Capítulo quince

FAMILIA  

 ¿POR QUÉ ESTADOS UNIDOS ADELANTÓ A EUROPA?

En 1831–1832, cuatro décadas después de la fracasada revolución francesa, un magistrado francés vino a Estados Unidos en una visita oficial. Usó la ocasión para una investigación no oficial del éxito y resultados de la democracia estadounidense. Publicó sus hallazgos en un clásico de dos volúmenes: La democracia en América. Hacia el final, Alexis de Tocqueville escribió:

He anotado muchos considerables logros de los estadounidenses y, si alguien me pregunta lo que pienso que es la causa principal de la extraordinaria prosperidad y creciente poder de esta nación, debo responder que se debe a la superioridad de sus mujeres.1

Dicho de manera sencilla, Tocqueville pensaba que Estados Unidos estaba prosperando debido a que las mujeres estadounidenses eran superiores. Pero, ¿por qué? ¿Acaso las mujeres estadounidenses no tenían los mismos genes que las europeas?* Tocqueville continuó:

En casi todas las naciones protestantes, las muchachas tienen mucho más control sobre su propia conducta que entre las católicas. Esta independencia es incluso mayor en los países protestantes, como Inglaterra, que han conservado o adquirido el derecho al gobierno propio. En tales casos, tanto hábitos políticos como creencias religiosas infunden un espíritu de libertad en la familia. En Estados Unidos, la enseñanza protestante se combina con una constitución muy libre y una sociedad muy democrática, y en ningún otro país a una niña se la deja tan pronto o tan completamente que se cuide a sí misma.2

La fuerza del carácter y cultura estadounidenses tradicionales no se puede entender sin entender la enseñanza de la Biblia sobre los roles de género, el sexo, el matrimonio y la vida de familia. Hasta la década de los ochenta, Estados Unidos era casi la única nación del mundo donde estas enseñanzas bíblicas estaban tan completamente integradas en la conciencia pública que un candidato para algún alto cargo político tenía que abandonar su candidatura si se descubría que le había sido infiel a su esposa.3 Como Tocqueville dijo:

Norteamérica es seguramente el país del mundo en que el lazo del matrimonio es más respetado, y donde se ha concebido la idea más alta y más justa de la dicha conyugal.4

Tocqueville no era ajeno a los factores naturales, históricos, políticos, legales y educativos que hicieron fuertes a Estados Unidos. Es más, la familia es un tema menor en su voluminoso estudio. Con todo, notó acertadamente que fue un factor significativo con profundas consecuencias para la sociedad en general. La Biblia era la fuente de las expectativas estadounidenses en cuanto al matrimonio.

Edificando sobre el relato del Antiguo Testamento de la creación y la oposición al adulterio y al divorcio, el Nuevo Testamento enseña que el propósito de Dios para los seres humanos era la monogamia: una relación vitalicia y exclusiva de un hombre y una mujer. Jesús explicó que Dios «los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre».5

La monogamia no es un concepto judío, hindú, budista o islámico del matrimonio. Fue una idea peculiarmente cristiana. Se esparció por todo el mundo en el siglo XIX, principalmente mediante el movimiento misionero occidental.

¿Qué hizo la idea bíblica del matrimonio y la familia para el estatus de mujeres y para la civilización?

Como mencioné en el capítulo 2, nosotros empezamos nuestro servicio a los pobres en el pueblo de Gatheora en 1976 entrenando a Obreros Sanitarios Rurales (VHW, por sus siglas en inglés). El doctor Mategaonker y su personal venían a nuestra granja dos veces por semana para enseñar a la gente del pueblo cómo mantenerse saludables, evitar enfermedades y curar dolencias sencillas. Las familias del pueblo no permitían que las mujeres asistieran a estas clases,* así que empezamos formando a jóvenes varones. A los pocos meses, después de que habíamos entablado amistad y nos sentíamos más libres unos con otros, los VHW nos expresaron su considerada opinión: «Ustedes, los cristianos, son muy inmorales».

«¿Qué quieren decir?» Me quedé estupefacto, puesto que el jurado había llegado a este veredicto después de la debida deliberación. «¿Cómo es que somos inmorales?»

«Ustedes andan con sus esposas tomados de la mano», explicaron. «Nuestras esposas caminan por lo menos tres metros detrás de nosotros. Usted lleva a su cuñada al mercado en su moto. Nuestras esposas son demasiado modestas como para sentarse en nuestras bicicletas, y se cubren la cara delante de nuestros padres, tíos y hermanos mayores».

No tenía ni la menor idea de cómo responder a mis acusadores. Pero Vinay, mi hermano mayor, había vivido allí mucho más tiempo que yo. Él respondió con brutal franqueza: «¡Vamos, muchachos! Ustedes saben perfectamente que la verdad es justo lo contrario. Ustedes no permiten que sus esposas se descubran la cara frente a sus padres y hermanos porque ustedes no confían ni en sus padres, ni en sus hermanos, ni en sus esposas. Yo permito que mi esposa vaya al mercado con mi hermano porque confío en ella y confío en mi hermano. Nuestras esposas pueden andar por los campos con nosotros y conversar con ustedes en sus casas porque tenemos patrones morales más altos. Ustedes encadenan a sus esposas a la cocina y las aprisionan detrás de un velo porque ustedes son los inmorales».

Para mi total sorpresa, cada uno de los VHW convinieron con Vinay sin el menor indicio de protesta. Tal vez hayan seguido escépticos en cuanto nuestra moralidad, pero conocían de primera mano sus propias normativas morales. Me sentí agradecido por la perspectiva de Vinay, porque yo nunca había visto las conexiones entre la moralidad y la libertad, la libertad para la situación de las mujeres, y el estatus de las mujeres para la fuerza de una sociedad. Tenía que haberlo sabido mejor, porque nuestro pueblo estaba a menos de treinta y cinco kilómetros de Khajuraho, donde había sido tallado en piedra todo acto sexual imaginable para adorar en templos hindúes. La religión de mis antepasados de «sexo sagrado» había esclavizado a nuestras mujeres tal como lo hizo en la civilización precristiana grecorromana.

Nuestros vecinos ni siquiera podían referirse a sus esposas por su nombre. Una esposa era Bhitarwali: la que pertenece a puertas adentro. La esclavitud de las mujeres se vendía entonces como moralidad tradicional. ¿La consecuencia? Ninguna niña de nuestra aldea había estudiado más allá del quinto grado, porque la escuela más cercana estaba a cinco kilómetros. Era demasiado arriesgado enviar a una niña tan lejos fuera de la vista. Llevó tiempo que los VHW reconocieran que lo que ellos consideraban moralidad era, en efecto, esclavitud de nuestras mujeres. La moralidad tiene el propósito de liberar. La moralidad sin libertad es esclavitud. La libertad sin moralidad es destructiva.

