En una lista manuscrita de volúmenes en proyecto, destinados a la edición de estas Obras Completas, Alfonso Reyes pensaba reunir en “otro” volumen futuro sus libros principales sobre la cultura griega, posteriores a La crítica en la edad ateniense (1941) y a La antigua retórica (1942), a saber: Junta de sombras (1949), Estudios helénicos (1957) y La filosofía helenística (1959), ya publicados, y los tratados inéditos sobre la Religión griega y la Mitología griega, en los que trabajaba a últimas fechas. Ante la imposibilidad editorial de reunirlos todos en un solo volumen, como era su deseo, hemos preferido adelantar juntos los tratados desconocidos, aunque ya por sí exceden el número de páginas acostumbrado en la serie.
Los originales mecanográficos de ambas obras se encontraban ya casi listos para la imprenta cuando sobrevino la muerte del Maestro. Aun los índices de nombres propios que figuran en cada uno alcanzó a levantar personalmente, con la diligencia y cuidado de siempre. Esto nos hace suponer que ya había quizá pospuesto del todo la redacción de la prometida segunda parte de la Mitología, consagrada a los Héroes. O tal vez se daba una tregua en sus empeños, o quiso limpiar la mesa, como él decía. El caso es que no llegó a redactar ni una sola página, a pesar de la reiteración de su promesa en la nota final de La jornada aquea (1958). Entretanto, llegó a “soñar en la posibilidad de referir algún día ciertas fábulas completas con un estilo más suelto y narrativo”, como dice el prólogo manuscrito de unas Apuntaciones mitológicas, también discontinuadas, que luego se transcribe en su integridad.
Las páginas mecanografiadas de la Religión y de la Mitología muestran numerosas correcciones, tachaduras y adiciones de puño y letra de su autor, prueba del constante perfeccionamiento a que sometía sus originales. En algunas ocasiones agregó notas manuscritas al pie de página; en otras, “banderillas” que ampliaban el texto. Todo se aprovecha en la presente edición, con la norma de no perder rasgo de su pluma. Únicamente una nota bibliográfica preliminar en borrador manuscrito se utiliza aquí sin mayor fidelidad textual, como que se trata de la nómina de publicaciones periódicas donde aparecieron anticipadamente algunos capítulos de la Religión griega, registro bibliográfico que hemos reordenado y ampliado hasta lo posible. Se aprovechan los datos de Reyes en su totalidad, pero se ha renunciado al uso de comillas, como al de corchetes en el caso de los que nuestra investigación agregó, para no recargar con signos inútiles una simple lista bibliográfica. También nos hemos desentendido de algunas anotaciones de carácter puramente personal que no ayudaban a precisar la ubicación bibliográfica de los textos publicados con anticipación.
Ciertas omisiones evidentes de la lista de Reyes nos llevaron a investigar todos los libros de recortes periodísticos del Archivo del propio Reyes y a repasar las revistas y diarios en que colaboró frecuentemente los últimos años, con el objeto de precisar con toda exactitud qué piezas de este volumen habían sido publicadas y cuáles permanecían inéditas. El resultado de nuestra investigación fue más bien negativo: pocas inserciones o reproducciones en la prensa periódica, no registradas antes por Reyes, pudimos localizar; entre ellas, cuatro piezas sueltas procedentes de la Mitología, varias reproducciones y traducciones, algunas de éstas ya póstumas. Por otra parte, el resultado también es halagüeño: podemos afirmar con toda seguridad que sólo una mínima parte de este volumen llegó a conocimiento del público, y ninguna persona, ciertamente, puede identificarse con ese “público”, ya que nadie es capaz de tener acceso a la diversidad de publicaciones en que vieron tan pasajera luz. Para darnos cuenta cabal de esta circunstancia tenemos que describir la organización de las obras y pormenorizar el registro bibliográfico de lo publicado.
