Capítulo diecisiete
VERDADERA RIQUEZA
¿CÓMO SE CONVIRTIÓ LA MAYORDOMÍA
EN ESPIRITUALIDAD?
En el capítulo 5 relaté la experiencia trágica de Sheela, la niña a quien sus padres dejaron que se muriera de hambre. Algunos expertos dicen que cuarenta mil niños mueren hoy de malnutrición crónica y todas las enfermedades asociadas con ella. Esta noche, alrededor de 1,200 millones de personas se acostarán con hambre. Hace una década, eso era una tragedia; hoy es un escándalo, porque por primera vez en la historia poseemos el conocimiento y la tecnología para prevenir el hambre.
¿Por qué algunas naciones son tan pobres y otras tan ricas? ¿Por qué cree usted que la mayoría de la riqueza es tan persistentemente unilateral? ¿Por qué algunos parecen egoístas y otros incapaces de generar riqueza? Estas preguntas han dividido por largo tiempo a individuos y naciones siguiendo líneas de fallas ideológicas. Sin embargo, movidos por la curiosidad, si acaso no por la compasión y la equidad, debemos preguntar: ¿Hay alguna otra visión de la riqueza—una verdadera riqueza interior— que pudiera ser más instructiva y persuasiva para nuestro futuro? ¿Condenan las creencias y valores culturales a culturas enteras a la pobreza? ¿Debería la riqueza interna—una capacidad de la cultura para producir riqueza material— compartirse cruzando culturas?
¿MÁS PRECIOSA QUE UN DIAMANTE?
El nacimiento del capitalismo industrial moderno se celebró en 1851 en la Primera Feria Mundial, en Hyde Park, Londres, en un palacio de cristal construido para la ocasión. En parte, la feria fue una celebración del hecho de que Inglaterra era la primera nación industrial del mundo y gobernaba un imperio en el que nunca se ponía el sol. Naciones como Rusia, Austria, Francia y Japón—ricas en arte y cultura— exhibieron sus imponentes obras de arte. La principal exhibición de la India fue el Kohinoor, uno de los diamantes más grandes del mundo. Fue engastado en la corona estatal de la reina Victoria cuando llegó a ser emperatriz de la India.
Para los europeos, Estados Unidos era todavía el Nuevo Mundo. Lo consideraban incivilizado. ¡Ni siquiera tenían un rey! Los estadounidenses tenían poca riqueza para exhibir en ese tiempo. Ni siquiera llenaron el espacio que habían alquilado. La prensa británica, orgullosa de la superioridad cultural de Inglaterra y de su dominio global, ridiculizó la exposición estadounidense como «la pradera». Las contribuciones principales de Estados Unidos a la feria fueron dos humildes cosechadoras impulsadas por caballos, inventadas por Cyrus McCormick y Obed Hussey.1 Los críticos culturales pensaron que eran más bien primitivas y en 1851, el London Times se burló de la cosechadora como un cruce entre una máquina voladora, una carretilla y un carruaje Astley. En comparación con el fruto de las naciones europeas más viejas, la exposición estadounidense parecía de veras primitiva y escuálida, incluso ridícula; una expresión, en el mejor de los casos, de la preferencia puritana por la función por encima de la belleza.
El público británico fue más práctico que su prensa. Después de un ensayo de prueba con mal tiempo, un jurado internacional estimó que la cosechadora McCormick era capaz de cosechar cinco hectáreas al día. El día después de la prueba, la «pradera» estadounidense estaba atiborrada de más personas que el diamante Kohinoor. La cosechadora McCormick rápidamente llegó a definir la forma y el ritmo de la agricultura mecanizada y la economía de mercado libre. En los países industrializados del dos al cinco por ciento de la población cultiva ahora más tierra de la que se araba cuando la mayoría de personas se pasaba el tiempo cultivando alimentos.
Nadie disputa que McCormick (junto con el carácter inventivo de la cultura estadounidense) transformó la agricultura y el mundo. ¿Qué factores culturales produjeron tales inventores? McCormick y muchos otros como él fueron producto de un clima teológico, espiritual, moral y legal producido por la Biblia. No es posible explicar su inventiva humanitaria, búsqueda de riqueza, prácticas de negocio y éxito comercial sin entender su cosmovisión bíblica.
UNA ESPIRITUALIDAD
PECULIAR
A mi gente de la India no le falta genio creativo. Erigieron grandes monumentos a dioses y diosas, y construyeron palacios para reyes y reinas. Pero nuestra cosmovisión no inspiró que estas mismas destrezas de ingeniería se dirigieran hacia artefactos que ahorren esfuerzo. Mi interés personal en McCormick se originó en el hecho de que su viuda, Nancy McCormick, financió el edificio del Instituto Agrícola de mi ciudad, Allajabad, a orillas del río Yumana. Mi hermano estudió en este Instituto y, durante unos años, yo iba allá todos los domingos por la tarde para estudiar la Biblia.
Entre los años 2002 y 2006, de dos a veinte mil personas—en su mayoría hindúes— se reunían allí cada domingo en busca de comunión espiritual. Esto es importante, porque uno de los lugares hindúes más santos de la India—la confluencia de los ríos sagrados Ganges y Yamuna— está a menos de cinco kilómetros del instituto. Como mencionamos en el capítulo 12, prácticamente todos los hombres santos hindúes han acudido a esa confluencia durante los últimos dos mil años; así como la mayoría de políticos y comerciantes ricos. Sin embargo, ninguno de ellos inició jamás una institución para servir a los campesinos pobres.
