustituyó por «bienmente».
Además, cualquier palabra —y esto se aplicaba en principio a cualquier palabra del idioma— podía convertirse en su contraria añadiendo el prefijo «no–» o subrayarse por medio del prefijo «mas–», o si se quería intensificar más aún, «doblemas–». Así, por ejemplo, «nofrío» significaba caliente, mientras que «masfrío» y «doblemasfrío» significaban respectivamente muy frío y extraordinariamente frío. También era posible, como en el inglés actual, modificar el significado de casi cualquier palabra mediante el uso de prefijos preposicionales como «ante–», «pos–», «sobre–» o «sub–». De ese modo, se pudo llevar a cabo una enorme disminución del vocabulario. Una vez aceptada, por ejemplo, la palabra «bueno», se hacía innecesaria la palabra «malo», pues el significado requerido se expresaba igual de bien, o incluso mejor, con «nobueno». Lo único necesario, en el caso de que dos palabras formaran un par natural de opuestos, era decidir cuál de las dos eliminar. «Oscuridad», por ejemplo, podía sustituirse por «noluz» o «luz» por «nooscuridad», según las preferencias de cada cual.
El segundo rasgo distintivo de la nuevalengua era su regularidad. Quitando algunas excepciones que se enumeran más abajo, todas las inflexiones seguían las mismas normas. Así, en todos los verbos, el pasado y el participio pasado eran iguales y terminaban en «–ado» o en «–ido». El pasado de «sustrae» era «sustraeido» y el de «piensa» «piensado», y así ocurría con toda la lengua, las demás formas fueron abolidas. Todos los plurales se hacían añadiendo «–s». Los plurales de «hombre», «buey» o «vida», eran «hombres», «bueys» o «vidas». La comparación de los adjetivos se hacía invariablemente añadiendo «mas–» y «doblemas–» y todas las demás formas se suprimieron.
Las únicas palabras en las que se toleraban las inflexiones irregulares eran los pronombres, los relativos, los demostrativos y los verbos auxiliares. Todos seguían las normas antiguas, excepto «quien», que se había suprimido por innecesario. El subjuntivo también había dejado de utilizarse. Había también otras irregularidades en la formación de palabras que surgían de la necesidad de hablar de manera rápida y sencilla. Cualquier palabra difícil de pronunciar o de entender se consideraba mala ipso facto, por tanto de vez en cuando se añadían letras a algunas palabras o se conservaba un arcaísmo por motivos eufónicos. No obstante, esa necesidad tenía que ver más con el vocabulario B. Después aclararemos por qué se concedía tanta importancia a la pronunciación.
El vocabulario B. El vocabulario B consistía en palabras que se habían formado deliberadamente por motivos políticos: es decir, palabras que no solo tenían implicaciones políticas, sino que estaban pensadas para imponer una actitud mental deseable en la persona que las utilizara. Eran difíciles de emplear sin una buena comprensión de los principios del Socing. En algunos casos podían traducirse a viejalengua, o incluso a palabras tomadas del vocabulario A, pero eso exigía a menudo una larga paráfrasis y siempre implicaba la pérdida de matices. Las palabras B eran una especie de taquigrafía verbal, a menudo concentraban muchas ideas en unas pocas sílabas, y al mismo tiempo eran más precisas y poderosas que el lenguaje normal.
Las palabras B eran siempre palabras compuestas.[3] Consistían en dos o más palabras, o porciones de palabras, fundidas en una forma fácil de pronunciar. La amalgama resultante era siempre un sustantivo–verbo que se utilizaba según las normas habituales. Por tomar un ejemplo: la palabra «bienpiensa», que significaba, a grandes rasgos, «ortodoxia», o si se quería considerarla un verbo, «pensar de manera ortodoxa». Se declinaba del modo siguiente: el sustantivo–verbo era «bienpiensa»; el pasado y el participio, «bienpensado»; el adjetivo, «bienpiensapleno» y el adverbio, «bienpiensamente».