¿Por qué el movimiento de la liberación de la mujer empezó en Estados Unidos y no en una nación musulmana bajo regímenes como el talibán? ¿Se debió a que las mujeres estadounidenses estaban menos oprimidas que sus iguales musulmanas? Está claro que es justo al contrario. Un cuerpo anémico no puede luchar contra la enfermedad. Uno tiene que desarrollar fuerza a fin de luchar contra los gérmenes. La liberación de la mujer empezó en Estados Unidos porque las mujeres estadounidenses estaban recibiendo a la vez fortalecimiento y discriminación.

La Biblia es un libro patriarcal. Se ha considerado que sus enseñanzas son responsables del estatus subordinado de la mujer en los hogares, iglesias y sociedad tradicionales occidentales. ¿Es posible que la Biblia también fuera la fuerza que potenció a las mujeres en Occidente y les permitió luchar por su liberación? Para Tocqueville había un factor obvio: los cristianos estadounidenses creían en la jerarquía práctica, social y temporal de maridos y esposas, mientras que afirmaban su igualdad inherente, intrínseca o metafísica.

La mayoría de las culturas han creído que las mujeres son intrínsecamente inferiores a los hombres. Por ejemplo, Rousseau—uno de los padres del Siglo de las Luces secular y paladín de la libertad— creía que la mujer es un hombre sin terminar. Los sabios hindúes enseñaban que un alma con mal karma se encarnaba como mujer para servir a los hombres. Tocqueville notó que, siguiendo al cristianismo europeo, Estados Unidos «permitió que la inferioridad social de las mujeres continuara».6 No es difícil en la actualidad hallar iglesias estadounidenses que creen que la mujer puede dictar una conferencia en el Congreso de la nación, pero no en sus congregaciones locales; las mujeres pueden servir café después del culto de adoración, pero no la comunión durante la adoración; las mujeres pueden tocar el piano en un culto de iglesia, pero no elevar la oración pastoral.

La mayoría de los cristianos que practican la desigualdad social o temporal, sin embargo, coinciden en que la Biblia enseña que hombres y mujeres fueron creados por igual a imagen de Dios;7 la desigualdad social, es decir, el que el esposo es cabeza del hogar, vino como parte de la maldición sobre el pecado humano.8 Coinciden en que Jesús vino para librarnos del pecado y su maldición. Esta distinción entre la igualdad esencial metafísica y la desigualdad social temporal debida al pecado no era un acto de malabarismo teológico. Aseguraba que la búsqueda de una dignidad igual llegaba a ser un rasgo de buscar la salvación de las consecuencias del pecado.

Tocqueville presenció la «desigualdad social»—sufrimiento y tristeza— en los ojos de las mismas mujeres que admiraba. Eran mujeres educadas que en sumisión a sus esposos dejaron la vida de ciudad para ir a territorios no colonizados. Se sacrificaron por sus hijos y los sueños de sus esposos. En su conmovedor apéndice, Tocqueville describió una visita a una pareja pionera típica que se había mudado de Nueva Inglaterra al Oeste, había limpiado una parcela en un espeso bosque y había empezado a cultivarlo. Lo hallé conmovedor, primero, porque bien podía haber estado describiendo a mi esposa y a mí en 1976, solo que nosotros nos mudamos a un desierto social, no físico. Y, segundo, porque el pasaje explica el éxito económico de Estados Unidos, infectado con el prejuicio socialista de que la riqueza del país procede de explotar a otras naciones.

Entramos en la casa de troncos; el interior era muy diferente a las casas de los campesinos europeos; había... pocas cosas necesarias... en un anaquel hecho con un tablón rústico, unos pocos libros: la Biblia, los primeros seis cantos de Milton, y dos dramas de Shakespeare... el amo de esta morada... claramente no había nacido en la soledad en que le hallamos... sus primeros años los pasó en una sociedad que usaba la cabeza y él pertenecía a aquella raza de hombres inquietos, calculadores y aventureros que hacían con la más acendrada frialdad cosas que solo se pueden explicar por el ardor de la pasión, y que aguantaron por un tiempo la vida salvaje a fin de conquistar y civilizar la zona agreste...

Una mujer estaba sentada al otro lado de la chimenea, arrullando a un niñito sobre sus rodillas. Nos hizo una venia sin levantarse. Como el pionero, esta mujer estaba en lo mejor de su vida; su apariencia parecía ser superior a su condición, y su vestido incluso delataba un persistente gusto para vestir; pero sus extremidades delicadas estaban enflaquecidas, sus facciones gastadas, y sus ojos gentiles y serios; toda su fisionomía llevaba las marcas de la resignación religiosa, una profunda paz libre de pasiones, y algún tipo de determinación natural, tranquila, que enfrentaría todos los males de la vida sin temor y sin desplante. 9

Tocqueville está describiendo la clase de fuerza heroica que se muestra en sumisión, sacrificio y resistencia; cualidades a menudo retorcidas en cuerdas que se usan para oprimir a las mujeres. En la cultura bíblica, democrática, de Estados Unidos de América, según mantiene Tocqueville, estas cualidades llegaron a ser la fuente de la libertad de las mujeres y de la fuerza nacional. Sería más fácil entender su punto si vemos la cultura estadounidense a la luz de otras tradiciones.

MUJERES CON VELO

El profeta Mahoma hizo una visita a Zaid, su muy estimado hijo adoptivo. Zaid fue el tercer convertido al islam y totalmente leal a su padre adoptivo. Su hermosa esposa, Zaynab bint Jajash, era prima del profeta. Zaid no estaba en casa y Zaynab, vestida ligeramente, abrió la puerta, invitando a su primo a que entrara. Deslumbrado por su belleza, el profeta exclamó: «¡Señor de gracia! ¡Santo cielo! Cómo agitas tú los corazones de los hombres». El profeta titubeó y entonces declinó entrar en la casa.

Zaynab le relató el incidente a su esposo, que en seguida fue al profeta y diligentemente ofreció divorciarse de su esposa por él. Magnánimo, Mahoma declinó. «Conserva a tu esposa y teme a Dios». Pero en muchas partes del mundo, es peligroso negarles a los poderosos lo que sus corazones desean, digan lo que digan. Al parecer, los elogios del profeta habían atrapado el corazón de Zaynab y el devoto hijo se divorció de su esposa.

El profeta vaciló sobre si casarse con Zaynab, puesto que casarse con la esposa de su hijo sería considerado incesto. Una nueva revelación le rescató de sus escrúpulos. Con su esposa Aisha—con quien se había casado cuando ella tenía solo seis años— sentada junto a él, Mahoma entró en uno de sus desvanecimientos proféticos. Saliendo del mismo, preguntó: «¿Quién irá y felicitará a Zaynab y le dirá que el Señor la ha unido conmigo en matrimonio?» Entonces nació la sura coránica 33.2–33.7, estableciendo la ley de que los hijos adoptivos deben llevar el nombre de su propio padre y que casarse con las esposas de hijos adoptivos no se consideraría crimen entre los fieles. Dios le aseguró al profeta: «Cuando Zaid hubo resuelto divorciarse de ella, la casamos contigo».