El original de la Religión griega se halla dividido en dos grandes partes: 1ª) “La creencia”, y 2ª) “Las instituciones religiosas”; precedidas de una “Introducción”: A) “Objeto de esta obra”, y B) “Grecia en sus documentos religiosos”. De acuerdo con la nota bibliográfica manuscrita, antes citada, agregamos el texto C) “Grecia en el tiempo y en el espacio”, proyecto que tuvo Reyes, pero que desechó momentáneamente, quizá al poner en limpio los originales; una revisión final sin duda lo hubiera vuelto al plan primitivo de incluir este ensayo entre los preliminares, a fin de dar una pauta cronológica y geográfica del mundo griego a los lectores sólo versados en su religión y mitología. Juzgamos de toda necesidad su inclusión en este volumen, y hasta puede ser descontado de los Estudios helénicos, donde apareció en 1957, cuando éstos se reimpriman en las Obras Completas.
La primera parte (“La creencia”) está dividida en dos capítulos de desigual extensión, divididos a su vez en subcapítulos de número desigual. La segunda parte (“Las instituciones religiosas”) se divide en ocho capítulos (del III al X), todos también de muy diversa extensión, como podrá verse en el índice. De los treinta y tres artículos que forman la totalidad de la obra, sólo nueve han llegado al público, y eso, en varios casos, de manera fragmentaria:
1) Del “Objeto de esta obra” (“Introducción”, A), con el título “De la religión griega”, se publicaron los párrafos 2, 3 y 4 en Letras Peruanas, de Lima, abril de 1951. No debe confundirse este fragmento con el artículo “De religión griega”, título casi idéntico del núm. 203 de Las burlas veras, 3ª serie, que Reyes dejó inconclusa, publicado en Vida Universitaria, Monterrey, 14 de enero de 1959, y en El Comercio, Lima, 1º de marzo de 1959, p. 3 (“Quien pretenda trazar para sí un bosquejo… dichosa edad”).
2) De “Grecia en sus documentos religiosos” (“Introducción”, B), con el mismo título, los párrafos 5 a 12 en Asomante, de San Juan, Puerto Rico, enero-marzo de 1953, vol. IX, núm. 1, pp. 19-25, ahí numerados del 1 al 7, y con la indicación siguiente al pie: “De un libro en preparación”. En el original mecanográfico, Reyes agregó el párrafo 13 final, donde se lee la fecha de “México, noviembre de 1950”.
3) “Grecia en el tiempo y en el espacio” (“Introducción”, C), se publicó en la Memoria de El Colegio Nacional, México, 1956, tomo III, núm. 3, pp. 23-30. Se hizo un sobretiro fechado en MCMLVII y se reimprimió sin variantes en Estudios helénicos, México, El Colegio Nacional, 1957, pp. 19-27. En el último impreso lleva fecha al pie de “1950”.
4) “Trayectoria de la religión griega” (Iª parte, cap. I, I, §§ 1-10), en Sur, Buenos Aires, octubre-diciembre de 1950, año XIX, núm. 192-194 (conmemorativo), pp. 25-31.
5) “La heterogeneidad religiosa” (Iª parte cap. I, I, §§ 1-9), con el título amplificado de “La heterogeneidad de la antigua religión griega”, en Cuadernos Americanos, México, enero-febrero de 1955, año XIV, vol. LXXIX, núm. 1, pp. 83-98.
6) “Las supervivencias en la religión griega” (Iª parte, cap. I, III, §§ 1-13, en Filosofía y Letras, México, enero-diciembre de 1958, tomo XXXII, núm. 63-69 (último de la publicación), pp. 25-36.
7) “De la magia a los dioses” (Iª parte, cap. II, III, §§ 1-8), con el subtítulo de: “O escala mística de los griegos”, fue enviada como la colaboración núm. 25 a la ALA (American Literary Agency, de Nueva York), 28 de julio de 1958, y publicada por primera vez en México en la Cultura (Suplemento de Novedades), México, 17 de agosto de 1958, 2ª época, núm. 492, pp. 3 y 10; reproducido por la ALA en El Tiempo, de Bogotá, 24 de agosto de 1958; en El Universal, de Caracas, 4 de septiembre; en La Prensa, de Buenos Aires, 14 de septiembre; en El Porvenir, de Monterrey, N. L., México, 23 de septiembre; y en El Comercio, de Lima, 28 de enero de 1962. Hay una traducción portuguesa, aparecida en A Tribuna, de Santos, Brasil (recorte sin fecha en el Archivo de A. R.).