Este instituto agrícola, ahora Deemed University, lo estableció Sam Higginbottom, profesor de economía de mi alma máter.* El vio el dilema de los campesinos, volvió a Estados Unidos para estudiar agricultura, estableció lazos con la familia McCormick, y volvió para fundar este instituto. Su propósito era inyectar en la cultura de la India el espíritu de McCormick de amar al prójimo lo suficiente como para intentar abreviar su sufrimiento.
El amor no es un principio ético común a todas las religiones. Ningún sabio hindú hizo jamás nada como lo que hizo Sam Higginbottom, porque, a fin de ser espirituales, los expertos con estudios tenían que separarse de los campesinos, no servirles. Lo característico de la espiritualidad de la India era el separarse de los esfuerzos mundanos, como la agricultura. Por consiguiente, la espiritualidad «avanzada» de mi país trataba a las masas trabajadoras como intocables.
La cosechadora de McCormick refuerza el punto indicado en un capítulo anterior, que la necesidad no es «la madre de la invención». Todas las sociedades agrícolas han necesitado cosechar grano; pero ninguna otra cultura inventó una cosechadora. La mayoría de culturas atendían esta necesidad imponiendo este trabajo agotador a los que eran demasiado débiles para decir que no: trabajadores sin tierra, criados, esclavos, mujeres y niños. La lucha de McCormick buscó una manera mejor. La fuerza que impulsaba su vida se hace evidente cuando se nota que daba porciones sustanciales de sus ingresos para promover la Biblia mediante distintos proyectos, como algunos periódicos** y el Seminario Teológico Presbiteriano de Chicago, que luego cambió su nombre por Seminario McCormick.
Cyrus nació de un matrimonio puritano, Roberto y Mary Ann McCormick, en 1809, en una cabaña de troncos en el condado de Rockbridge, Virginia. Sus antepasados irlandeses y escoceses vinieron a Estados Unidos en 1735 con poco más que una Biblia y las enseñanzas de los Reformadores protestantes Juan Calvino y John Knox.
Estos Reformadores habían abrazado el ideal bíblico de la dignidad del trabajo. Reformadores como Lutero y Calvino introdujeron a la mente europea la idea bíblica radical de que el llamamiento o vocación de un campesino o un picapedrero era tan alto como el del sacerdote o el monje. Todo creyente era un santo y debía cumplir su vocación para la gloria de Dios. En palabras del sociólogo Max Weber:
Pero por lo menos una cosa [en el marco mental protestante] era incuestionablemente nueva: la valoración del cumplimiento del deber en asuntos mundanos como la forma más alta que la actividad moral del individuo puede asumir. Esto fue lo que inevitablemente dio a la actividad mundana cotidiana una significación religiosa, y lo que por primera vez produjo el concepto de vocación en este sentido... La única manera de vivir aceptablemente para Dios no era superar la moralidad mundanal en ascetismo monástico, sino cumplir las obligaciones impuestas sobre el individuo por su posición en el mundo. Esta era su vocación.2
A Cyrus McCormick no le gustaba cosechar con hoz o guadaña. Si hubiera vivido antes de la Reforma, se hubiera escapado del tedio del esfuerzo asistiendo a una universidad o haciéndose sacerdote. Esto era normal en culturas ortodoxas y católicas. Incluso San Tomás de Aquino, tal vez el más grande teólogo del último milenio, justificó la tradición al abogar que en tanto que la obligación bíblica de trabajar descansaba sobre la raza humana como un todo, no era obligatoria para todo individuo, especialmente no sobre los religiosos, que eran llamados a orar y meditar.*
La familia McCormick rechazó la idea medieval para seguir las enseñanzas de Richard Baxter (1615–91), teólogo puritano inglés, erudito y escritor que creía que el mandamiento de Dios a trabajar era incondicional. Nadie podía pretender estar exento del trabajo por tener suficiente riqueza para vivir. Baxter escribió: «No tienes más excusa del servicio del trabajo... que el hombre más pobre. Dios ha ordenado estrictamente [el trabajo] para todos».3
Es importante notar que esta ética de trabajo, que hizo que Inglaterra y Estados Unidos fueran diferentes de Italia o Rusia, era bíblica; no puritana per se. Los cuáqueros, como el competidor de McCormick, Obed Hussey,* tenían la misma cosmovisión. Esta ética bíblica del trabajo, más tarde llamada «ética protestante del trabajo», fue inculcada en McCormick desde la niñez. Tanto amigos como críticos reconocen que McCormick era un adicto al trabajo** con una indómita perseverancia y con la tenacidad de un buldog. La pasión de McCormick por el trabajo concentrado le hizo muy rico, pero su ética de trabajo fue producto de su cultura religiosa, y no de su deseo de riqueza.