Los apologistas musulmanes defienden a Mahoma argumentando que el matrimonio fue contraído por razones políticas. Aisha, sin embargo, tuvo un comentario más agudo: «Verdaderamente, tu Dios parece haber sido muy rápido para atender tus oraciones». Ya fuese la profecía una revelación divina o un producto de la mente subconsciente, el mundo islámico aprendió que era más seguro cubrir la belleza de la mujer de uno antes que lamentarlo.10

Los Diez Mandamientos ya habían establecido como pecado el codiciar a la esposa del prójimo. Jesús ofreció una solución más radical; que exigía no meramente modestia de las mujeres, sino también autodisciplina y santidad interna de los hombres. Pidió a sus seguidores que lidiaran con el problema espiritual del adulterio en sus corazones y la lujuria en sus ojos. Les dijo que no se divorciaran de sus esposas, excepto por infidelidad matrimonial, y que no se casaran con divorciadas en circunstancias que denigran el matrimonio y camuflan el adulterio; circunstancias que usan el divorcio y el matrimonio como barnices para romper familias.11

Al principio del segundo milenio, cuando se estaban construyendo los templos Khajuraho en la India central, el islam empezó a conquistar el noroeste de la India. Hoy, muchos hindúes «occidentalizados », orgullosos de Khajuraho, el Kama Sutra, y la sexualidad tántrica,12 piensan que sexo libre equivale a libertad. Aducen que el islam trajo el velo y la esclavitud de las mujeres a la India. Incluso si eso fuera verdad, subsiste el hecho de que durante los ochocientos años de influencia islámica, el tantra, el yoga* y la adoración a las diosas no hicieron nada por liberar a las mujeres indias.13 La emancipación de las mujeres asiáticas empezó en el siglo XIX cuando el movimiento misionero occidental14 nos trajo la cosmovisión, espiritualidad y moralidad bíblicas, lo que Tocqueville llama «costumbres» o «hábitos del corazón».15

Keshab Chandra Sen (1838–84), filósofo bengalí y reformador social captó lo que Tocqueville había visto. En la década de 1870 llegó a ser el primero de la India que exigió que se prohibiera la poligamia y se hiciera de la monogamia la definición legal del matrimonio. Los gobernantes británicos de la India escogieron no cuestionar la poligamia hindú y musulmana. Hicieron de la monogamia la ley solo para los cristianos de la India y para los hindúes que se unían a la secta de Sen: los Prarthana Samaj. Unas pocas generaciones después de Sen, en 1949, Pandit Jawaharlal Nehru, el primer ministro de la India, también trató de hacer de la monogamia parte de la Constitución del país; quería hacerla obligatoria para todos los hindúes; pero fracasó.

La monogamia no entró en la ley matrimonial hindú hasta 1956. Sin embargo, a mediados de la década de 1990 ¡todavía teníamos un miembro del Parlamento que tenía cuarenta y nueve esposas! Muchos hombres con más de una esposa han ocupado altos cargos por elección en la India. No es ningún problema que la querida de algún popular funcionario electo se presente y gane unas elecciones. No estoy tratando de condenar a individuos específicos; pero sí quiero dejar claro el punto de que nuestra cultura ha tenido cimientos éticos muy diferentes a los de Estados Unidos. Estoy convencido de que los hábitos de los corazones de la India (hábitos que han ido ganando terreno en Estados Unidos desde la década de los sesenta) han estado en la raíz de la esclavitud de nuestras mujeres y del estancamiento de nuestra civilización.

DE LA POLIGAMIA AL CELIBATO

El cristianismo surgió en la cultura promiscua y polígama de Roma, cultura no muy diferente a la de Khajuraho. Muchos historiadores han notado lo que el Nuevo Testamento sugiere, que el cristianismo conquistó Roma porque, como veremos más adelante, atrajo y potenció a las mujeres. Es importante entender cómo la poligamia debilita y esclaviza a las mujeres.

Un incidente doméstico en el harén del profeta Mahoma ilustra un problema con la poligamia. Un musulmán tiene permitido tener no más de cuatro esposas a la vez. El profeta, sin embargo, había recibido revelaciones que le permitían tener hasta trece. Para impedir los celos, pasaba una noche con cada una de ellas, por turno. Un día era el turno de su esposa Jafsa. Ella estaba de viaje visitando a su padre, pero volvió inesperadamente. Se enfureció al hallar al profeta en la cama con María, la criada copta y concubina. Jafsa le reprochó amargamente, amenazándole con decírselo a las demás esposas. Mahoma le prometió mantenerse lejos de la detestada María si ella se quedaba callada. Jafsa, sin embargo, se lo confió a Aisha, que también detestaba a María.

El escándalo se extendió y Mahoma se encontró que su propio harén le aplicó la ley del hielo. Otra revelación (Sura 66.1516) le eximió de cumplir su promesa de mantenerse alejado de la atractiva criada. La revelación exigió que reprendiera a sus esposas, dándoles a entender que se divorciaría de todas y las reemplazaría con esposas sumisas. El profeta fue pronto para obedecer la palabra del ángel que le liberaba de su obligación de cumplir su promesa. Pasó un mes con María lejos de sus esposas. Las esposas quedaron aterradas por su obediencia a la revelación. Se reconciliaron. El padre de Aisha, Abu Bakr, y otros le suplicaron al profeta que perdonara a sus esposas insensatas.

Aunque muchos de nuestros contemporáneos han argumentado que el derecho a un divorcio fácil es necesario para la libertad y felicidad de la mujer, la experiencia del divorcio fácil en el islam y la sabiduría acumulada de siglos indica que el divorcio y la poligamia debilitan a las mujeres. Socavan la capacidad de la esposa de luchar por sus derechos y dignidad. Irónicamente, el celibato podría llegar a ser el extremo opuesto.

La Biblia lo presenta como un raro llamamiento para dirigentes que necesitan dar todo su tiempo al servicio en circunstancias especiales.17 Pero algunos eruditos cristianos interpretaron mal la Biblia para implicar que una relación matrimonial con una mujer era contaminante. Durante la Edad Media, la Iglesia Católica empezó a promover la idea de que el celibato era espiritualmente superior al matrimonio. La Biblia permitió que los reformadores del siglo XVI restauraran el estatus honroso del matrimonio. Antes de hablar de esa controversia, necesitamos señalar la contribución de la Biblia a la emancipación de las mujeres mediante la Iglesia Católica.