Las palabras B no se creaban según un plan etimológico. Las palabras con que se construían podían tomarse de cualquier parte de la frase, colocarse en cualquier orden y mutilarse de cualquier modo que permitiera pronunciarlas con facilidad y al mismo tiempo indicar su derivación. En la palabra «crimental» (crimen del pensamiento), «mental» iba al final, mientras que en «mentalpol» (Policía del Pensamiento) iba al principio, y en la última palabra «policía» había perdido las últimas sílabas. Debido a la mayor dificultad de garantizar la eufonía, las formaciones irregulares eran más comunes en el vocabulario B que en el A. Por ejemplo, las formas adjetivadas de Miniver, Minipax y Minimor eran, respectivamente, «Miniverpleno», «Minipaxpleno» y «Minimorpleno», porque «verdadpleno», «pazpleno» y «amorpleno» eran ligeramente más difíciles de pronunciar. En principio, no obstante, todas las palabras B podían seguir y seguían las mismas normas.
Algunas palabras B tenían significados muy sutiles, apenas inteligibles para cualquiera que no dominara totalmente la lengua. Considérese, por ejemplo, una frase típica de un editorial del Times como: «Viejopiensadors novientresiente Socing». La forma más breve de explicar su significado en viejalengua habría sido: «Aquellos cuyas ideas se formaron antes de la Revolución no pueden tener una comprensión emocional plena de los principios del socialismo inglés». No obstante, no se trata de una traducción exacta. Para empezar, para entender el significado completo en nuevalengua de la frase que acabamos de citar, había que tener muy claro lo que se entendía por «Socing». Y, además, solo una persona muy familiarizada con el Socing podría apreciar toda la fuerza de la palabra «vientresiente», que implicaba una aceptación ciega y entusiasta difícil de imaginar hoy, o de «viejopiensa», que estaba inextricablemente asociada a la idea de maldad y decadencia. Pero la particular función de algunos términos en nuevalengua, entre ellos «viejopiensa», no era tanto expresar significados como destruirlos. Dichos términos, necesariamente escasos, habían ampliado su significado hasta contener listas enteras de palabras que, ya que podían ser nombradas con un único término, podían borrarse y caer en el olvido. La mayor dificultad a que se enfrentaban los compiladores del Diccionario de nuevalengua no era tanto inventar nuevas palabras como acotar su significado una vez inventadas, o lo que es lo mismo, asegurarse de qué rangos de palabras habían eliminado con su existencia.
Tal como hemos visto ya en el caso de la palabra «libre», se conservaron, por motivos de conveniencia, algunos términos que en otro tiempo habían tenido un significado herético, pero solo tras purgarlos de los significados indeseables. Muchas palabras semejantes como «honor», «justicia», «moral», «internacionalismo», «democracia», «ciencia» y «religión» sencillamente dejaron de existir. Unas cuantas palabras–baúl las englobaron y al mismo tiempo las abolieron. Todos los términos agrupados en torno a los conceptos de libertad e igualdad, por ejemplo, estaban contenidos en la palabra «crimental», igual que «viejopiensa» contenía a los que se agrupaban en torno a los conceptos de objetividad y racionalismo. Una mayor precisión habría sido peligrosa. La perspectiva requerida a los miembros del Partido era similar a la de los antiguos hebreos que sabían, sin saber mucho más, que las demás naciones adoraban «falsos dioses». No era necesario que supiesen que dichos dioses se llamaban Baal, Osiris, Moloc o Astaroth, y, probablemente, cuanto menos supieran tanto mejor para su ortodoxia. Conocían a Jehová y sus mandamientos, y en consecuencia sabían que todos los demás dioses con otros nombres o atributos eran falsos. Más o menos del mismo modo, el miembro del Partido conocía el modo correcto de proceder, y, en términos muy vagos y generales, qué desviaciones eran posibles. Su vida sexual, por ejemplo, estaba totalmente regulada por las dos palabras en nuevalengua «crimensexo» (inmoralidad sexual) y «buensexo» (castidad). El crimensexo incluía cualquier desviación sexual. Desde la fornicación, el adulterio y la homosexualidad hasta otras perversiones, incluidas las relaciones normales si tenían lugar solo por placer. No había necesidad de enumerarlas por separado, puesto que todas eran igualmente culpables y, en principio, estaban castigadas con la muerte. En el vocabulario C, formado por palabras científicas y técnicas, podía ser necesario dar nombres concretos a determinadas aberraciones sexuales, pero al ciudadano corriente no le hacía falta. Sabía lo que era el buensexo, es decir, las relaciones normales entre hombres y mujeres con el único propósito de engendrar hijos, y sin placer físico por parte de la mujer: todo lo demás era crimensexo. En nuevalengua muy pocas veces era posible elaborar una idea herética más allá de la percepción de que lo era: pasado ese punto, no existían las palabras necesarias.
