[1] La sabiduría de nación inglesa a veces produce obras maestras capaces de abochornar al español—si los idiomas tuvieran vergüenza. Así, mientras nuestro tomar el pelo es tirar de la pata, nadar y guardar la ropa se convierte en comer el pastel y conservarlo también, y entre la espada y la pared pasa de una típica situación de camorristas a ser reflexión metafísica: entre el diablo y el profundo mar azul.

[2] Como nadie sabe no ya traducir sino siquiera deletrear correctamente este término popularizado por el doctor Leary, propongo que psychedelic se escriba psicadélico. Me gusta ese acercamiento a sicalíptico.

[3] Prólogo de Niebla (Madrid, 1935).

[4] Deliberadamente he dejado fuera el aspecto puramente camp—high camp debía decir—de estas novelas. También olvidé afiliarlas a cualquier movimiento pop por horror a las tautologías: como las tiras cómicas, como la canción de moda, como los fumetti, Corín Tellado está en los orígenes. Decir que ella es pop equivale a subrayar el cristianismo de Jesús o a decir que Marx fue el primer marxista.

Quiero aclarar, asimismo, que las páginas precedentes no tienen, ¡por favor!, la intención de destruir, sino de investigar los medios de producción de una industria.

Finalmente quiero hacer mía esta frase lúcida de un pornógrafo in extremis, D. H. Lawrence: «Lo que es pornografía para un hombre es la risa del genio para otro».

[5] Siempre me interesó más la poesía popular que cualquiera otra de sus formas cultas: para mí el poeta chileno a citar no es Neruda ni es Nicanor Parra, sino Lucho Gatica. Por supuesto que Lucho Gatica no es el compositor de los boleros que canta, pero ¿no descansa toda la tradición literaria de Occidente en atribuir su primer poema, su primera novela y la fuente original de todo su teatro al seguro cantor y no al posible autor de la Ilíada y la Odisea?

[6] Esto fue verdad hasta el ingreso de Martí en el panteón popular al proveer la letra de «La Guantanamera», ¡circa 1962! Lo que tiende, por supuesto, a probar mi punto.

[7] Una declaración al Times de Tina Turner, cantante de blues y de rock (ejercicio que es casi una redundancia, ya que el nombre original del rock’ n’roll, antes de que fuera sustituido por esta etiqueta obscena, fue rhytbm and blues), es pertinente, más que nada porque los cantantes cubanos y los músicos negros norteamericanos tienen en común mucho más que el aparente idéntico origen racial de sus formas de expresión. Se hablaba de la sinceridad de Tina y ella la explicaba así: «Trato de decir y digo la historia en la canción. Quizás tú no atiendas a la letra, pero yo quiero que por lo menos la conozcas».

[8] Esta forma de poesía popular, pese a su nombre, se originó en Cuba y es típicamente urbana, probablemente iniciada en La Habana. La forma literaria (mucho más que la música: originado formalmente en la habanera, el bolero cubano tiene muy poco que ver con el ritmo español del mismo nombre) viene del movimiento modernista y de la imitación de ciertos poetas cursis pero extrañamente certeros cuando se trata de tocar el corazón del pueblo que los recibe, acoge y preserva en la anónima posteridad del folklore. Cf. Amado Nervo, Juan de Dios Peza y José Ángel Buesa y todos los seguidores populares del Neruda de Veinte poemas de amor (¡y una canción desesperada!).

[9] No se trata de un escaso kilogramo o de un oscuro jugo gástrico sino del equivalente cubano del cent de EE.UU. o del penique inglés: monedas ínfimas de cobre.

[10] Muchas de estas coplas, como lo indica a veces la rima, fueron compuestas en fecha tan lejana como los siglos XIII y XIV.

[11] Como el español depende de las preposiciones donde el inglés es soberanamente independiente, la traducción es unívoca: «El rey Carlos caminaba y hablaba / Siete años después (de que) su cabeza fue cortada». Un buen equivalente español aparece al final de Los intereses creados, una de las pocas comedias realmente ingeniosas que se han escrito en español en este siglo. Previsiblemente, no creó imitadores y hubo que esperar casi cincuenta años para encontrar su descendencia en El caso de la mujer asesinadita. Mientras que el mal Benavente de La malquerida engendró las pésimas tragedias lorquíanas y llenó el teatro español de malaventes y sartres y desastres en la casona en ruinas.

[12] Tanto a neófitos como a iniciados recomiendo el disco Mother Goose (Wing-Philips WL 1180), en el que Celeste Holm y el difunto y ya inmortal Boris Karloff animan estas rimas como nadie antes y como, tal vez, nadie después.

[13] Quien, siguiendo su axioma de que las palabras dicen lo que quiere su amo momentáneo, estará diciendo ahora desde el otro lado del muro: «Ah, bueno. ¡Ya pueden escribir semejantes cosas en un libro!».