EL CATOLICISMO ROMANO Y LA EMANCIPACIÓN
DE LAS MUJERES

Rodney Stark, en su autoritativo La expansión del cristianismo: un estudio sociológico,18 considera el surgimiento del cristianismo en el ambiente pagano grecorromano temprano. Entre otras cosas, explora el impacto de los mandamientos de la Biblia respecto a adulterio, violación, asesinato, divorcio, amor a las esposas, cuidado de las viudas, y así por el estilo, y la mujer en general. Lo siguiente es de una sección titulada «Esposas, viudas y prometidas»:

Primero que nada, un aspecto principal del estatus mejorado de las mujeres en la subcultura cristiana es que los cristianos no toleraban el infanticidio femenino19... la concepción cristiana de la mujer, también se demuestra más favorable en su condena del divorcio,20 el incesto,21 la infidelidad marital,22 y la poligamia.23 Como Fox dice: «La fidelidad, sin el divorcio, era lo que se esperaba de todo cristiano »... Como los paganos, los primeros cristianos valoraban la castidad femenina, pero, a diferencia de aquellos, rechazaban el doble estándar que les daba a los varones paganos tanto libertinaje sexual. A los hombres cristianos se les instaba a que permanecieran vírgenes hasta el matrimonio, y las relaciones sexuales extramaritales se condenaban como adulterio. Chadwick notó que el cristianismo «consideraba que la falta de castidad en el esposo era una ruptura de lealtad y confianza no menos seria que la infidelidad de una esposa».24

Stark destacó que las viudas cristianas disfrutaban de ventajas sustanciales sobre las viudas paganas, que enfrentaban mayor presión social para volver a casarse. Augusto César, por ejemplo, multaba a las viudas que no se volvían a casar en dos años. Cuando una viuda volvía a casarse, perdía toda su herencia, que pasaba a ser propiedad de su nuevo esposo. En contraste, el Nuevo Testamento requería que los cristianos respetaran y cuidaran a las viudas.25 Las viudas cristianas acomodadas conservaban los bienes de su esposo, y la iglesia sostenía a las más pobres, dándoles la opción de volver a casarse o no.

Los cristianos también expresaron su respeto por las mujeres al elevar la edad del matrimonio. La ley romana establecía los doce años como la edad mínima en que las muchachas podían casarse. Pero la ley no era más que una recomendación; no imponía multas y de rutina se la ignoraba. Los mejores estudios disponibles muestran que en el Imperio Romano las hijas paganas tenían tres veces mayores probabilidades que las cristianas de casarse antes de cumplir los trece años. Para los once años, el diez por ciento ya estaban casadas. Casi la mitad (el 44%) de las muchachas paganas estaban casadas para cuando cumplían los catorce años, comparado con el 20% de las cristianas. En contraste, casi la mitad (48%) de las muchachas cristianas no se casaban antes de cumplir los dieciocho años.26

Stark informó que en 1955 el historiador francés Drurry publicó sus hallazgos de que los matrimonios romanos con novias niñas se consumaban incluso si la esposa no había llegado a la pubertad. Drurry pensaba que esto no era la norma. Sin embargo, han surgido desde entonces pruebas literarias sustanciales de peso demostrando que la consumación de estos matrimonios se daba por sentado.27 Escritores paganos como Plutarco tildaron de cruel y contraria a la naturaleza esta costumbre, porque llenaba a las muchachas de odio y temor. Los cristianos, en contraste, podían demorar el matrimonio de sus hijas, porque el Nuevo Testamento les daba normativas morales diferentes; el mismo patrón para hombres y mujeres. La ética sexual de la Biblia les daba a las muchachas cristianas tiempo para crecer y llegar a ser mejores esposas y madres.

EL SEXO Y EL MATRIMONIO

La cultura clásica de Roma no veía el sexo meramente como un placer secular. Como las sectas tántricas de la India, muchos templos romanos estaban repletos de prostitutas, tanto mujeres como hombres. Un estudio de 1889 halló que unas cuantas mujeres casadas de familias de alto rango del Imperio Romano habían «pedido que sus nombres se anotasen entre las prostitutas públicas, a fin de que no se las castigara por adulterio».28

El adulterio era un crimen con serias consecuencias porque era una ofensa económica —tomar la propiedad (esposa) de otro hombre—, no porque fuera cuestión de impureza sexual, un trastorno de la unión santa del esposo y la esposa o una violación de votos sagrados. De hecho, las relaciones sexuales extramaritales con prostitutas del templo se consideraban un evento purificador, que agradaba a los dioses, algo religioso, por no decir que era la misma vía de iluminación gnóstica. Incluso hoy, muchos gurús hindúes y maestros yoguis tienen relaciones sexuales con sus seguidores femeninos y masculinos bajo pretexto de «purificar las chacras», los centros psíquicos del cuerpo.

La promoción religiosa y aristocrática del sexo extramarital tuvo consecuencias colosales. La fácil disponibilidad del sexo sin compromiso les quitó a los hombres la motivación para casarse. La aversión al matrimonio se había hecho evidente ya en el 131 A.C., cuando el censor romano Quinto Metelo Macedónico propuso que el matrimonio se debía declarar obligatorio. Demasiados hombres preferían permanecer solteros, lo que condujo al censor a conceder: «Si podemos seguir sin una esposa... evitaríamos todos ese fastidio».

Metelo continuó, sin embargo, indicando que los hombres necesitaban tener en cuenta el bienestar del estado a largo plazo: «Pero puesto que la naturaleza ha ordenado que no podemos ni vivir confortablemente con ellas, ni en absoluto sin ellas, debemos pensar más en nuestro bienestar a largo plazo que en el placer del momento».29 Más de un siglo después, Augusto César citó este pasaje ante el Senado para justificar su propia legislación a favor del matrimonio. La necesidad era obvia, la argumentación contundente, pero la legislación no fue recibida con gran entusiasmo la segunda vez. El historiador Beryl Rawson escribió: «Un tema recurrente en la literatura latina es que las esposas son problemáticas y, por consiguiente, los hombres no se interesan demasiado por el matrimonio».30

Otro resultado acumulativo de la promiscuidad, el matrimonio infantil, el maltrato de las mujeres, el divorcio y la aversión al matrimonio fue que la población pagana de Roma empezó a declinar en los años finales del Imperio. Madres solteras y esposas inseguras (que temían el divorcio) escogían el aborto y el infanticidio aun cuando sus instintos naturales las impulsaban a la atención y el cuidado. Hacia el fin del siglo II A.C., Minucio Félix acusó, en el Octavio, que la mitología religiosa estimulaba el asesinato mediante el infanticidio y el aborto:

Veo que ustedes dejan a sus hijos recién nacidos expuestos a las bestias salvajes y aves de rapiña, o cruelmente los estrangulan hasta que mueran. También hay mujeres entre ustedes que, tomando ciertas drogas, destruyen los principios del futuro ser humano mientras todavía está en el vientre y son culpables de infanticidio antes de ser madres. Estas prácticas ciertamente les han venido de sus dioses.31

Las consecuencias a largo plazo de prostitución, libertinaje, soltería, divorcio, aborto, infanticidio y declinación de la población fue que las ciudades de Roma empezaron a reducirse en número y tamaño. Con el tiempo, el Imperio tuvo que depender de un influjo constante de colonos «bárbaros». Ya para el siglo segundo, Marco Aurelio tuvo que decretar el reclutamiento de esclavos y gladiadores y contratar alemanes y escitas para llenar las filas de su ejército. Consiguientemente, Roma quedó vulnerable. El principal reto a esta tendencia deprimente vino de la iglesia, que seguía el mandamiento bíblico a Adán y Eva de «ser fructíferos y multiplicarse».