Ninguna palabra en el vocabulario B era neutra desde el punto de vista ideológico. Muchas eran eufemismos. Así, por ejemplo, «campogozo» (campo de trabajos forzados) o «Minipax» (el Ministerio de la Paz, en realidad el Ministerio de la Guerra) significaban casi lo contrario de lo que aparentaban significar. Por otro lado, también había términos que demostraban una franca y desdeñosa comprensión de la verdadera naturaleza de la sociedad oceánica. Un ejemplo era «prolealimento», que se refería al entretenimiento de ínfima calidad y a las noticias falsas que el Partido proporcionaba a las masas. Otros términos eran ambivalentes y tenían connotaciones buenas o malas, según se aplicaran respectivamente al Partido o a sus enemigos. Pero también había muchos que a primera vista parecían meras abreviaturas y que derivaban su carga ideológica no de su significado, sino de su estructura.
Dentro de lo posible, todo lo que tenía o podía haber tenido significado político se hacía encajar en el vocabulario B. El nombre de todas las organizaciones, los grupos de personas, las doctrinas, los países, las instituciones o los edificios públicos se recortaba del modo habitual; es decir, se convertía en una única palabra, fácil de pronunciar y con el menor número posible de sílabas, de manera que conservara su derivación original. En el Ministerio de la Verdad, por ejemplo, el Departamento de Archivos, donde trabajaba Winston Smith, se llamaba «Deparch», el Departamento de Ficción se llamaba «Depfic», el Departamento de Teleprogramas se llamaba «Deptel», y así sucesivamente. Esto se hacía no solo con el objetivo de ganar tiempo. Ya en los primeros decenios del siglo XX, las abreviaturas habían sido uno de los rasgos característicos del lenguaje político; y se había visto que la tendencia a utilizarlas era más notable en los países totalitarios y las organizaciones totalitarias. Como ejemplo, tenemos palabras como «nazi», «Gestapo», «Comintern», «Inprecor» o «Agitprop». Al principio, dicha práctica se adoptó de manera casi instintiva, pero en nuevalengua tenía un propósito consciente. Se daba por sentado que al abreviar así un nombre se reducía y alteraba sutilmente su significado y se separaba de las asociaciones que podría tener de otro modo. Las palabras «Internacional Comunista», por ejemplo, evocan banderas rojas, barricadas, la hermandad universal, Karl Marx y la Comuna de París. En cambio, la palabra «Comintern» sugiere solo una organización muy bien organizada y un cuerpo doctrinal bien definido. Se refiere a algo casi tan reconocible, y limitado en su propósito, como una silla o una mesa. «Comintern» es una palabra que puede pronunciarse sin pararse a pensar en ella, mientras que «Internacional Comunista» es una frase en la que uno tiene que pararse a pensar, siquiera por un instante. Del mismo modo, las asociaciones de ideas evocadas por una palabra como «Miniver» son menos numerosas y fáciles de controlar que las evocadas por «Ministerio de la Verdad». Lo cual explica no solo la costumbre de abreviar siempre que fuese posible, sino también el cuidado casi exagerado para que todas las palabras fueran fáciles de pronunciar.