El rápido progreso económico de Occidente empezó cuando adoptó la espiritualidad materialista de la Biblia hebrea (el Antiguo Testamento); porque es en Génesis donde Dios declara que el universo material es bueno. Muchas cosmovisiones antiguas, como la de la India, han considerado el ámbito material como intrínsicamente malo; algo de lo que hay que liberarse. Los filósofos cristianos que estudiaron la Biblia notaron que el pecado resultó en una ruptura de la relación entre Dios, el hombre y la naturaleza. El exponente más influyente de esta concepción fue Francis Bacon, que ejerció un profundo impacto en la mentalidad estadounidense.4
McCormick se crió con la idea bíblica de que mediante el trabajo santo y creativo los seres humanos pueden revertir la maldición del sudor y esfuerzo y restablecer su dominio sobre la naturaleza. Insisto, a mis antepasados no les faltaba inteligencia, pero nuestro genio se expresaba en una filosofía que nos enseñaba a adorar a la naturaleza en lugar de establecer dominio sobre ella. El desarrollo económico implica no adorar, sino dominar, los recursos y energía naturales para consumo humano, aunque con previsión y un sentido de mayordomía.
La exposición de la Biblia por parte de Francis Bacon infundió una filosofía no fatalista en Inglaterra y Estados Unidos de América. Implicaba que el futuro podía ser mejor que el pasado. Como expliqué en capítulos previos, este concepto hebreo nació en la experiencia colectiva de Israel con Dios. Cuando Dios intervino en la historia humana para librarlos de su esclavitud en Egipto, los hebreos aprendieron que Dios podía cambiar su destino y mejorarlo. Y, puesto que hombres y mujeres fueron creados a imagen de Dios, ellos, a su vez, podían forjar un mejor futuro para sí mismos mediante esfuerzos creativos.
Esta creencia llegó a ser un rasgo integral de la cultura occidental moderna y demostró ser un bien económico poderoso que separaría a Occidente del resto del mundo. En tanto que otras culturas buscaban poderes mágicos mediante ritos y sacrificios, Occidente empezó a cultivar poderes tecnológicos y científicos. Los abuelos de McCormick, como la mayoría de los puritanos europeos que huyeron de la persecución religiosa buscando libertad en Estados Unidos, interpretaron su experiencia como similar a la de los israelitas cuando fueron libertados de la esclavitud en Egipto.
Un aspecto importante de la misión de Moisés fue enseñar a los israelitas la ley de Dios. Una piedra angular de esta enseñanza era que la perversidad, aunque enriquece a algunos individuos, empobrece a naciones enteras. Según la Biblia, la justicia exalta a la nación.5 Los antepasados de Cyrus creían que las bendiciones de la justicia no eran exclusivas de los judíos. Dios escogió a Abraham para bendecir a todas las naciones de la tierra. Todos los creyentes verdaderos, razonaban, eran el pueblo escogido de Dios. Por consiguiente, estaba mal que los amados de Dios aceptaran la pobreza como su suerte. Incluso si la pobreza de uno era resultado del pecado, bien fuera propio o de sus antepasados, era posible arrepentirse y recibir el perdón de Dios y el poder para vivir una vida justa. Con razón, entonces, un siglo después de la llegada de Tomás McCormick a Filadelfia, la familia de su nieto tenía en propiedad unas trescientas hectáreas.
La familia de Cyrus tenía esclavos, como muchas otras de su tiempo. Eran producto de su era y podían haber comprado más esfuerzo humano para recoger sus cosechas. Una diferencia que la Biblia marcó fue que exigía que los McCormick trabajaran a la par con sus esclavos. Sabemos que a los quince años Cyrus ya se desesperaba al ver a los esclavos en los campos. Allí fue cuando resolvió construir sobre los esfuerzos fallidos de su padre de buscar un mejor método para recoger el grano.
¿ESPIRITUALIDAD O CODICIA?
La ambición es buena, pero la codicia es una parte destructiva de la naturaleza humana. Trajo a la India no solo invasores europeos, sino también arios y musulmanes. La codicia explica el saqueo de Alejandro Magno y de Nadir Shah, pero no la creatividad del capitalismo industrial. Pioneros de la empresa económica moderna, como Cyrus McCormick, no se proponían ganar dinero, los inspiraba a algo mucho más noble.
Adam Smith había observado, como algunos de los economistas ecólogos de hoy, que el universo había sido estructurado de tal manera por su Creador que, al buscar su interés propio, las criaturas ayudan a mantener un equilibrio económico magnífico. Podemos procurar ganar dinero por interés propio, pero si lo hacemos dentro de las fronteras de límites morales, la mano invisible del Creador convierte nuestro esfuerzo en cuestión de bien público.
En las culturas tradicionales, incluyendo la mía, la gente que tenía riqueza la escondía, la jugaba en apuestas o la exhibía construyendo castillos, catedrales o mausoleos. En contraste, la educación bíblica de McCormick lo impulsó a ahorrar y a volver a invertir su riqueza ampliando su negocio para gloria de Dios y bendición de los seres humanos. Ahorrar dinero suena sencillo, pero era revolucionario. En la mayoría de las culturas, en la mayoría de los períodos de la historia, ganar o ahorrar dinero era un asunto peligroso. Atraía tanto a ladrones como a gobernantes, y no había gran diferencia entre los dos. Los cobradores de impuestos no recibían salario. Tenían que robar a los campesinos para el sostén de la milicia que debía cobrar los impuestos. La ausencia de un gobierno de ley eliminaba la opción de la banca, obligando a mis antepasados a esconder sus magros ahorros en el campo, las paredes o el suelo.
