El Carro De Los Elegidos

El Carro De Los Elegidos
Authors
White, Patrick
Publisher
Orbis
Tags
classics , prose_contemporary
ISBN
9781590170021
Date
1961-01-01T00:00:00+00:00
Size
0.49 MB
Lang
es
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Sarsaparilla, un imaginario suburbio de Sydney en el que transcurre la acción de su siguiente narración extensa, Riders in the charriot (El carro de los elegidos, 1961), muestra acabada de los efectos que llegan a causar la guerra y el racismo en un espacio tan aparentemente alejado de los grandes conflictos internacionales como puede serlo el territorio australiano.

En “Riders in the Chariot” (El carro de los elegidos, 1961), la más mística de todas sus historias, presenta la necesidad de comprender que la ilustración (en términos estrictamente filosóficos) religiosa o metafísica surge de la simplicidad de la vida, por sí misma, y no puede separarse de ella. Las visiones que colocan a los hombres por encima de los demás llegan incluso en las más inusuales de las mundanas circunstancias. “El carro de los elegidos” inspira su nombre de una cita de William Blake sobre los profetas Ezequiel e Isaías, la carroza o el carro representando a Dios como Gracia Divina, terror destructivo y juicio, mientras la sociedad perversa y cruel figura como culpada de sus crímenes, destinada a la maldición.

“Riders” presenta cuatro personajes, es una novela sin argumento, excepto aquel de "sobrevivir y morir", como alguna vez lo dijo. Aparece un pintor aborigen, marginado por su condición de inferioridad (llamado “negro” en Australia), y es el místico/artístico habitante de los alrededores. La lavandera, que descubre la carroza del bien tras escuchar una pieza de Bach en la catedral, que con sus manos enceradas, su cuerpo robusto y su ignorancia es, en palabras del escritor, “la más positiva evidencia del bien en sencillez”. La solterona fea dueña de una heredad en ruinas, el espíritu de la tierra de la novela, que ve la salvación durante sus «instants» de locura; y finalmente el judío inmigrante Himmelfarb, que logra escapar de las cámaras de gas de Auschwitz que encuentra al bien precisamente mientras los aliados bombardean su pueblo natal, y aunque ha buscado el secreto al éxtasis espiritual en los libros, solo en la bestialidad del hombre encuentra todas las respuestas. “El intelecto”, dice, “nos ha fallado”.