En nuevalengua, la eufonía se anteponía a cualquier otra consideración que no fuese la exactitud del significado, aun si para ello se hacía necesario sacrificar la regularidad de la gramática. Y no es de extrañar, pues por razones políticas su finalidad principal era conseguir palabras cortas con un significado inconfundible que pudieran pronunciarse deprisa y apenas despertaran ecos en la imaginación del hablante. Las palabras del vocabulario B incluso ganaban fuerza por el hecho de que casi todas se pareciesen. De manera casi invariable dichos términos —bienpiensa, Minipax, prolealimento, crimensexo, campogozo, Socing, vientresiente, mentalpol y muchos más— eran palabras de tres o cuatro sílabas, con el acento distribuido por igual entre la primera sílaba y la última. Su uso favorecía una farfolla al mismo tiempo marcada y monótona. Y eso era exactamente lo que se pretendía: que el discurso, sobre todo si versaba sobre cualquier asunto que no fuese neutro desde el punto de vista ideológico, fuese lo más independiente posible de la conciencia. Es evidente que en la vida cotidiana a veces era necesario reflexionar antes de hablar, pero cualquier miembro del Partido a quien se le pidiera un juicio ético o político podía farfullar las opiniones correctas de manera tan automática como una ametralladora dispara las balas. Su adoctrinamiento le preparaba para eso, la lengua le proporcionaba un instrumento casi infalible y la textura de las palabras, con su sonido áspero y cierta fealdad intencionada que estaba en consonancia con el espíritu del Socing, contribuía aún más al proceso.
Lo mismo ocurría con el hecho de que hubiese muy pocas palabras entre las que elegir. En comparación con el nuestro, el vocabulario de nuevalengua era muy escaso, y constantemente se ideaban nuevos modos de disminuirlo. La nuevalengua, de hecho, se distinguía de casi todos los demás idiomas en que su vocabulario cada vez era más reducido en vez de más amplio. Cada disminución era una ganancia, puesto que cuanto más reducida era el área de elección menor era la tentación de pensar. En último extremo, se tenía la esperanza de que el lenguaje articulado llegara a salir de la laringe sin el concurso de los centros cerebrales superiores. Dicho objetivo lo reconocía con toda franqueza la palabra «grazbla», que significaba «graznar como un pato». Al igual que muchas otras palabras del vocabulario B, «grazbla» tenía un significado ambivalente. Siempre que las opiniones graznadas fuesen ortodoxas, sus connotaciones eran positivas, y cuando el Times se refería a uno de los oradores del Partido como un «grazblador doblemasbueno» le estaba dedicando un caluroso elogio.
El vocabulario C. El vocabulario C servía para complementar a los otros dos. Estaba totalmente integrado por términos técnicos y científicos, parecidos a los que se usan hoy en día y construidos a partir de las mismas raíces, aunque, como siempre, se ponía gran cuidado en definirlos rígidamente y despojarlos de significados indeseables. Seguían las mismas normas gramaticales que las palabras de los otros dos vocabularios. Muy pocos términos C tenían utilidad en el habla cotidiana o en el discurso político. Cualquier trabajador técnico o científico podía encontrar las palabras que necesitaba en la lista consagrada a su especialidad, pero solo conocía por encima las de las otras listas. Solo unas cuantas eran comunes a todas las listas, y no había ningún vocabulario para referirse a la función de la ciencia como hábito o método de pensamiento, con independencia de sus ramas concretas. De hecho, no había ningún término para referirse a la «Ciencia», pues todos sus significados los recogía suficientemente la palabra Socing.