La Biblia produjo una cultura muy diferente; inspiró y fomentó el hábito de ahorrar y reinvertir. Esto ayudó a la fábrica de McCormick a ser una de las más tempranas empresas megaindustriales de Estados Unidos. Para la Feria Mundial de 1851, los periódicos de Chicago hacían eco de la percepción común de que la fábrica de McCormick era la más grande de su tipo en el mundo, y decían cosas como: «McCormick conquista la naturaleza para beneficio de la civilización y para traer pan a las bocas de los pobres».6
La acumulación de riqueza por medio de trabajo creativo duro, ahorro y reinversión era un hábito moderno y una característica clave del capitalismo. En manos de McCormick hizo posible otras innovaciones agrícolas, estimulando a los agricultores para convertir a Estados Unidos de América en la canasta de pan del mundo. En contra de lo que dice la teoría marxista, McCormick no lo hizo explotando a otros, sino libertando a los esclavos y peones del esfuerzo mecánico al mejorar la productividad humana mediante máquinas. Un agricultor que usara la cosechadora McCormick ahorraba cien dólares por cada dólar que invertía en su máquina.
McCormick empezó a fabricar su cosechadora en su casa; como solía ser en la mayor parte de la industria medieval. Pero, cuando la demanda de su producto creció, subcontrató a otros herreros para que hicieran su cosechadora bajo licencia y para él. Pronto halló que algunos de los herreros estaban produciendo cosechadoras de inferior calidad y dañando su reputación. Cuando sus contratos expiraron, decidió producir todas sus cosechadoras bajo un techo donde pudiera supervisar el trabajo y asegurar el control de calidad. El sistema de fábrica hizo posible que los trabajadores se especializaran y sobresalieran en uno o más aspectos del trabajo.*
Comprar materiales en bruto al por mayor de un solo proveedor y hacer que los entregaran en un solo lugar ayudó a McCormick. Construyó su fábrica a orillas del río Chicago, de modo que los barcos pudieran traer los materiales en bruto y luego llevar para la entrega el producto terminado. El volumen de producción en la fábrica justificó la instalación de una máquina de vapor de 30 caballos de fuerza, para convertirse en la maravilla de Chicago. Más tarde, McCormick desempeñó un papel importante para llevar la línea férrea a Chicago, vía férrea que sirvió a los intereses de todos.
ESPIRITUALIDAD Y ECONOMÍA
La película del 2010 Wall Street: El dinero nunca duerme muestra con intensidad cómo el secularismo confunde ambición y avaricia. La ambición es buena, pero se convierte en avaricia cuando se aparta de los absolutos morales. La avaricia es destructiva para la naturaleza humana. ¿No dijo Jesús que no podemos servir a Dios y al dinero?7 ¿Cómo pudo McCormick estar a la vez dedicado a Cristo y dedicado a ganar dinero?
La contradicción se resuelve cuando nos damos cuenta de que casi dos terceras partes de las parábolas de Jesús en los Evangelios hablan de dinero. No es cuestión de ritos, meditaciones, experiencias místicas, ascetismo o lo que muchos llaman disciplinas «espirituales». La parábola de Cristo de los talentos, por ejemplo, es una clave útil para comprender las pasiones de McCormick, al parecer contradictorias, de servir a Cristo y ganar dinero. Más de cien años antes de Adam Smith, John Lilburne había usado esta parábola para enseñar la economía de mercado libre.
Según la parábola de Jesús, el reino de los cielos «es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor». Cuando el dueño regresó, su respuesta a los que habían invertido y logrado una ganancia fue: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor». Pero al que escondió su talento por temor, lo llamó «malo».8
Gracias a la Biblia, la tradición religiosa de McCormick equiparaba la espiritualidad con buena administración. De hecho, la palabra economía viene de la palabra griega oikonome, que quiere decir «administrar una casa con cuidado y austeridad». El Nuevo Testamento en inglés traduce oikonomos, que quiere decir «el que maneja una casa», como steward, palabra anglosajona que originalmente quería decir el «guardián» o «guardián de un chiquero o castillo».* Para McCormick, convertir cinco mil dólares en diez mil era ser un buen mayordomo, que, por la propia autoridad de Jesús, es sinónimo de ser espiritual.
La economía se ha vuelto un tema tan complejo que nuestra época confiere premios Nobel a economistas y de manera rutinaria paga salarios de seis cifras a analistas financieros. Pudiera sonar increíble que nuestro complejo sistema de capitalismo fue producido por las parábolas sencillas de la Biblia. Con todo, McCormick fue un hombre sencillo, con una fe sencilla, y hombres y mujeres sencillos como él hicieron grandes a Estados Unidos de América.
Este punto puede ser bien ilustrado por otro ejemplo: Fray Luca Bartolomeo de Pacioli (1446–1517), monje franciscano de Venecia en el siglo quince, describió primero los sistemas de doble entrada de contabilidad del capitalismo.** Sin esta clase de contabilidad, un negocio no puede calcular sus ganancias o pérdidas. No puede buscar maneras para minimizar los gastos y maximizar los ingresos. No puede planear para el crecimiento, ni puede saber con certeza cuándo es mejor poner fin a una empresa en particular.
Pacioli escribió sobre la ciencia y la teología de las matemáticas.9 Recomendó explícitamente que las personas deberían empezar todas sus transacciones económicas en el nombre de Dios. El sistema de contabilidad de entradas y salidas no solo es vital para los empresarios privados, es crucial para la riqueza de una nación. Las economías estadounidense y europea parecen dirigirse a desastres serios porque han escogido incurrir en gigantescas pérdidas y deudas.