8) “Los sacros lugares” (IIª parte, cap. III, III, §§ 1-14), en la Memoria de El Colegio Nacional, México, 1957, tomo III, núm. 4, pp. 79-90. Hay sobretiro fechado en MCMLVIII. En ambos impresos lleva al pie esta indicación: “Ofrecido a los setenta años de Diego Rivera, en prenda de admiración y afecto”, en diciembre de 1956.
9) “La danza” (IIª parte, cap. IV, IV, §§ 1-12), con el título de “La danza griega” en la Revista Mexicana de Literatura, México, noviembre-diciembre de 1955, año I, núm. 2, pp. 99-111. Y en la Miscelánea de estudios dedicados al Dr. Fernando Ortiz por sus discípulos, colegas y amigos, La Habana, 1956, pp. 1255-1265. Hay sobretiro de 13 páginas.
El original de la Mitología griega, consagrado a los Dioses, se halla distribuido del modo siguiente: un “Prólogo” y una “Introducción”, dividida ésta en tres artículos: I) “Naturaleza de los mitos”, II) “Origen de los mitos”, y III) “Heterogeneidad de los mitos”, fechada “México, diciembre de 1950”. Y de cuatro capítulos de extensión desigual, divididos en artículos de número diverso: I) “Los orígenes”, seis artículos; II) “La familia olímpica: primer generación”, 7 artículos; III) “La familia olímpica: segunda generación”, 4 artículos, el tercero dividido en VII partes y el cuarto en dos; y IV) “Deidades menores y forasteras”, un solo capítulo de 16 extensos parágrafos. De todo el material únicamente vieron luz pública los fragmentos que se describen a continuación:
1) De la “Introducción”, I) “Naturaleza de los mitos”, los párrafos 1 a 6, con el título “Sobre los mitos griegos”, se publicaron en Studium, de Bogotá, enero- abril de 1958, tomo II, núm. 4-5, pp. 3-7. En una copia al carbón Reyes escribió estas notas: “El 23-VII-1958 se copió en esta forma para Studium de Bogotá. A. R.” Más abajo: “La copia amarilla es la preferible”, indicación que hemos tomado en cuenta. Al fin: “La revista acepta el resto”, anotación corroborada por su correspondencia con Studium, pero que no hemos podido comprobar bibliográficamente.
2) Del cap. I) “Los orígenes” se publicó el artículo 4 (“La creación del hombre. Erictonio-Erecteo. Los mitos de Prometeo. Epimeteo. Pandora. Tetis y Peleo”), bajo el título de “El mito de Prometeo”, en México en la Cultura (Suplemento de Novedades), México, 28 de diciembre de 1952, 1ª época, núm. 197, pp. 1-2, con la anotación siguiente: “De la Mitología griega en preparación”.
3) Del cap. II) “La familia olímpica: primer generación” se publicó el artículo 3 (“Las mansiones de ultratumba”), bajo el título de “Los infiernos helénicos”, en Humanitas, Monterrey, N. L., 1960, año I, núm. 1, pp. 397-408. Una nota manuscrita en la copia al carbón dice: “Copia a Monterrey, 15 julio 1959”.
4) Del cap. III) “La familia olímpica: segunda generación” se publicaron los párrafos 1 a 4 del artículo 2 (“Persona, nombre y funciones de Hermes…”), con el título de “Un saludo a Hermes”, en El Tiempo, de Bogotá, 22 de noviembre de 1959, y en El Porvenir, de Monterrey, N. L., 6 de diciembre de 1959. Una copia mecanográfica del fragmento enviado a esos periódicos lleva una anotación marginal manuscrita: “Pedazo de la Mitología. 28 de oct. 1959”. Una traducción portuguesa se publicó póstumamente: “Uma saudação a Hermes”, en O Primeiro de Janeiro, Oporto, Portugal, 9 de febrero de 1960.
