[1] El principal fue, claro está, el Tratado de Versalles, cerrado con Alemania el 28 de junio de 1919, tras la Conferencia de Paz de París durante la primera mitad del año. La mayoría de los nuevos acuerdos territoriales se cartografiaron en esta conferencia. Los siguientes tratados se cerraron con Austria (Saint Germain, 10 de septiembre de 1919), Bulgaria (Neully, 27 de noviembre de 1919), Hungría (Trianon, 4 de junio de 1920) y Turquía (Sèvres, 10 de agosto de 1920, revisado en 1923 por el Tratado de Lausana).
[2] Las minas de carbón del Sarre pasaron a Francia, pero el territorio dependía de la administración fiduciaria de la Sociedad de Naciones.
[3] No todos los histotiadores comparten esta interpretación, véase en particular los trabajos de Boyce y Steiner.
[4] Los países incluidos en el análisis que sigue son: Austria, Checoslovaquia, Bulgaria, Hungría, Polonia, Rumanía, Yugoslavia y Rusia. Alemania se trata aparte, dado que su situación es algo diferente de la de estos países.
[5] La inflación alemana se trata con más detalle más adelante.
[6] Cabe señalar que se ha producido un debate largo y polémico entre los estudiosos, que no puede resumirse aquí, respecto a los objetivos y estrategias de guerra de Hitler. Los lectores interesados pueden dirigirse a las referencias bibliográficas de este capítulo para obtener mayor información.
[7] Tras la anexión alemana de Austria, Neville Chamberlain renunció a cualquier idea de tratar de salvar a Checoslovaquia o de ayudar a Francia a hacerlo. De hecho, los franceses hicieron lo propio poco después, aunque con mayores reparos. Chamberlain estaba más preocupado por la defensa de los territorios británicos de ultramar y por la preservación de las líneas vitales de comunicación, y no era reacio a permitir algunos cambios pacíficos en Europa en relación con Austria, Danzig y Checoslovaquia. Los motivos por los que Gran Bretaña se sintió concernida por el destino de Polonia —el país menos querido de Europa— y se preparó para ir a la guerra en su nombre, siguen siendo un misterio, sobre todo porque la conquista alemana proporcionaba una defensa más fuerte contra los bolcheviques rusos.
[8] Éste fue un logro notable teniendo en cuenta que necesitaron a 5.000 alemanes para controlar a dos millones de noruegos, mientras que la población de Dinamarca era el doble. De hecho, la conquista de Noruega fue en general un ejercicio muy costoso pues durante gran parte de la guerra se mantuvo una guarnición de unas 12 divisiones alemanas que implicaban nada menos que 350.000 soldados. Sin embargo, no se eximió a Dinamarca de contribuir con grandes cantidades de productos agrícolas, mientras que alrededor de 30.000 daneses trabajaron en el norte de Alemania.
[9] La epopeya de las Islas del Canal es curiosa. Hitler era un fanático de su fortificación para asegurarse de que Gran Bretaña no las reclamaría, pero nunca jugaron un papel importante en la estrategia de Hitler. A mediados de 1942, los alemanes estacionados en las islas habían aumentado a 37.000, una concentración más alta por milla cuadrada que en la propia Alemania. Después de la evacuación, la población de las islas era de poco más de 60.000 personas, por lo que había más de un alemán por cada dos isleños, mientras que en Guernesey la proporción era de uno a uno. En el curso de la ocupación, las islas se convirtieron en una fortaleza fuertemente armada, con unos 16.000 trabajadores esclavos implicados en la construcción de fortificaciones masivas de hormigón, incluyendo túneles y hospitales subterráneos, convirtiendo a las Islas del Canal en un territorio mejor fortificado que el Muro Atlántico que debía prevenir una invasión aliada. La ocupación fue relativamente tranquila, con poca resistencia abierta y con una gran parte de los habitantes trabajando, directa o indirectamente, para los alemanes. Las islas tenían un gobierno militar, con algunos nazis pero sin Gestapo, y a los gobiernos de las islas se les permitió cierta autonomía hasta el final de la guerra (a diferencia de Dinamarca). Véase Bunting, 1995, para los detalles completos de la ocupación.
[10] Los Estados Bálticos constituían una especie de anomalía. Se incluyeron en la administración del sector este, junto con Bielorrusia (véase más abajo), pero en julio de 1940 Hitler decidió anexionarlos al Reich en una fecha futura, probablemente después de que se hubiera llevado a cabo una limpieza étnica, germanización y reasentamiento. Esto siguió a su incorporación forzada a la Unión Soviética en junio de 1940 cuando Stalin se alarmó por la caída de Francia, pues esperaba una repetición del estancamiento del Frente Occidental como durante la primera guerra mundial.