Pacioli fue contemporáneo de Cristóbal Colón (1451–1506). Casi un siglo antes de Colón, el almirante chino Zheng lanzó una expedición naval de 317 barcos con 28,000 hombres. La más grande de estas naves tenía como ciento veinte metros de largo y cincuenta metros de ancho. En contraste, la Santa María, la carabela en la que Colón navegó en 1492, tenía menos de treinta metros de largo. La Niña y la Pinta eran incluso más pequeñas. Los navíos chinos tenían tanques de agua para asegurar la provisión de agua fresca por un mes o más. Esa expedición nos dice que, en algunos aspectos de fabricación de barcos y viajes por mar, China estaba siglos por delante de Occidente. Sus barcos dominaron los mares asiáticos, por lo menos unos años. A pesar de tan asombroso poder marítimo, los chinos no lo aprovecharon.
¿Podrían ellos haber colonizado Europa, o por lo menos Asia y África? Podrían haberlo hecho; pero ni siquiera pudieron mantener su fabricación de barcos. Un factor importante de su fracaso fue que los chinos no llevaban cuentas de sus costos y sus ingresos. Los impresionantes navíos chinos llevaban cargas valiosas, como seda, porcelana, animales extraños, joyas y alimentos exóticos y plantas para enriquecer la farmacopea china. Pero estos tesoros no estaban destinados a servir al pueblo chino. Más bien, como el profesor Landes destacó, se usaban para mejorar el prestigio chino en el contexto de intercambiar regalos.10
El deseo de impresionar a los bárbaros no podía dar de comer a las decenas de miles de obreros que construyeron los barcos, ni a los marineros y soldados que intervinieron en las expediciones. Tampoco ayudaba a sus familias y parientes en casa. Este rasgo cultural—elevar el prestigio antes que las ganancias— ayudó a hundir a los chinos tanto en el abismo financiero que tuvieron que abandonar la fabricación de barcos y los viajes por el océano. En ese tiempo, lo más lejos que viajaron fue a África. El primer barco chino que llegó a Europa fue en 1851, para la Primera Feria Mundial, donde McCormick exhibió su cosechadora.
El poder de la parábola de Cristo se pone de manifiesto cuando nos damos cuenta de que la mentalidad de preferir el prestigio sobre las ganancias es un problema que ha continuado azotando a las naciones hasta nuestro tiempo. Los megaproyectos nada lucrativos de los países comunistas empujaron a sus naciones a la bancarrota. Trabajaban para la gloria del estado, no para la gloria de Dios. Para ellos, el estado era la autoridad última y a los que trabajaban para él no se les exigía que dieran cuenta de cómo usaban los recursos nacionales, ni materiales ni de personal. Esa mentalidad produjo la pobreza, que a su vez produjo la revuelta encabezada por el movimiento Solidaridad en la década de 1980. La revuelta empezó entre los obreros en los astilleros de Gdansk, Polonia, y desató el colapso del comunismo; una de las más brillantes ideologías económicas del mundo moderno.
Una razón para el fracaso del comunismo fue su negativa a aceptar la idea del derecho a la propiedad privada, especialmente los derechos de propiedad intelectual. Los países comunistas le conferían todas las propiedades al estado, que tenía el derecho de robar a sus ciudadanos. Pero los estados no inventan. Las personas inventan, siempre y cuando su propiedad intelectual esté a salvo de violación privada o pública.
Rusia, una superpotencia, quedó reducida a la bancarrota porque el estado rechazó deliberadamente uno de los Diez Mandamientos: «No robarás». En nombre de la colectivización, les quitó su propiedad a los ciudadanos. Ellos tenían que trabajar, no para sí mismos o sus hijos, sino para su dios (secular): el estado. Estados Unidos, por otro lado, triunfó porque tenía una cultura con inventiva en la que personas como McCormick podían triunfar. La Biblia generó un clima moral tal en Estados Unidos que los inventores y los inversores podían defender sus derechos sin tener que reclutar milicianos o sobornar a los funcionarios. Eso es muy difícil en la mayoría de las culturas no bíblicas, incluso hoy.
Incluso si es cierto que hace cinco siglos China imperial retrocedió económicamente porque no operaba sobre los principios bíblicos de mayordomía, ¿qué podemos decir del éxito de naciones no bíblicas, como Japón, China o India modernos?
JAPÓN, CHINA Y LA INDIA
Japón, China y la India contemporáneas ilustran mi tesis igualmente bien. Concentrémonos en Japón, puesto que fue la primera nación asiática que superó a Europa. Los europeos llegaron a Japón a mediados del siglo XVI, justo después de que la Reforma había empezado a transformar Europa. Los europeos impresionaron a los japoneses, especialmente con sus armas y tecnología. Ellos estaban ansiosos por aprender los secretos de los extranjeros. Como David Landes recalcó, aprender de otros ha sido uno de los puntos fuertes de la cultura japonesa.11 Buena parte de su idioma, escritura, trabajo en seda, cerámica, imprenta, pintura, muebles y religión procede de China, algo de ello vía Corea.
Aprender de otros no hacía que los japoneses se sintieran inferiores, porque siempre mejoraban lo que habían aprendido. Los japoneses pronto mejoraron las armas europeas y en el proceso dominaron habilidades relacionadas. Los sabios japoneses aprendieron rápidamente que en Europa las lentes habían duplicado la producción académica de los monjes europeos y aumentado la productividad de obreros diestros. También aprendieron a hacer relojes, porque la fabricación de relojes había sido el más grande logro mecánico de la ingeniería mecánica en Europa. La imitación y mejora de la fabricación de armas, lentes y relojes puso el cimiento de las capacidades mecánicas en Japón.