Por esta vez nuestra labor voluntariamente ha renunciado a la anotación al pie de los textos, no tanto por lo arduo de sus temas, extraños en verdad a las disciplinas que acostumbramos, sino por presentarlos con fiel escrúpulo, tal cual los dejó su autor, sin que pierdan su nitidez y agilidad primordiales con nuestros borrones, porque se trata de obras inéditas de hecho, no contaminadas aún por la opinión ajena. Fácil o más o menos trabajoso hubiera sido relacionar los temas, dioses y mitos de este volumen con los idénticos que figuran en el resto de la obra de Reyes, pero para eso bastan los índices, a los que confiaba su autor tareas aún más sutiles, como lo declara francamente en el “Prólogo” y la “Introducción” de la Mitología: “Para abarcar, pues, la imagen cabal de cada mito, lo mejor es acudir a los índices alfabéticos que aparecen al final de cada volumen” (Prólogo), y “Como es fuerza volver varias veces a la misma historia y es cansado llenar de notas las páginas, conviene referirse siempre al índice alfabético” (Introducción). Ver además la p. 523.
A nadie escapará la relación de semilla a fruto que hay entre aquel “Panorama de la religión griega” de 1947 (Estudios helénicos, 1957, pp. 115-169) con el tratado definitivo de Religión griega que aquí publicamos, donde llegó a utilizarlo textualmente (Iª parte, cap. II, IV, § 6). Igual sucede con ensayos más laterales como “Algo sobre la religión y los mitos” (1948) de El triángulo egeo (1958) y “En torno al estudio de la religión griega” (1950) de Estudios helénicos (1957), posterior al primer “Panorama”. “Las Edades Hesiódicas”, artículo 5 del cap. I de la Mitología deben colacionarse con el ensayo sobre la “Interpretación de las Edades Hesiódicas” (1951), de Estudios helénicos. Las páginas dedicadas a Asclepio en la Mitología (cap. III, art. 1, § 12) pueden ampliarse con el ensayo sobre “Hipócrates y Asclepio” (1951), de Estudios helénicos, y aun con “Los médicos en la Ilíada” (1956), una de Las burlas veras, 2º ciento, núm. 135 (México, Tezontle, pp. 82-84).
Otras páginas de tema mitológico no llegaron a tener posterior desarrollo en ninguno de los presentes tratados: “Un dios del camino” (Anfiarao), de Junta de sombras (1949), fechado ahí en 1944, a pesar de la simpatía que Reyes le tuvo, sufrió una reducción en la Religión griega; y “El cuento de Proteo”, publicado en México en la Cultura, 5 de julio de 1959, núm. 538, pp. 3 y 4, por tratarse, quizá, de figura menor, no halló adecuado lugar, o estaba destinado a aparecer en las fallidas Apuntaciones mitológicas. Nada de esto sabemos con seguridad; en el caso de Reyes todo entraba en el reino de lo posible.
No queremos, sin embargo, prescindir de una nota bien reveladora del trabajo intelectual de Reyes, a pesar de nuestra promesa de imprimir su texto sin interrupciones al pie. Valga que lo hacemos por anticipado. Pone de manifiesto una peculiaridad de su espíritu muy poco reconocida y nunca señalada: la franca aceptación de yerros o inexactitudes en su labor y la consiguiente corrección. Al final del artículo 6 del cap. II de la Mitología se le deslizó un error en la atribución de una frase, desliz en que incurrió también en El deslinde (IIIª parte, § 23; Obras Completas, XV, p. 385). Se trata de la cita Credo quia absurdum, que Reyes, mecánicamente consideraba atribuida a San Agustín; a la publicación de El deslinde (1944), Alfonso Méndez Plancarte, en el segundo artículo que le dedicó, dijo que la frase era, “más o menos textual”, de Tertuliano (cf. “El ‘ente religioso’ en El deslinde de Reyes”, en El Universal, México, 27 de noviembre de 1944, pp. 3 y 10). Reyes, al revisar el original mecanográfico de la Mitología, recordó la puntualización de Méndez Plancarte: rápidamente tachó el nombre de San Agustín y lo sustituyó, de puño y letra, por el de Tertuliano (p. 459). Igual corrección debió sufrir la cita en los “Epílogos” (1952) de Marginalia, 2ª serie, México, Tezontle, 1954, p. 180. Su ánimo, siempre dispuesto a la corrección y mejora de lo impreso y lo inédito, no conocía desfallecimiento, antes se empeñaba en llevar la higiene de la palabra a los extremos ortográficos. Los nombres propios griegos le dieron aquí no pocos trabajos de adaptación. En el original mecanográfico sistemáticamente corrigió a última hora: Artemisa, por Ártemis; Dionysos, por Dióniso; Cora, por Kora; Hermafrodita, por Hermafrodito, etc. Una nota manuscrita con indicaciones para la editorial y la imprenta asienta en primer lugar: “Suprimir acentos en monosílabos (si es que aparecen), pues esta copia es ya anticuada en la grafía”. Nada escapaba a su cuidado.