Comparados con los paganos, el compromiso de los cristianos con el matrimonio resultó en mujeres más seguras y una tasa más alta de fertilidad. De igual manera, la oposición cristiana al infanticidio y al aborto resultó en un índice más bajo de mortalidad. Juntas, la población cristiana naturalmente creció más rápido que la de los paganos de Roma. Las opciones cristianas a favor de la pureza sexual, el matrimonio estable y el cuidado de niños, huérfanos y viudas, ayudaron a la civilización, pero no estaban motivadas por una preocupación por la civilización. Su motivo era agradar a Dios al obedecer su palabra.

Durante el primer milenio de la era cristiana, la Iglesia Católica fue la fuerza mayor para la emancipación de las mujeres. Al principio del segundo milenio, sin embargo, el «culto a la virgen María»* y la idea de ganarse la salvación mediante la religiosidad condujo a una exaltación no bíblica del celibato. La idea de «salvación por obras» a menudo conduce a la renuncia de lo agradable: ciertas comidas, bebidas, sueño, sexo, matrimonio, etc. Este marco mental: la renuncia al placer y la consecución de rectitud mediante obras de piedad, hizo que la gente viera las relaciones sexuales, el matrimonio, la familia y el trabajo económicamente productivo (necesario para sostener una familia) como concesiones para los espiritualmente inferiores. La renuncia al matrimonio y a los placeres (y a las responsabilidades) de la vida de familia se consideraban virtudes piadosas. El celibato llegó a ser prueba pública de la superioridad espiritual. Ingresar en un monasterio llegó a ser el camino más seguro al cielo. El orgullo espiritual condujo a grotescos prejuicios en contra de las mujeres.

Por ejemplo, el popular Martillo de las brujas (1487 A.D.) sedujo a los inquisidores a pensar que las mujeres eran hienas sexualmente insaciables y un peligro constante para los hombres y su sociedad.32 La permisividad sexual tántrica resultó en reacciones similares en el hinduismo tradicional; exaltación del ascetismo y el celibato (Brahmacharya) con una noción degradante de las mujeres como tentadoras. La reacción hindú fue más allá que la exaltación europea del celibato al considerar la materia física, el cuerpo humano, y el sexo como inherentemente malos, en contraste con el espíritu, que era bueno. Por ejemplo, Swami Sivananda, fundador de la Sociedad de la Vida Divina, y pionero del moderno movimiento gurú, escribió declaraciones como esta:

El placer del sexo es el más desvitalizador y desmoralizante de los placeres. El placer sexual no es placer en absoluto. Es ilusión mental. Es falso, totalmente inútil y extremadamente dañino.33

Felizmente para Occidente, la Reforma del siglo XVI empezó a restaurar las normas bíblicas para las costumbres sexuales. Reformadores como Martín Lutero argumentaron que, de acuerdo con la Palabra de Dios, el sexo y el matrimonio tenían un propósito de santidad. La familia, no el monasterio, era la escuela divinamente ordenada del carácter. Roland Bainton, aclamado autor e historiador, escribió: «Lutero, que se casó para testificar de su fe... hizo más que cualquier otra persona para determinar el tono de las relaciones domésticas alemanas [y protestantes] por los siguientes cuatro siglos».34 El hogar de Lutero en Wittenberg llegó a ser la primera casa pastoral cristiana después de siglos. Las normas bíblicas para la vida de familia que Lutero enseñó permanecieron prácticamente sin cuestionamiento hasta fines del siglo XX.

El ataque de Martín Lutero a la idea católica del celibato y su promoción de la idea bíblica del matrimonio hizo más para promover la Reforma que su ataque contra las indulgencias. Enseñó que según la Biblia algunos individuos son llamados a una vida célibe. Sin embargo, el plan normal de Dios para los seres humanos es el matrimonio. La doctrina de que el matrimonio es espiritualmente inferior o indeseable es «enseñanza de los demonios».35 Lutero enseñaba que la familia, no el monasterio, es la escuela de Dios para el carácter, el celibato se había convertido en la trampa del diablo para seducir a sacerdotes y monjes a pecar.

Inicialmente, de 1517 a 1521, para los europeos de a pie, la Reforma parecía cuestión de disputas teológicas entre expertos. La gente ordinaria despertó cuando los sacerdotes empezaron a casarse como resultado del librito de Lutero La cautividad babilónica de la Iglesia. Lutero argumentó que las leyes de los hombres no podían anular el mandamiento de Dios de casarse. Dios ordenó el matrimonio para los hombres antes de que el pecado entrara en el mundo. El sexo era parte del mundo material que el Creador declaró «muy bueno».36 Lutero señaló que las Escrituras nos informan: «Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él».37 En otras palabras, Dios hizo a Eva para Adán. Ella es buena y necesaria para él, una dádiva perfecta planeada por la sabiduría divina. Dios hizo solo una mujer para un hombre; y los dos «serán una sola carne».38

Después de su iconoclasta libro, Lutero escribió Discurso a la nobleza. Este presentaba el razonamiento práctico para que los sacerdotes (no los monjes) se casaran: el sacerdote tenía que tener un ama de llaves; poner a un hombre y una mujer juntos era como poner fuego con paja y esperar que no pase nada. La castidad no casta de la iglesia necesitaba llegar a su fin. A los sacerdotes había que dejarlos en libertad para que se casaran. El impulso sexual natural, divinamente ordenado, era preciso reconocerlo como impulso necesario, bueno y honroso.

Lutero, monje, todavía estaba escondido en el castillo de Wartburgo para evitar que lo quemaran por hereje, cuando tres sacerdotes afirmaron la rectitud de su enseñanza casándose. El arzobispo Alberto de Mainz los arrestó. Lutero envió una severa protesta. Alberto decidió consultar con la Universidad de Wittenberg. Andreas Carlstadt, colega de mayor antigüedad que Lutero y erudito altamente respetado, contestó la pregunta del obispo escribiendo un libro en contra del celibato. Concluyó que, según la Biblia, un sacerdote no solo podía casarse, sino que debía casarse y tener familia. En lugar del celibato obligatorio, Carlstadt puso el matrimonio obligatorio y la paternidad. Pasó a confirmar su estudio bíblico poniendo su ejemplo personal: se casó.

