Despedida (5)

Con su tristeza oral, la despedida

nos guareció en el marco de las puertas.

Todas las cosas parecían muertas:

la intermitente vida,

el mundo ya sin plantas.

Con la resignación de algunas santas,

las manos se juntaban,

luego se recordaban...

Quedaba algo seguro:

como un símbolo impuro

el jardín se alejaba, minucioso,

y en su esplendor ya ocioso,

como la flor del techo de cemento,

evocaba la ausencia del momento...

Perdurábamos ya en las melancólicas

voces de las ventanas hiperbólicas.

5- Hay otro poema con este título, véase pág. 121 de Poesía Completa II; véase también aquí “La despedida”.