La historia de la redacción de los tratados que forman este volumen no deja de ser compleja a la vez que unitaria, como hija de una mente pródiga de sus dones y fértil a toda incitación del saber. Que sepamos, las primeras páginas de Reyes dedicadas a un motivo religioso de Grecia fueron las que tituló “Un dios del camino” (1944) en Junta de sombras (1949); referidas a un “modesto diosecillo”, Anfiarao, ya revelan una rica concepción de la religión y de la mitología griegas. No tardó en llegar el afán de sistematización del “Panorama de la religión griega” (1947) de Estudios helénicos (1957) y de otros ensayos complementarios de 1948 y 1950, que antes hemos registrado. De esos años debe datar el encargo de una Mitología griega que le hizo el Fondo de Cultura Económica, para su colección de Breviarios, encargo al que se refiere en unas Apuntaciones mitológicas, declaradas “acaso ya inútiles [el] 24. III. 1957”, cuando dio por concluida la Iª parte de la Mitología, única que hoy conocemos.
El Fondo de Cultura Económica —escribe Reyes— me encargó hace tiempo, para su preciosa colección de Breviarios, una Mitología griega en que me vengo ocupando estos últimos años y que seguramente va a superar con mucho las dimensiones habituales de los dichos Breviarios. Con muy buen sentido, se me ha recomendado que yo siga mi trabajo conforme a las exigencias de mi asunto, y ya veremos lo que se hace después. Entretanto, el programa que me he impuesto me obliga a veces, para cubrir en lo posible zonas mitológicas completas, a fraccionar la historia de un dios o de un héroe en varias porciones que hallan acomodo en distintos sitios de la obra. Pero, sobre todo, me veo en el caso —aunque procuro sintetizar los temas resumiendo sus complejísimos y variados perfiles— de sacrificar en buena parte las investigaciones que preceden a la redacción definitiva y que, en rigor, no podían destinarse al mismo público general a que se destinan los manuales, sino a otra clase de lectores a la vez más preparados y más curiosos. La primera exigencia me hace soñar en la posibilidad de referir algún día ciertas fábulas completas con un estilo más suelto y narrativo. De la segunda, de las páginas sacrificadas, van brotando desde luego estas Apuntaciones mitológicas, de que hoy quiero dar algunas muestras.
Mientras tanto surgió en su espíritu la necesidad de elaborar un tratado completo de Religión griega, como antecedente obligado del de Mitología. Aunque el texto B de la “Introducción” del primero lleva fecha de “noviembre de 1950” y la IIIª parte de la “Introducción” del segundo, la de “diciembre de 1950”, la verdad es que ambas obras se escribían a la vez, y que todavía en 1954 ninguna de las dos estaba concluida. Ya andaban en la prensa periódica, para esta fecha, algunos fragmentos de la Religión y aun llegó a leer personalmente en el Instituto Francés de la América Latina, agosto de 1952, toda la “Introducción” de la Mitología, lectura que fue grabada en 12 discos fonográficos de 78 r.p.m., que se conservan en la Biblioteca Alfonsina. “El mito de Prometeo”, ya lo hemos dicho, se publicó en diciembre de 1952, con la advertencia de ser parte “De la Mitología griega en preparación”. Lo cierto es que las páginas se multiplicaban casi sin la voluntad de su dueño, al extremo que el propio Reyes quiso dejar razón escrita en 1954 de cómo y por qué crecían sus trabajos en marcha (cf. la “Noticia” preliminar a La filosofía helenística, México, Fondo de Cultura Económica, 1959, pp. 7-8):
No es la primera vez que nos acontece escribir uno o dos libros como preparación de otro: para El deslinde (1944), tuvimos antes que proceder a ciertos esclarecimientos, de que surgieron los ya citados volúmenes sobre la Edad ateniense y La antigua retórica. Y, a la hora en que trazamos estas líneas [14 de marzo de 1954], la necesidad de dar su sitio a cierta Mitología griega en elaboración nos ha obligado a escribir antes una Religión griega, también en trama.