[14] Por lo menos dos obras maestras de la novela policial basan su trama en las Rhymes: Los crímenes del obispo, de S. S. Van Dine (que sigue la rima «Who killed Cock Robin?» para construir su trama) y And then there were none, de Agatha Christie, quien no sólo usa la rima de «Ten little Niggers», sino saca el título de ella. También la película basada en la novela, conocida indistintamente como And then there were none o, desplazando las posibles connotaciones racistas, Ten little Indians. Muchos títulos de películas y novelas han sido pedidos prestados a las Rhymes. Entre otros: All tbe King’s men, Three blind mice, etc. No pocas canciones de éxito, como «Pussy cat, pussy cat» han puesto las Rhymes en disco, y, por supuesto, las primeras palabras grabadas por el hombre fue el verso que Edison—después de su histórico «Hello, hello, hello!», que inaugura la tradición de la persona puesta ante un micrófono para comunicar algo esencial que de pronto encuentra que ¡no tiene nada que decir!—recitó: «Mary had a little lamb...»

[15] Circulus vitiosus: petitio principii o petición del Príncipe (cf. Maquiavelo, ibid.).

[16] Ha de observarse que el tropo de mayor tamaño es el símil. A veces puede llegar hasta el infinito, donde suele encontrarse con las líneas para leerlas.

[17] Éste fue, aparentemente, su primer nombre flamenco. Es curioso, sin embargo que al germanizarlo no buscara su exacto equivalente en Kaufmann, sino en ese preciso y a la vez inexacto Martkramer.

[18] Sphoera intelligibilis cujus centrum est ubique et circumferentia nusquam, idea tomada por el santo franciscano de un libro hermético, y que luego fuera vulgarizada, debilitada, por Pascal, primero y finalmente por Alfred Jarry.

[19] Es pertinente—o por lo menos curioso—anotar los nombres de dos homónimos de Mercator: John Cremer, en Inglaterra, y Heinrich Kramer, el infame decano de la Universidad de Colonia. El primero fue un falsario que se hizo pasar por abate de Westminster, aunque nunca hubo en su época, ni antes ni después, un abate de Westminster llamado Cremer o Cramer. Su notoriedad póstuma viene de un documento aparentemente apócrifo, su Testamento hológrafo, sellado con lacre negro y salpicado de aceite de chaumugra. En este documento nefario, Cremer, o su falsificador fúnebre, asegura que el gran Raimundo Lulio «hizo oro» en Inglaterra por encargo del rey Eduardo III, y que este oro histórico se llamó aurum Raymundi. Según Eliphas Levi, todavía había en el siglo pasado monedas inglesas raras «llamadas Raymundins por los expertos». Uno de éstos, Louis Figuier, identifica los Raymundins como las rosas nobles, que, curiosamente, fueron reemplazadas por ángeles, moneda acuñada y nombrada en tiempos de Eduardo IV.

En cuanto al otro Kramer, fue uno de los autores del tenebroso Malleus maleficarum o Hexenhammer, el martillo de las brujas. Kramer, quien se aseguró una bula papal de Inocencio VIII para silenciar toda posible oposición a su cacería de brujas, latinizó su nombre en Institor. Lo que es singular, ya que Kramer quiere decir en alemán tendero, no buhonero. Pero no hay que fiarse mucho de la aptitud de Kramer como latinista, si conocemos su demostrada incapacidad para la filología. Su etimología de la palabra latina femina (mujer), por ejemplo, es bien torcida, ya que la deriva de fe y de minus para obligarla a parecer descreída. En cuanto a un descreído que debiera conocer mejor que a la mujer, el diablo, ¡lo obliga a componerse de las raíces dia (dos) y bolus (muerte), aquel que mata el cuerpo y el alma!

Una anécdota terrible sirve para marcar las diferencias entre el inquisidor Kramer y Kramer el cartógrafo. Para justificar sus persecuciones contra supuestos o presuntos herejes, inventó el primero una máquina jurídica llamada la «caldera del diablo». La caldera no era otra cosa que un horno grande y apagado dentro del cual hizo esconder a una ramera, pretendiendo luego que el diablo tenía allí dentro su adecuado aposento. La voz de esta mujer, que conocía íntimamente a no pocos vecinos de la ciudad, sirvió para denunciar a muchos inocentes, a quienes Kramer obligó a comparecer ante el horno bajo pena de excomunión y muerte. Luego torturó a muchos de los citados y condenó a buena parte de ellos a la hoguera.

[20] Como se recordará, el asesinato del Grand Prix Sarajebo o SarahJebó, Arquitrabe de Colonia, a orillas del lago Mareotis, desencadenó la Guerra de los Boxers.

[21] Datos tomados de Piano y forte: Historia de la música para pianoforte en el siglo XVII, por Adolfo Sol Azar, en diez tomos, tomos II y V, Ediciones La Tertulia, La Habana, 1939.

[22] Sangrienta refriega cerca del café El Interim, no lejos de La Gazza Ladra, trattoria en A’Rabbia Pseudita, de donde es oriunda la familia del pianista.

[23] Como todos los fanáticos del cine, quiero parecer versado en mitología. Aquí me refiero al viaje de la cabeza de Orfeo. Cortada por las Ménades y arrojada al río Hebro, viajó al mar y hasta una caverna en Lesbos, donde se instaló al tiempo que instauraba el culto órfico.

[24] Por supuesto, estas palabras tal vez imprudentes están escritas muchos años antes que el suicidio de Calvert Casey en Roma en 1969. Aunque las causas del suicidio del pobre Calvert son otras diferentes que las de Leslie Fajardo.

[25] También llamada de soslayo o vírgula.