INTRODUCCIÓN

[1] La frontera del oeste de Estados Unidos, el límite de los territorios colonizados. (N. de la T.)

 

CÓMO LLEGUÉ A SER EDITOR DE UN PERIÓDICO AGRÍCOLA

[1] En español en el original. (N. del T.)

 

EL CUENTO DEL NIÑO BUENO

[1] Esta catástrofe de la glicerina ha sido extraída de una poco fiable reseña periodística, de cuyo autor les daría el nombre si lo supiera. (N. del A.)

 

TOM QUARTZ

[1] California. (N. del A.)

 

LAS CAVILACIONES DE SIMON ERICKSON

[1] Islas Hawái. (N. del A.)

 

LOS AMORES DE ALONZO FITZ CLARENCE Y ROSANNAH ETHELTON

[1] El primero de abril se celebra el día de los Santos Inocentes en los países anglosajones. (N. del T.)

 

EL ROBO DEL ELEFANTE BLANCO

[1] No se incluyó en Un vagabundo en el extranjero porque se temía que algunos detalles hubiesen sido exagerados y otros no fuesen del todo verídicos. Cuando se hubo comprobado que estas sospechas eran infundadas, el texto se entregó a la imprenta. (N. del A.)

 

UN CUENTO DE FANTASMAS

[1] El gigante de Cardiff fue uno de los más famosos fraudes de la historia de América. Descubierto por unos trabajadores al ir a excavar un pozo, el supuesto fósil de un gigante había sido fabricado en realidad por orden de un vendedor de tabaco llamado George Hull, que quería burlarse de un pastor fundamentalista que defendía, de acuerdo con un pasaje del Génesis, que en la tierra habían vivido gigantes. (N. del T.)

[2] Así es. El fraude original se duplicó ingeniosa y fraudulentamente y se exhibió en Nueva York como el «único gigante de Cardiff genuino» (para indecible disgusto de los propietarios del verdadero coloso), justo al mismo tiempo en que este último atraía multitudes en un museo de Albany. (N. del A.)

 

SUERTE

[1] Este relato no es una ficción. Me lo contó un clérigo que fue instructor en Woolwich cuarenta años atrás, y que atestigua su veracidad. (N. del A.)

 

EL DISCO DE LA MUERTE

[1] El tema de este relato hace referencia a un emotivo episodio mencionado en las Cartas y discursos de Oliver Cromwell, de Carlyle. (N. del A.)

 

EL PASAPORTE RUSO DEMORADO

[1] Una antigua canción patriótica. (N. del T.)

 

HISTORIA DETECTIVESCA DE DOS CAÑONES

[1] Tomamos del periódico Springfield Republican, 12 de abril de 1902:

«Al director del Republican:

»Uno de sus conciudadanos me ha dirigido una pregunta acerca del “esófago”, y deseo contestarle por medio de usted. Lo hago así con la esperanza de que circule la respuesta y me ahorre trabajo de pluma, porque he contestado ya a la misma pregunta muchísimas veces, y debido a ello no consigo disfrutar de las vacaciones que yo debiera tener.

»Publiqué no hace mucho una novelita, y en ella fue donde puse lo del esófago. Quiero decir, con reserva, que esperaba que la palabrita picara a algunas personas. La verdad es que la incluí con esa intención..., pero la cosecha ha sido mayor de la que calculé. El esófago ha aguijoneado a culpables y a inocentes, aunque yo solo quería pescar a los segundos, a los inocentes e ingenuos. Sabía que algunos me escribirían haciéndome preguntas. Eso me produciría una ligerísima molestia, pero no esperaba que los sabios y los doctos acudiesen a mí en demanda de socorro. Esto es, sin embargo, lo que ha ocurrido, y es ya hora de que yo levante la voz y corte, si puedo, esas inquisiciones, porque escribir cartas no supone un descanso para mí, y este asunto no me está divirtiendo tanto como esperaba. Para que usted comprenda la situación, insertaré un par de preguntas como muestra. Me llega la primera de un hombre dedicado a la enseñanza pública en las Filipinas:

 

Santa Cruz, Ilocos, Sur, P. I.

13 de febrero de 1902

 

Mi querido señor: Acabo de leer la primera parte de su última novela corta titulada Historia detectivesca de dos cañones, que me gusta muchísimo. En la parte IV, página 264 de la Harper’s Magazine de enero, encuentro este pasaje: «Allá, en lo alto del vacío firmamento, dormía con alas inmóviles un solitario “esófago”. Por todas partes reinaban el sosiego, la serenidad y la paz de Dios». Pues bien: hay en ese párrafo una palabra que no entiendo: la de «esófago». La única obra de consulta que tengo es el Standard Dictionary, pero este no explica el significado. Si usted dispusiese de tiempo, me alegraría que me aclarase el sentido, porque ese pasaje lo encuentro muy conmovedor y hermoso. Quizá le parezca a usted una tontería, pero tenga en cuenta mi falta de medios, porque me encuentro en la parte norte de Luzón.

De usted muy atte.