Lutero quedó encantado por la intrépida decisión de Carlstadt. Se sintió incómodo, sin embargo, con la propuesta suya de que incluso los monjes debían casarse. Lutero sentía que el caso de los monjes, como él, era diferente del de los sacerdotes. Los monjes habían hecho votos voluntarios para permanecer célibes. Estaría mal romper esos votos. Eso suscitaba una nueva cuestión: ¿Impone Dios los votos del celibato? La respuesta de Lutero ayudó a producir tanto el concepto moderno del matrimonio como el mundo político económico moderno.

La pregunta obligó a Lutero a volver a las Escrituras. Halló que el voto del monje de no casarse era contrario a la Biblia y en conflicto con la caridad y la libertad. Envió su tesis de vuelta a la universidad: «El matrimonio es bueno, la virginidad es mejor, pero la libertad es incluso mejor». De la lectura de la Biblia, Lutero concluyó que los votos monásticos descansaban en presuposiciones falsas y arrogantes de que los cristianos célibes tenían un llamamiento o vocación especial a observar los consejos de perfección, que eran superiores a los cristianos ordinarios que obedecían las leyes morales ordinarias. La conclusión revolucionaria de Lutero se conoce como «el sacerdocio de todos los creyentes».39

La exposición de la Biblia por parte de Lutero empezó a vaciar los monasterios. Su exposición llegó a ser el factor teológico esencial que permitió que las naciones protestantes se desarrollaran económicamente más rápido que los países católicos y que edificaran democracias igualitarias. La familia es una máquina primaria de la civilización para el crecimiento económico. Si un hombre no tiene familia, puede cultivar los campos, pero es improbable que plante y cultive árboles y sembrados para las generaciones futuras. Puede cavar una cueva o construir una casa de troncos, pero es improbable que construya una casa para sus nietos. La familia motiva a los padres a planear, ganar, sacrificarse, ahorrar e invertir para generaciones futuras; para su bienestar tanto físico como social.

Este «sacerdocio de todos los creyentes» negaba que la vocación del sacerdote fuera superior. Lutero enseñó que el zapatero era tan importante como el sacerdote. Había que honrar todas las vocaciones por igual. Cada una debía emprenderse con diligencia como servicio a Dios. Este sacerdocio bíblico de todos los creyentes cuestionó la distinción de clases en Europa. Dio a luz a la moderna igualdad democrática de todos los ciudadanos: ricos o pobres, educados o analfabetos, viejos o jóvenes, hombres o mujeres. Lutero plantó en Europa las semillas que rendirían su mejor cosecha en Estados Unidos.

El 10 de enero de 1529, Lutero predicó basándose en el capítulo 2 del Evangelio de Juan. El pasaje relata el milagro de Jesús cuando convirtió el agua en vino en las bodas de Caná, por petición de su madre viuda. Lutero condensó la bondad intrínseca del matrimonio, el sacerdocio de todos los creyentes, el valor igual de toda vocación, y la familia como escuela de carácter:

Hay tres estados: matrimonio, virginidad y viudez. Todos son buenos. No hay que menospreciar a ninguno. Al virgen no se le debe estimar por encima del viudo, ni al viudo por encima de la esposa, así como tampoco al sastre hay que estimarlo más que al carnicero. No hay estado al cual el diablo se oponga tanto como al matrimonio. El clero no ha querido fastidiarse con el trabajo y la preocupación. Le han tenido miedo a una esposa regañona, hijos desobedientes, parientes difíciles, o que se les muera un cerdo o una vaca. Quieren quedarse en cama hasta que el sol brille por la ventana. Nuestros antepasados sabían esto y dirían: «Querido hijo: Hazte sacerdote o monja y diviértete». He oído a casados decirle a los monjes: «A ustedes les va fácil, pero cuando nosotros nos levantamos no sabemos dónde hallar nuestro pan». El matrimonio es una cruz pesada debido a que muchas parejas pelean. Es gracia de Dios cuando se ponen de acuerdo. El Espíritu Santo declara que hay tres maravillas: cuando los hermanos concuerdan, cuando los vecinos se aman unos a otros, y cuando un hombre y su esposa son uno. Cuando yo veo una pareja así, me alegro como si estuviera en un jardín de rosas. Es algo escaso.40

Los feministas radicales no fueron los primeros en ver el matrimonio como una «cruz pesada»; una carga o esclavitud. Lutero dijo que el matrimonio era esclavitud para los hombres tanto como para las mujeres. Es precisamente por esto por lo que muchos hombres en la Roma pagana preferían no casarse y buscar relaciones extramaritales u homosexuales. El cristianismo hizo del matrimonio algo más difícil para los hombres al exigir que los esposos fueran fieles, comprometidos y que amaran a la misma mujer, pasara lo que pasara, «hasta que la muerte los separe». Cuando al esposo se le prohíbe enredos extramaritales, tomar una segunda esposa o divorciarse de una esposa difícil; cuando no se le permite aborrecerla o ser cruel con ella, cuando se le exige que ame y honre a su esposa; entonces la esposa es fortalecida. Ella tiene la seguridad que busca para su dignidad y derechos.

El matrimonio hace que aflore lo peor en esposos y esposas. Deben escoger si quedarse en esa escuela de carácter o abandonarla. La Biblia hizo difícil el divorcio porque uno no aprende mucho al abandonar una escuela retadora. La única manera de hacer que la monogamia resulte es valorar el amor por sobre el placer, buscar la santidad y humildad en lugar del poder y la satisfacción personal, hallar gracia para arrepentirse antes que condenar, aprender sacrificio y paciencia en lugar de indulgencia y gratificación. El mundo moderno lo construyeron una infinidad de parejas que hicieron precisamente eso. Al esforzarse por preservar sus matrimonios y proveer para sus hijos, invirtieron en el futuro de la misma civilización.

PATERNIDAD

En su libro, Tocqueville habla de las consecuencias del cristianismo,41 igualdad y libertad bíblicas para la vida familiar de los estadounidenses: habla de las relaciones personales entre padre e hijo, madre e hija, padres e hijos, y esposo y esposa.

En la mayor parte de Europa, el cristianismo se había convertido en religión del estado. La mayoría de personas se consideraban «cristianas» simplemente porque fueron bautizadas en su infancia. En contraste, los cristianos bíblicos—que animaban, e incluso requerían, que los hijos asumieran la responsabilidad personal de su vida espiritual— forjaron el espíritu social de Estados Unidos. Cada persona tenía que hallar a Dios y vivir en una relación personal con él. Conocer a Dios como el Padre celestial de uno cambió la naturaleza de las relaciones familiares en la tierra.