Pero los japoneses adoptaron algo más que la ciencia y tecnología de Europa. Muchos japoneses también adoptaron el cristianismo, la religión «europea». Para principios del siglo XVII, entre trescientos mil y setecientos mil japoneses, incluyendo muchos de la clase gobernante, se habían convertido al cristianismo. Algunos se convirtieron por convicción, otros buscaban mejores condiciones para el comercio. Algunos usaron su conversión como un medio de extraer secretos tecnológicos. Los marineros, mercaderes y soldados portugueses y españoles, sin embargo, no eran buenos misioneros. Su arrogancia hizo que los gobernantes japoneses se volvieran en contra del cristianismo. Como resultado, Shogun Ieyasu prohibió el cristianismo en Japón en 1612.
En 1616, a todos los barcos mercantes extranjeros, excepto los de China, se les negaba la entrada en cualquier puerto, excepto Nagasaki e Hirado. Japón se cerró totalmente a los españoles y portugueses en 1624 y 1639 respectivamente. En 1637, a los japoneses no se les permitía dejar su país. De 1637 a 1638, casi treinta y siete mil cristianos fueron masacrados solo en Shimabara. Interesantemente, después de la tragedia, quedaron prácticamente prohibidas todas las armas en Japón. A los fabricantes de armas se los dejó fuera del negocio, y todas las armas se confiscaron y fundieron. Con el metal resultante forjaron un enorme Buda.
Los británicos terminaron todo comercio con Japón. Solo los holandeses continuaron comerciando con la Tierra del Sol Naciente. Pero ni a ellos se les permitía entrar tierra adentro. Estaban restringidos a solo dos calles en la isla artificial de Deshima en la bahía de Nagasaki. Holanda se convirtió en la única conexión de Japón con Occidente. Para la década de 1720, algunos particulares japoneses se dieron cuenta de que la política de casi total aislamiento era insensata. Europa estaba avanzando rápidamente, y Japón necesitaba aprender de ella todo lo que pudiera.
Se logró persuadir a los que estaban en el poder para que permitieran que entraran en el país libros seculares de Holanda. A unos eruditos japoneses llamados Rangakusha se les asignó que estudiaran esos libros. Algunos japoneses poderosos e influyentes objetaron el cambio de política, así que los Rangakusha tenían que andar con mucho cuidado. Un Rangakusha en particular, Otsuki Gentaku, autor de Ladder to Dutch Studies [Escalera a estudios holandeses], defendió su profesión. La educación holandesa no era perfecta, argumentó, pero si escogemos los puntos buenos y los seguimos, ¿qué puede haber de malo en eso? Llevó casi otro siglo para que Japón se diera cuenta de que, mientras su país estaba estancado, Europa estaba creciendo rápidamente. Finalmente, en 1867, el nuevo emperador japonés, Meiji, reabrió los puertos principales de Japón al comercio global.
Los Rangakusha, los técnicos y los burócratas que miraban hacia adelante se convirtieron en los nuevos revolucionarios. Se contrataron expertos y técnicos extranjeros como consultores. Se enviaron delegados japoneses a Europa y a Estados Unidos para que aprendieran todo lo que pudieran acerca de todo. En octubre de 1871, el príncipe Iwakura Tomomi encabezó una delegación que incluyó a innovadores tales como Okubo Toshimichi. Esta distinguida delegación japonesa visitó fábricas, herrerías, astilleros, depósitos de armas, vías de tren y canales en dos continentes. No volvió hasta dos años más tarde, en septiembre de 1873. Venían cargados con el botín del aprendizaje y encendidos con el entusiasmo por la reforma. Japón se convirtió en la primera nación no occidental que empezó el proceso de imitar y mejorar la ciencia y tecnología, filosofía económica e infraestructura occidentales.
El contacto entre Occidente y Japón ha recorrido todo el espectro posible, desde comercio a conversión, tragedia, competencia y paz. La fuerza de la cultura japonesa estaba en su disposición de aprender del éxito de las naciones protestantes. Incluso las naciones católicas y cristianas ortodoxas fueron lentas para aprender los principios del desarrollo económico de las naciones transformadas por la Biblia. La proclividad japonesa para aprender, modificar y cultivar es una norma cultural que pudieron aplicar a una cada vez mayor complejidad y calidad.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Japón invitó al estadounidense Dr. W. Edwards Deming, notorio experto en la revolución de calidad, a que les enseñara cómo mejorar en ese aspecto.12 Hoy, los productos, competitividad y calidad japoneses no se le quedan atrás a ninguno. Japón echó mano a sus puntos fuertes culturales inherentes para afectar su economía. La economía japonesa empezó a flaquear en el siglo XXI porque todavía no ha hallado los recursos espirituales para lidiar con la corrupción en altos cargos. Además, la no observancia del sabbat resultó en el descuido de la familia. Los trabajadores de oficinas y fábricas trabajaban por seis días y el sabbat asistían a fiestas relacionadas con la empresa.