Así, al escribir el capítulo II de la Religión (Iª parte, VII, §§ 1 y 5), sobre “La escatología griega”, ya podía referirse a “Las mansiones de ultratumba” de la Mitología (cap. II, art. 3). Una portada autógrafa para los dos tratados, por desgracia sin fecha, nos da una idea del crecimiento que iban alcanzando entre 1954 y 1957. En cierta etapa creyó Reyes que ambos formarían un solo volumen: “Religión y mitología griegas”; más tarde decidió separarlos sin dividirlos, para lo cual tachó en la portada “y mitología” y la “s” del plural de “griegas” y agregó el artículo, para que al fin se leyera: “La religión griega”, solamente. Después hizo portadas separadas para cada una: en ellas lleva la Religión fecha de 1956, y la Mitología, de 1957. El forro de cartón, que repite la portada de esta última, tiene una nota manuscrita, luego tachada, que dice: “Enviada al Fondo el 23 de febrero de 1957”.
Entre 1954 y 1957 sólo vieron la luz tres artículos nuevos de la Religión, dos de ellos ofrecidos como homenaje a ilustres amigos: “Los sacros lugares”, homenaje a Diego Rivera, y “La danza”, enviado a la Miscelánea dedicada al doctor Fernando Ortiz (cf. los núms. 8 y 9 del registro bibliográfico anterior), y otro, publicado en Cuadernos Americanos (cf. el núm. 5). “Grecia en el tiempo y en el espacio” (texto C de la “Introducción”), redactado en 1950, se imprimió tres veces (cf. el núm. 3), entre 1956 y 1957.
El año 1958, en vista de que los volúmenes sobrepasaban “las dimensiones habituales” de los Breviarios, Reyes decidió guardarlos inéditos para incluirlos en sus Obras Completas. Fueron sometidos a nuevas correcciones, y algunos artículos desglosados, aparecieron en revistas y periódicos, tal como señalamos en el registro bibliográfico. Todavía el proyecto de redactar la IIª parte de la Mitología se mantenía en pie, tal como Reyes lo declaraba en el “Prólogo” de la Iª parte: “El presente tomo se consagra a los Dioses; el segundo se consagrará a los Héroes”. El ensayo final de La jornada aquea, publicada en 1958, lleva una nota sobre las leyendas heroicas de que trata en último término: “En este punto se suspende la ofrecida narración de las leyendas heroicas referentes a los orígenes aqueos, pues todo el material hasta aquí reunido anteriormente, reelaborado y con mayor extensión, pasa a la segunda parte de mi Mitología griega, que se consagra a los héroes.—1958”.
El original de la Mitología nos confirma la preocupación por la promesa incumplida. Hasta en 13 ocasiones escribió Reyes con lápiz y al margen la palabra “Promesa” o una abreviatura convencional. Parecería que de un momento a otro asistiéramos al tránsito de los tiempos verbales que hemos subrayado en las anteriores citas, que el futuro se vuelve presente: consagrará, consagra, como quería el empeñoso espíritu de Reyes. A fin de no suprimir los textos señalados con la anotación marginal, se enumeran y trascriben a continuación, indicando las páginas del presente volumen en que figuran. Nadie se llame a engaño: de las 13 “promesas”, sólo dos llegaron a cumplirse; las otras quedaron en la región de los buenos deseos.
1) “… el [mito] de Galatea es de larga tradición poética y ha inspirado el más cabal y rotundo entre los poemas de Góngora. Pero no ha llegado aún la hora de referir estas fábulas” (p. 375). Recuérdese que Reyes había editado el texto del Polifemo (Madrid, Biblioteca Índice, 1923) y que a última hora trabajó en una “libre interpretación” de esa fábula gongorina, titulada El “Polifemo” sin lágrimas, impresa póstumamente (Madrid, Aguilar, 1961), donde da las fuentes griegas y latinas de Góngora.