[11] Las entregas no fueron de ninguna manera desdeñables. Durante el primer año de los acuerdos, la Unión Soviética entregó a Alemania un millón de toneladas de cereales, medio millón de toneladas de trigo, 900.000 toneladas de petróleo, 500.000 toneladas de fosfatos y 100.000 toneladas de algodón, junto con cantidades más pequeñas de otros productos básicos. La escala de los envíos aumentó al año siguiente y continuó justo hasta la invasión alemana de la Unión Soviética el 22 de junio de 1941. A cambio, la Unión Soviética recibió de Alemania diversos artículos de maquinaria y equipo, así como asistencia técnica. En total, entre septiembre de 1939 y junio de 1941, las entregas totales ascendieron a unos 4.541 millones de toneladas de productos alimentarios y materiales, más del 80 por 100 de las cuales consistía en grano, madera y petróleo (véase Bullock, 1962, pp. 573, 646).
[12] Una gran parte del territorio ruso conquistado permaneció bajo gobierno militar durante toda la guerra. Estaba formado por la región sur de Leningrado y por gran parte del territorio al este del río Dnieper.
[13] Pero no Galicia (Galitzia), que Hitler pretendía anexionar al Reich en su momento y que se situó temporalmente en manos del Gobernador General de la Polonia ocupada.
[14] Esto anuló el impacto de la «arma maravilla» alemana, un jet cazabombardero de jet, que podía tomar tierra y despegar en cuestión de minutos.
[15] El proyecto de la Línea Maginot (por André Maginot, ministro de Defensa francés entre 1929 y 1932) fue diseñado para fortificar la frontera noreste con Alemania. Se construyó entre 1930 y 1935 y consistió en una serie de fortalezas de hormigón a intervalos de tres millas con obstáculos antitanques, alambre de púas y minas para protegerlos. La línea se extendía desde Luxemburgo hasta las fronteras suiza y belga, pero no cubría la propia frontera belga. Era un sistema de defensa formidable, pero padecía dos graves defectos. No disponía de ninguna defensa antiaérea, lo que significó que la Luftwaffe pudo sobrevolarla con casi total impunidad. La segunda —y determinante— debilidad era que terminaba en la frontera belga, por lo que las fuerzas alemanas podían barrer a los franceses a través del bosque de las Ardenas, que erróneamente los franceses consideraban impenetrables para los blindados. Irónicamente, las fortificaciones sirvieron para su propósito original de resistir el ataque y pocos fuertes fueron tomados. Sin embargo, si Krupps hubiera sido capaz de perfeccionar a tiempo su monstruoso cañon de 80 cm., hubiera sido posible aplastar la Línea Maginot, ya que fue diseñada para hacer frente a proyectiles de hasta 42 cm. (véase, Kemp 1981).
[16] Neville Chamberlain dijo una vez que un «francés no puede guardar un secreto por más de media hora o un gobierno por más de seis meses».
[17] De este modo, violó su propia regla de oro de no participar en una guerra de dos frentes. Si se hubiera centrado en desalojar a los británicos del Mediterráneo oriental y en construir el Muro del Atlántico mucho antes, difícilmente Alemania habría sido derrotada.
[18] La obsesión con la campaña del Este desvió la atención de Hitler de otros importantes escenarios bélicos, especialmente en el Mediterráneo, como Rommel le advertía, pero que él consideraba más bien secundarios. Rommel nunca contó con suficientes hombres y equipos para sostener una ofensiva total y efectiva contra Gran Bretaña por el control de las rutas marítimas en el Mediterráneo. Sólo el 3 por 100 de las fuerzas militares alemanas estaban comprometidas con este teatro en 1942; la mayor parte del poder militar de Alemania se centraba en las campañas de los Balcanes y Rusia. El Alto Mando Naval alemán había presionado a favor de una estrategia mediterránea más sólida contra Gran Bretaña, pero Hitler no estaba interesado. En teoría, el principal aliado de Alemania, Italia, debería haber sido capaz de asegurar el Mediterráneo y el Norte de África, pero se encontraba demasiado débil para la tarea. Así, en el verano de 1943, casi toda la actividad del Eje en el sur llegaba a su fin, y la oportunidad de tomar el control de Egipto y Suez desaparecía para siempre (Rich, 1973, p. 178). Hitler sólo preveía dar prioridad al Mediterráneo tras conquistar Rusia.
[19] A este fin, la estabilidad de precios se define como una tasa de inflación no acelerada o suavemente decreciente. A corto plazo, la tasa de crecimiento de equilibrio con políticas para causar una gran reducción de la inflación puede ser negativa. En estas condiciones el empleo es un remanente.