En opinión de Tocqueville, la diferencia entre la familia europea y la estadounidense era tan grande que la familia estadounidense ni siquiera era «familia» en el sentido europeo (romano). Yo hallo extremadamente interesante la siguiente observación de Tocqueville, puesto que vengo de una cultura patriarcal. En nuestras «familias unidas», no nucleares, todos los hijos casados viven con sus padres. El hijo no llega a ser «el hombre de la casa» mientras viva su padre. Tocqueville escribió:

En Estados Unidos de América, la familia, si uno toma la palabra en su sentido romano y aristocrático, ya no existe. Uno halla solo rastros esparcidos de la misma en los primeros años después del nacimiento de los hijos. El padre entonces, sin oposición, ejerce la dictadura doméstica que la debilidad de su hijo hace necesaria y que se justifica tanto por su debilidad como por su superioridad incuestionable. Pero tan pronto como el estadounidense joven empieza a acercarse al estado adulto, las riendas de la obediencia filial se aflojan diariamente. Dueño de sus pensamientos, pronto se vuelve responsable de su propia conducta. En Estados Unidos no hay en realidad adolescencia. Al final de la niñez hay un hombre y empieza a trazar su propia senda...

En las aristocracias [europea y asiática], la sociedad, en realidad, se preocupa solo por el padre. Controla a los hijos solo por medio del padre; lo gobierna a él, y él los gobierna a ellos. De aquí que el padre no tiene solo su derecho natural. Se le da un derecho político para ordenar.... Se le oye con deferencia, siempre se le trata con respeto, y el afecto que se siente por él siempre está mezclado con el temor... [La relación entre padre e hijo] siempre es correcta, ceremoniosa, rígida y fría, de modo que el calor natural del corazón difícilmente se percibe en las palabras... pero entre las naciones democráticas cada palabra que el hijo le dirige a su padre tiene un tinte de libertad, familiaridad y ternura, todo a la vez.42

Por supuesto, desdichadamente, Tocqueville está describiendo al país «antiguo» de Estados Unidos. Hoy, casi un 40 por ciento de los muchachos estadounidenses no tienen padres. Tienen padres biológicos, pero no un hombre que asuma la responsabilidad moral de criarlos a la adultez responsable. Estados Unidos está siguiendo los pasos de naciones pobres, como Jamaica, donde dicen que hasta el 85 por ciento de los niños carecen de padres en el hogar para guiarlos.

Este es el resultado de una costumbre deliberadamente adoptada por los dueños de esclavos. Querían que sus esclavos varones sirvieran como «bueyes sementales»; que produjeran hijos pero que no los criaran como personas educadas, productivas. Los muchachos y muchachas sin educación solo crecen para ser esclavos. ¿Qué hizo de la familia estadounidense algo diferente? La explicación no remonta hasta Abraham. Él fue escogido para enseñar a sus hijos a andar en los caminos de Dios.43

Los padres estadounidenses «al principio» no siempre cuidaron de sus hijos. En el mismo tiempo en que Tocqueville visitó Estados Unidos, demasiados padres eran borrachos, jugadores y maltratadores de esposas e hijos. Los revivalistas, como Carlos Finney, estaban predicando que Estados Unidos necesitaba un avivamiento espiritual «para hacer volver los corazones de los padres a los hijos».44 Su predicación resultó en un poderoso avivamiento que transformó las familias y produjo una gran nación.

LA MUCHACHA ESTADOUNIDENSE

Tocqueville notó que, incluso ya en la década de 1830, los católicos franceses les daban a sus hijas una educación tímida, retraída y enclaustrada, dejándolas luego sin ninguna guía y sin ayuda en medio de un gigantesco desorden social. En contraste, los cristianos bíblicos de Estados Unidos sistemáticamente preparaban a sus hijas para la libertad responsable; para que dominaran sus propios pensamientos, decisiones y conducta, y defendieran su castidad. La moralidad fomenta libertad, y la libertad refuerza la moralidad.45

Las estrictas costumbres sexuales de Estados Unidos de América (original), que produjeron mujeres fuertes, fueron expresadas en leyes conscientemente derivadas del Antiguo Testamento. El adulterio y la violación se castigaban con la muerte. Las relaciones sexuales premaritales o la fornicación resultaban en una multa, flagelación o una orden de casarse. Tocqueville observó, sin embargo, que «la pena de muerte nunca ha sido más frecuentemente prescrita por las leyes o más a menudo llevada a cabo» que en Estados Unidos.46 El Nuevo Pacto es un testamento de gracia. Bajo este pacto, el Espíritu de Dios escribe sus leyes en el corazón humano, no en tablas de piedra.

En la Europa aristocrática, como en Asia, el matrimonio tenía el propósito más de unir propiedades que personas. La clase, la casta, la dote o los horóscopos determinaban la selección de cónyuges. En las democracias protestantes, por otro lado, a los jóvenes se les animaba a buscar la voluntad de Dios y escoger con quién querían pasar el resto de sus vidas.

El matrimonio como compromiso vitalicio tenía otra ventaja. Tocqueville observó:

Debido a que la disciplina paterna en Estados Unidos es muy poco estricta y los vínculos del matrimonio muy fuertes, una muchacha es cauta y recelosa en aceptar esto. Las bodas precoces casi ni ocurren. Así que las mujeres estadounidenses solo se casan cuando su mentalidad es experimentada y madura, en tanto que en todo el resto del mundo las mujeres por lo general empiezan a madurar cuando se casan... Cuando llega el momento de escoger un esposo, su poder de razonamiento frío y austero, que ha sido educado y fortalecido por una noción libre del mundo, enseña a la mujer estadounidense que un espíritu ligero y libre [permisividad] dentro del vínculo del matrimonio es una fuente permanente de problemas, y no de placer, que las diversiones de una muchacha no pueden llegar a ser la recreación de una esposa, y que para la mujer casada las fuentes de felicidad están dentro del hogar.47

En la década de 1960, las mujeres estadounidenses empezaron a rechazar el retrato de Tocqueville de la mujer ideal estadounidense. Ahora muchos, tal vez la mayoría de estadounidenses, rechazan las costumbres bíblicas para la vida de familia. Una razón para este rechazo es la aseveración de que, desde una perspectiva «natural», la monogamia es contra natura y que los hombres, por naturaleza, son polígamos. Hay mucho de verdad en esa afirmación. Sin embargo, ese argumento no toma en cuenta que toda la moralidad está diseñada para poner a nuestra naturaleza presente «caída» o pecadora bajo la ley moral. Ponerse ropa es contra natura; robar es natural para los animales; y mentir es la respuesta natural del niño cuando se ve en problemas. Darle rienda suelta a la naturaleza humana exigiría la abolición de toda la moralidad, no solo de la monogamia.

El veredicto de la historia es que, al definir el matrimonio como monogamia y calificar de inmoral toda relación sexual extramarital, la tradición bíblica puso el cimiento para familias estables, mujeres, niños, economía y sociedad fuertes. Al cumplir sus votos a una mujer, hechos delante de Dios y de la comunidad, el hombre aprende a cumplir su palabra en otras situaciones. Cuando guardar la palabra de uno se vuelve un valor cultural fuerte, entonces la verdad se vuelve el cimiento de la vida social. Este cimiento está siendo ahora estremecido por los defensores del divorcio fácil.