Las esposas, frustradas e inseguras, decidieron que no querían tener hijos si tenían que criarlos solas. Menos niños quiere decir una población de cada vez más edad. Esa ha llegado a ser ahora la preocupación más seria para el futuro de la economía japonesa. Japón reconoce el problema y ha invertido más en robótica que casi cualquier otra nación. Los robots pueden cada vez más hacer un montón de cosas. El problema es que son un mal sustituto para los hijos, porque no aportan al sistema de seguridad social. Sea como sea, durante décadas, a Japón le fue mejor que a la India o a China, porque esas naciones envidiaron y detestaron a Occidente. Algunas naciones asiáticas exigían ayuda, pero la India era demasiado orgullosa para aprender de Occidente como aprendió Japón. Nuestra suerte empezó a cambiar solo después de que nos dimos cuenta de que la humildad es una virtud.
No podemos entender a Japón sin entender a Holanda y su impacto sobre Japón. Antes de la Reforma, las iglesias católicas estaban abiertas siete días a la semana en Holanda. Los devotos iban a la iglesia siempre que querían para encontrarse con Dios. Encendían velas, se arrodillaban y oraban. Después de la Reforma, los dirigentes de la iglesia decidieron cerrar sus iglesias los domingos por la noche, no porque se volvieron menos religiosos, sino porque se volvieron más religiosos.
Los Reformadores aprendieron de la Biblia que la iglesia no es el único lugar en el que hay para encontrarse con Dios. Si Dios le había llamado a uno a ser leñador, entonces el lunes por la mañana debía encontrarse con Dios en el bosque. Si él lo había llamado a ser zapatero, entonces el lunes por la mañana él esperaba encontrarle en el banco de trabajo. Si Dios la había llamado a una a ser ama de casa, una tenía que servir a Dios cuidando las plantas de la ventana. Eso hizo que los hogares holandeses fueran algo hermoso y con el tiempo impactó a los hogares de los japoneses.
Cuando el zapatero empieza a hacer sus zapatos para Dios, no usa material o mano de obra inferiores. No toma atajos; su trabajo sigue las normativas más altas. Esta doctrina bíblica del llamamiento, redescubierta durante la Reforma, estaba en la raíz de la excelencia de Holanda. Los trabajadores japoneses tenían que competir con ella y aprender cómo superarla. Algunos sociólogos afirman que el mundo moderno es un producto de la doctrina bíblica de la «vocación» o llamamiento.13 ¿Por qué la economía japonesa ha empezado a estancarse ahora?
¿Por qué varios primeros ministros de Japón se han visto obligados a renunciar uno tras otro bajo acusaciones de corrupción? Muchos observadores piensan que Japón ha avanzado todo lo que ha podido como nación mediante la imitación de principios bíblicos económicos. Para avanzar al siguiente nivel, tiene que buscar los recursos espirituales para convertirse en una sociedad abierta, transparente, digna de confianza, moral. De otra manera, los ricos de Japón guardarán más de su dinero en bancos suizos, en lugar de invertir en Japón. De igual manera, si la Biblia fue la fuerza que mantuvo baja la corrupción en Europa y Estados Unidos, su rechazo solo resultará en un aumento de la corrupción, destruyendo el clima moral que se requiere para el éxito de hombres como McCormick.
La integridad no es un rasgo humano natural, universal. Un sistema económico edificado sobre la confianza está destinado al colapso sin los recursos espirituales que sirvieron como sus cimientos.
LA ESPIRITUALIDAD QUE SALVÓ AL CAPITALISMO
INDUSTRIAL
Cyrus McCormick no fue meramente un inventor; también fue un innovador estratégico de mercadeo. Su meta fue fabricar la mejor y más barata cosechadora disponible para el mayor número de personas posible. Siguiendo las enseñanzas de la Biblia que expusieron Lutero, Calvino y otros Reformadores, McCormick pensaba que el negocio de vender su cosechadora era la voluntad de Dios para su vida. Así que se esforzó por llegar a ser el mejor vendedor posible. El diccionario de biografías estadounidenses anota que McCormick estuvo entre los primeros que introdujo el uso de pruebas de campo, garantías, testimonios en la publicidad, pago en efectivo y pago a plazos.14
McCormick invitaba a los agricultores a recibir la cosechadora en mayo, antes de la cosecha, sin pagar por ella. Durante el verano, sus vendedores entrenarían a los agricultores en el uso de la máquina. Durante la cosecha, los vendedores de McCormick estaban listos y a mano con repuestos. Los agricultores no tenían que pagar por la cosechadora sino hasta diciembre; cuando estuvieran seguros de que la cosechadora era lucrativa. Las fechas límites para los pagos se extendían si un agricultor no podía pagar a tiempo. Con razón el señor McCormick llegó a ser extremadamente popular entre sus clientes. Ningún inventor de la Edad Media había hecho publicidad de su producto o promovido sus servicios de la forma en que lo hizo McCormick.
La cuestión de la honradez en la publicidad y el mercadeo está llegando a ser importante en Occidente. Hay cientos de proyectos de leyes que requieren honradez, pero el corazón humano parece ser más ingenioso que los legisladores. En la cultura religiosa de McCormick, la integridad en el mercadeo vino desde adentro y fue reforzada por la sociedad. La ciencia y la tecnología no sacan el mal de nuestros corazones. Es más, la tecnología puede aumentar nuestra capacidad para el mal. El robo de identidades y el abuso de la banca por la Internet son buenos ejemplos actuales del pecado en el corazón humano. Estados Unidos llegaría a producir muchos innovadores y hombres de negocios exitosos porque su cultura fue forjada por el evangelio, que trata con el problema interior del pecado.