 

»¿Se fija usted? Solo esa palabra le desconcertó en el párrafo. Esto demuestra que se hallaba habilísimamente construido para el engaño del que se pretendía hacer víctima al lector. Mi propósito fue que pareciese muy bien en la lectura, y es evidente que lo parece; y también hacerlo emotivo y conmovedor, y usted mismo puede ver cómo le llegó al alma a este maestro. ¡Si yo hubiese prescindido de esa única palabra traidora, habría dado en el blanco! En el blanco y por todas partes, y el párrafo se habría deslizado como el aceite por la sensibilidad de todos los lectores, sin dejar detrás de sí una sospecha.

»La otra consulta que ofrezco como muestra procede de un profesor de una universidad de Nueva Inglaterra. Contiene una obscenidad (que no podría tolerar que se suprimiera), pero como el profesor no pertenece a la sección de teología, ningún daño hay en ello:

 

Querido señor Clemens:

«Allá, en lo alto del vacío firmamento, dormía con alas inmóviles un solitario esófago. Por todas partes reinaban el sosiego, la serenidad y la paz de Dios».

No es frecuente que yo tenga oportunidad de leer mucha literatura de periódicos, pero este último período he leído, con gran satisfacción y aprovechamiento, su Historia detectivesca de dos cañones.

Pero ¿qué diablos es un esófago? Yo tengo uno, pero no duerme en el aire ni en ninguna parte. Mi profesión consiste en el manejo de las palabras, y la de «esófago» me interesó en cuanto me topé con ella. Pero, como solía decir uno de mis compañeros de juventud, «¡Que me condene por siempre jamás coeternamente!», si logro ponerla en claro. ¿Es una broma, o yo soy un necio?

 

»Entre usted y yo, casi me avergoncé de haber mareado a un hombre semejante, pero por mi orgullo que iba a decirlo. Le escribí explicándole que se trataba de una broma..., y eso es lo que estoy haciendo al que me lo pregunta desde Springfield. Y le dije, además, que leyese con cuidado el párrafo entero, y que no encontraría en todos los detalles ni un vestigio de significado. También hago esta misma recomendación al que me consulta de Springfield.

»He confesado. Lamento parcialmente lo que hice. Nunca más volveré a hacerlo... por ahora. No me hagan más preguntas, dejen descansar al esófago sobre sus mismas alas inmóviles.

MARK TWAIN». (N. del A.)

 

Nueva York, 10 de abril de 1902

Nota del editor:

«La Historia detectivesca de dos cañones, que apareció en el Harper’s Magazine de los últimos meses de enero y febrero, es la más acabada de las caricaturas de las novelas detectivescas. Contiene pasajes melodramáticos de gran efecto, en los que resulta difícil descubrir el engaño, con tanta habilidad como están hechos. Pero el espejismo no debiera resistir ni siquiera al primer incidente del número de febrero. He aquí el párrafo que nos ha dado una muestra tan admirable del talento del conjunto del señor Clemens y de la falta de atención de los lectores:

 

Era una mañana fresca y perfumada de principios de octubre. Las lilas y laburnos, encendidos con el magnífico flamear del otoño, colgaban ardiendo y centelleando en el aire, como un bello puente provisto por la naturaleza para los animales salvajes y sin alas que tienen su hogar en las copas de los árboles y van a visitarse. El alerce y el granado colgaban sus llamas de color púrpura y amarillo en brillantes y anchas salpicaduras a lo largo de las ondulaciones del bosque, y la fragancia sensual de innumerables flores caducas se elevaba en la atmósfera desmayada. Allá, en lo alto del vacío firmamento, dormía con alas inmóviles un solitario esófago. Por todas partes reinaban el sosiego, la serenidad y la paz de Dios.

 

»El éxito de la broma de Mark Twain nos trae a la memoria su relato del hombre petrificado dentro de una caverna, al que nos describe con todo detalle, dándonos primero una pintura del escenario, de su impresionante soledad, etcétera. Luego entra a detallar lo majestuoso de la figura, mencionando por casualidad que el dedo pulgar de su mano derecha descansaba contra un lado de su nariz. Después de otras descripciones desliza el detalle de que los dedos de esa mano se hallaban extendidos como si irradiasen de un centro, y, volviendo a insistir en la dignidad de la actitud y de la postura de aquel hombre, hacía notar de pasada que el pulgar de la mano izquierda estaba en contacto con el dedo meñique de la derecha, etcétera. Pero la cosa estaba escrita con tal habilidad que Mark Twain, contando años más tarde esa historia en un artículo que apareció en aquella excelente revista Galaxy, ya extinta, declaró que no hubo nadie que descubriese la broma, y, si no recordamos mal, hubo de hecho quien se dedicó a buscar aquella asombrosa y vieja caverna en la que él, cuando era director de un periódico de Nevada, había colocado la acción. Es seguro que la Rana saltadora de Mark Twain tiene muchísimas martingalas más que cualquiera otra rana».

 

LA HISTORIA DE UN CABALLO

[1] La letra de la diana que toca la corneta en West Point se supone que es la siguiente:

¡No puedo lograr,

no puedo lograr,

no puedo lograr que despierten! (N. del A.)

[2] En español en el original. (N. del T.)

 

EXTRACTO DE LA VISITA QUE EL CAPITÁN TORMENTAS HIZO A LOS CIELOS

[1] El capitán no recordaba la palabra que usó. Dijo que provenía de una lengua extranjera. (N. del A.)