LA FILOSOFÍA DEL MATRIMONIO

El principio bíblico del matrimonio se basa en varias presuposiciones. Una de ellas es que los seres humanos son finitos. Yo soy varón, no mujer. Dios hizo a Eva porque vio que «No es bueno que el hombre esté solo».48 Históricamente, la filosofía hindú ha promovido la homosexualidad y se ha convertido en fundamental para los intereses contemporáneos en el sexo tántrico o «sagrado», porque enseña que cada uno de nosotros es Dios, infinito y completo. En consecuencia, no necesito una esposa, porque lo femenino ya está en mí (Shakti). Yace adormecido, enroscado como una serpiente (Kundalini) en la base de la espina dorsal, en el centro psíquico del sexo (Muladhara Chakra). No necesito una esposa para estar completo, aunque tal vez necesite ayuda sexual para despertar lo femenino que tengo dentro. Trascenderé mi finitud como varón (o mujer) y experimentaré lo completo en mí (divinidad) cuando lo femenino en mí se levante, viaje hacia arriba y se amalgame con la energía masculina (Shiva) en mi corona (chakra).

La filosofía bíblica del matrimonio se basa en que Dios es personal y trino. La familia refleja la imagen de Dios. El capítulo 1 de Génesis presenta al Creador como Dios (v. 1), su Espíritu (v. 2), y su Palabra (v. 3). Este Dios trino dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza;... Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (vv. 26–27). Todo hombre y mujer lleva la imagen de Dios.

Un hombre y una mujer llegan a ser más como Dios cuando ese hombre y esa mujer llegan a ser uno en el matrimonio. Si un matrimonio es bíblico, entonces el egoísmo empieza a ser reemplazado por el amor que da de sí mismo; porque Dios es amor. Esposo y esposa llegan a ser más como Dios cuando tienen un hijo y llegan a ser tres en uno: una familia. Ser padres les ayuda a comprender el corazón de padre y el corazón de madre que tiene Dios; el significado real de amor, sacrificio y sumisión. Romper esa unidad mediante la rebelión, adulterio o divorcio lesiona a toda la familia porque viola nuestra naturaleza esencial: la imagen del Dios trino, la comunión personal de unidad y diversidad.

La base bíblica para la familia no resulta a menos que uno acepte una tercera presuposición: que vivimos en un universo de jerarquía y autoridad. La civilización cristiana: ortodoxa, católica y protestante, ha mantenido que la igualdad no excluye la autoridad. Un director y un músico son iguales como seres humanos, pero, en una orquesta, el músico está bajo la autoridad del director. La sumisión a esa autoridad no hace del músico menos ser humano; le hace un músico más efectivo.

De acuerdo con la Biblia, esposo y esposa son un equipo de iguales; pero el equipo ya no es como fue creado: sin pecado. Hombres y mujeres han pecado y es imposible que dos pecadores vivan felices para siempre. En un mundo perfecto podría ser posible que un equipo de dos funcionase sin una noción de autoridad. Pero en un mundo «caído», la única manera de que un equipo de dos pecadores pueda funcionar sin tropiezos es que a uno de ellos se le reconozca como el capitán. No es porque el capitán sea el mejor, más sabio, o siempre tenga la razón, sino porque el creador y dueño del equipo, Dios, le ha dado a uno de ellos la responsabilidad del liderazgo.

Muchos detestan la Biblia porque dice que el esposo es cabeza de la esposa,49 aun cuando el Nuevo Testamento define el liderazgo como servicio. La idea bíblica del matrimonio sobrevivió durante siglos porque Lutero enseñó que la esposa debe darle a su esposo no solo amor, sino también honor y obediencia. Él debe gobernar con gentileza, pero tiene que gobernar.50 Esta enseñanza bíblica choca con los conceptos contemporáneos de igualdad; las ideas de que la igualdad elimina las nociones de autoridad y papeles diferentes para hombres y mujeres.

En la actualidad, la idea de Lutero sobre la enseñanza de la Biblia acerca de la autoridad de la familia ha perdido popularidad. La gran familia estadounidense ahora está desintegrándose porque el país es una tierra dividida por guerras culturales. En un extremo están los feministas que piensan que la igualdad exige que a las muchachas de veinte años se las envíe como soldados a territorios enemigos (donde están expuestas a que las capturen, las violen en pandilla y las traten brutalmente) en defensa de la ideología feminista. En el otro extremo están los conservadores que piensan que el concepto bíblico de autoridad prohíbe que las mujeres oren en público; que al Padre celestial le desagradaría oír a sus hijas orar en un santuario.

En mi opinión, es probable que ninguno de los extremos gane la guerra cultural. El hecho doloroso, no obstante, que subsiste es que las luchas paralizan e incluso pueden destruir a las familias de pecadores una vez que la noción de la autoridad se arroja por la ventana. La Biblia no es un libro para personas ideales; es un manual para pecadores. Ninguna comunidad de pecadores puede funcionar sin autoridad.

Sin embargo, la autoridad, por esencial que sea, es una cosa peligrosa en manos de pecadores. La Biblia dice que el liderazgo de un esposo pecador, abusivo, opresor, no es lo que Dios propuso para el matrimonio. Eso es una maldición, resultado del pecado. Las buenas noticias (el evangelio) son que Dios vino a esta tierra para llevar sobre sí en la cruz la maldición del pecado. La cruz de Cristo es el medio de liberación del pecado.

Conforme esposos y esposas son santificados del pecado y llegan a ser más semejantes a Dios, hallan una liberación cada vez creciente de la maldición.51 La idea cristiana del matrimonio no funciona a menos que esposo y esposa se avengan al hecho de que son pecadores y necesitan un salvador. Cuando reconocen su pecado y buscan la gracia y el perdón de Dios, pueden llegar a ser agentes de la gracia y compasión divinas; y la compasión cristiana es otro factor que hizo de Occidente la mejor civilización de la historia. Ahora la examinaremos.


* Es decir, las mujeres anglosajonas de las que Tocqueville estaba hablando.

* Las únicas mujeres que iban a las granjas de otros eran jornaleras sin tierra de castas intocables.

* El yoga empezó como una técnica hindú para suprimir toda la actividad de cuerpo, mente y voluntad a fin de que el yo pueda descubrir su distinción de ellas (en la filosofía samkhía) o su unidad con el infinito (en el monismo), a fin de alcanzar liberación.

* Los reformadores lo vieron como un «culto», puesto que no hay ninguna base bíblica para orar a María o para dar por sentado que ella siguió virgen después del nacimiento de Jesús. Hay evidencia bíblica de que ella tuvo relaciones maritales normales e hijos con su esposo (Mateo 15.55–56; Marcos 6.3; Gálatas 1.19).