Bill Gates es al día de hoy el hombre más rico del mundo. Su éxito no se debe sencillamente a que sea un gran inventor y hombre de negocios. China y la India tienen individuos igualmente talentosos. Si nosotros no hemos producido un Bill Gates, se debe a que nuestros mercados están repletos de copias piratas de su software. Él no podría haber triunfado sin una cultura relativamente moral edificada por el evangelio. En nuestras economías domésticas, los que comercian en el mercado negro tienden a ganar más dinero que los hombres de negocios honrados. Estados Unidos da por sentado lo que la Biblia ha hecho por su economía. Las consecuencias de cambiar el lema de Wall Street de «En Dios confiamos» por «En la Codicia confiamos» son evidentes incluso para los libretistas de Hollywood.*
LA BIBLIA, LAS MUJERES Y LA ECONOMÍA
Mary Ann McCormick, madre de Cyrus, ejerció una firme y eficiente administración de su granja. Ella establecía y mantenía el orden mientras su esposo, Robert, aportaba inventiva y liderazgo. Trabajando como equipo, Mary Ann y Robert pudieron más que duplicar la riqueza que habían heredado de sus padres. Cyrus y su esposa, Nancy, también fueron un equipo efectivo. Nancy demostró ser una ayuda eficaz para la carrera de su esposo. Cyrus pudo administrar una empresa que crecía constantemente, viajar por el mundo para promover su cosechadora, luchar interminables batallas legales para proteger sus derechos de patente, y asumir responsabilidades religiosas, políticas y editoriales gracias al respaldo de su esposa. Ella tenía una «mente práctica, aguda percepción y particular encanto». Eran socios.
Después de la muerte de Cyrus, Nancy se hizo cargo de la firma. En sus años ancianos apoyó al economista presbiteriano convertido en agricultor Sam Higginbottom para establecer el Instituto Agrícola Allajabad, ahora reconocido por el gobierno de la India como universidad. El Instituto pasó la bendición del desarrollo agrícola a algunos de los más pobres del mundo. (Mi madrastra sirvió como doctora en la clínica pública de salud de este Instituto.)
A los puritanos que emigraron a Estados Unidos se les critica con frecuencia por su estricta ética sexual y rígidos valores familiares derivados de la Biblia, incluyendo su oposición al divorcio. Sin embargo, su sistema de creencias creó la moral y la infraestructura familiar de Estados Unidos, sobre las cuales se construyó su riqueza nacional. Las oportunidades educativas y el estatus de las mujeres determinan sustancialmente la pobreza o riqueza de la nación. Un número creciente de estadounidenses están rechazando la Biblia y privándose a sí mismos de los recursos espirituales necesarios para sostener la monogamia. La idealización de las familias monoparentales está condenando a un número creciente de mujeres y niños estadounidenses a la pobreza.
Un factor poderoso en el éxito de McCormick fue la base estable de libertades políticas y personales de Estados Unidos. El próximo capítulo explora la fuente de la libertad de Occidente: el mito secular y la verdad histórica.
* En la India, las facultades funcionan bajo una universidad reconocida por el gobierno. Deemed University es un estatus de autonomía concedido a institutos y departamentos de alto rendimiento de varias universidades de la India. Yo cursé mis estudios de secundaria superior (grados 11 y 12; equivalentes al quinto y sexto cursos de la secundaria estadounidense) en la Facultad Cristiana Jamuna, parte de la Facultad Cristiana Ewing, en tiempos de Higginbottom. Ahora independiente, todavía se halla al otro lado del río, frente al Instituto Agrícola.
** La prensa moderna es producto de la revolución puritana en Inglaterra; como sustituta de la institución bíblica del profeta. Hace un siglo, la mayoría de los periodistas de Estados Unidos eran cristianos.
* Durante la Edad Media, a los religiosos se les pagaba por sentarse todo el día y orar por las almas de sus parientes fallecidos. En las culturas hindú y budista, los campesinos proveían para que los ascetas no hicieran nada más que meditar.
* Hussey patentó su cosechadora en 1834, pero perdió su posición en el mercado ante McCormick.
** El término «adicto al trabajo» [ing. workaholic] se usa hoy solo en sentido negativo. Sin embargo, incluso nuestra edad impulsada a la diversión acepta que nadie sobresale en un campo dado y llega a ser un científico, atleta, inventor u hombre de negocios distinguido sin trabajar más fuerte que sus iguales.
* Al decir esto no se ignora el hecho de que muchas fábricas «modernas» llegaron a ser prisiones deshumanizadoras que no dan espacio para la creatividad u orgullo personal en la manofactura. Desde la perspectiva bíblica, el pecado afecta y corrompe todos los esfuerzos humanos. La mayoría de los gobiernos en la mayoría de los períodos de la historia han sido opresores, pero la anarquía no es solución a este problema. De igual manera, el sistema de fábricas sobrevive debido a que es redimible.
* Nota de la versión española: En español, nuestras traducciones usan para esta acepción el término «mayordomo», cuya etimología (latín, mayor + domus) también puede ser ilustrativa para el caso, ya que se refiere al siervo con mayor responsabilidad en la administración de la domus o casa romana, que incluía tanto el hogar en su sentido más amplio como los bienes y medios de producción de la misma.
** Fray Luca Bartolomeo de Pacioli, Summa de Arithmetica, Geometria, Proportioni et Proportionalita (Venecia 1494).
* «En la Codicia confiamos» aparece en un billete de un dólar al final de la película Wall Street: El dinero nunca duerme.