De todo lo visto hasta ahora se deducirá que la expresión de opiniones heterodoxas en nuevalengua por encima de un nivel muy sencillo era casi imposible. Por supuesto, se podían expresar herejías muy toscas, como una especie de blasfemia. Por ejemplo, se habría podido decir: «El Hermano Mayor es nobueno». Pero semejante afirmación, que para los oídos ortodoxos implicaba meramente un evidente absurdo, no podía sostenerse con una argumentación razonada porque faltaban las palabras necesarias. Las ideas contrarias al Socing solo podían concebirse de forma vaga y silenciosa, y nombrarse con términos muy amplios que incluían y condenaban grupos enteros de herejías sin definirlas. De hecho, el único modo de utilizar la nuevalengua con propósitos heterodoxos era retraducir ilegítimamente algunas palabras a viejalengua. Por ejemplo, en nuevalengua podía formarse una frase como: «Todos los hombres son iguales», pero solo en el mismo sentido en que podría decirse en viejalengua: «Todos los hombres son pelirrojos». No contenía errores gramaticales, pero expresaba una verdad impalpable —es decir, que todos los hombres tienen la misma estatura, peso o fuerza—. El concepto de igualdad política había dejado de existir, y dicho significado secundario también había sido borrado de la palabra «iguales». En 1984, cuando la viejalengua seguía siendo la forma normal de comunicación, seguía existiendo el peligro teórico de que al utilizar términos en nuevalengua uno pudiera recordar su significado original. En la práctica, nadie versado en el ejercicio del doblepiensa habría tenido la menor dificultad en evitarlo, pero en unas pocas generaciones incluso la posibilidad de ese descuido habría desaparecido. Cualquier persona que creciera con la nuevalengua como única lengua ignoraría que «iguales» había tenido el sentido secundario de «políticamente iguales», o que, en otra época, «libre» había significado «intelectualmente libre», igual que, por ejemplo, una persona que no hubiese oído hablar jamás del ajedrez ignoraría los significados secundarios de la palabra «reina» o «torre». Habría muchos crímenes y equivocaciones que le sería imposible cometer, sencillamente porque no tenían nombre y le resultarían inimaginables. Y era previsible que con el paso del tiempo las características definitorias de la nuevalengua se fueran agudizando, que su vocabulario fuese cada vez más escaso y los significados más rígidos, y que la posibilidad de utilizarlos de manera incorrecta continuara disminuyendo.
Cuando la viejalengua fuese por fin superada, se habría cortado el último vínculo con el pasado. La historia ya se había reescrito muchas veces, pero todavía sobrevivían fragmentos de literatura del pasado aquí y allá, censurados de forma imperfecta, y mientras quedase alguien que conociera la viejalengua sería posible leerlos. En el futuro, dichos fragmentos, aunque lograsen sobrevivir, serían ininteligibles e intraducibles. Era imposible traducir un pasaje de viejalengua a nuevalengua a menos que se refiriese a algún proceso técnico o a un acto de la vida cotidiana o fuese ya de tendencia ortodoxa (piensabienpleno, se diría en nuevalengua). En la práctica, eso significaba que ningún libro escrito antes de aproximadamente 1960 podía traducirse por completo. La literatura prerrevolucionaria solo podía someterse a una traducción ideológica, es decir, a una manipulación no solo de la lengua sino del sentido. Tomemos por ejemplo el conocidísimo pasaje de la Declaración de Independencia:
Defendemos que dichas verdades son evidentes en sí mismas: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre los que se cuentan el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad; que para garantizar dichos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se vuelva perjudicial para dichos principios, el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla y a instituir un nuevo gobierno...
Habría sido imposible traducirlo a nuevalengua y conservar el sentido original. Como mucho podría resumirse todo el pasaje con la palabra «crimental». Cualquier traducción completa habría sido ideológica, y las palabras de Jefferson se habrían convertido en un panegírico del gobierno absoluto.
Gran parte de la literatura del pasado estaba, de hecho, en proceso de transformación. Las consideraciones de prestigio hacían deseable conservar el recuerdo de determinadas figuras históricas y al mismo tiempo encajar sus logros en la filosofía del Socing. Por ello se estaba traduciendo a escritores como Shakespeare, Milton, Swift, Byron, Dickens y algunos más. Una vez completada la tarea, se destruirían los escritos originales junto con toda la literatura del pasado que hubiese sobrevivido. Dichas traducciones eran un proceso lento y difícil y no se esperaba que estuviesen terminadas antes del primer o segundo decenio del siglo XXI. También había mucha literatura meramente utilitaria —manuales técnicos indispensables y cosas por el estilo— que había que tratar del mismo modo. El motivo de que la adopción definitiva de la nuevalengua se fijara en una fecha tan lejana como el año 2050 no era otro que dar tiempo a esa labor preliminar de traducción.