2) “Veremos las consecuencias de esta relación [de Posidón con los carneros y el potrillo] al tratar de los Argonautas y el Vellocino de Oro” (p. 409). Ver el núm. 4.
3) “Laomedonte, poco puntual en sus contratos… se negó a pagar a los dioses el salario debido, lo que explicaremos al contar la saga de Troya” (p. 411). Sólo unas páginas tituladas “La poesía de los dioses.—Las antiguas sagas.—Saga Troyana, Ciclo Épico y Poemas Homéricos” hemos podido localizar en el Archivo de Reyes; pero nada de Laomedonte figura en ellas.
4) “Los amores de Posidón con Teofane serán referidos a propósito de los Argonautas” (p. 415). Narración también prometida en La jornada aquea, México, 1958, p. 27, n., y en una lista de títulos que acompaña las Apuntaciones mitológicas de que antes se habló.
5) “… el Minotauro, el hombre cornúpeta cuya fábula, relacionada con Teseo, conoceremos más tarde” (p. 416). Reyes pensaba narrar completa la leyenda de Teseo (cf. el núm. 12).
6) “El juicio de Paris ha sido mencionado, de paso, en la Introducción [II, a, p. 359], y hallará su verdadero sitio al contar la saga troyana” (p. 440). Ver núm. 3.
7) “Yalemo era un canto fúnebre, y Lino [cuya historia encontraremos después], un canto melancólico que, al parecer, lloraba la muerte de los racimos de uvas. (Ver ‘Lino’ en la Segunda parte.)” (p. 488). El texto entre corchetes fue tachado por Reyes; el que va entre el paréntesis fue agregado manuscrito. Véase una breve referencia a Lino en la p. 568.
8) “Ver adelante la historia de Isis en Biblos” (p. 508). Cf. pp. 560 y 574.
9) “En otros pasajes de su historia, Ino se relaciona con la saga de los Argonautas, que a su tiempo referiremos” (p. 508). Ver el núm. 4.
10) “En cuanto al motivo del cofre, lo encontramos de nuevo a propósito de Arsinoe la arcadia y también de Dánae y Perseo…” (p. 508). Otra de las leyendas heroicas, igualmente prometida en La jornada aquea (1958).
11) “(Véase más adelante la historia de Dáctilo Kelmis)” (p. 510). Efectivamente figura en el texto, pp. 531, 544-545 y 548.
12) “Volveremos sobre esta aventura de Dióniso al tratar de Teseo” (p. 522). Se trata de los amores de Dióniso con la abandonada Ariadna (cf. el núm. 5). Pero véase Ancorajes, México, Tezontle, 1951, pp. 108-109.
13) “Glauco, de quien hablaremos más adelante” (p. 560). Última promesa que tampoco cumplió.
A esta lista de promesas podemos agregar la del proyecto de Apuntaciones mitológicas: El rey Atamas (cuya historia esbozó Reyes en página y media), Protesilao, Los Gigantes, Las Mujeres de Lemnos, Glauco, Los Argonautas… Queden ambas aquí registradas como testimonio de la ambición de su genio o como sugestiones para quien aspire a seguir sus pasos. Unas palabras suyas cumplen la misión autocrítica que siempre se impuso, al tiempo que sirven de consejo para ajeno provecho: “La tarea del mitólogo es por fuerza más árida. Tiene que andar de prisa, fijar los hitos, cerrar los ojos a muchos encantos del camino, y a veces exhibir las incoherencias de las versiones. Ni se limita al sencillo dibujo estético, ni tampoco puede recoger todos los rasgos, particularidades y variantes de cada historia cuando ellos no interesan a la pintura general, o cuando basta un solo ejemplo para dar idea de un motivo que se repite como en los espejos conjugados” (La jornada aquea).
Sin embargo, siempre se le pasaba la mano en el juicio propio y en la valoración de sus tareas. A pesar del gran esfuerzo de sistematización, de la erudición acumulada sin descanso, y de las considerables dimensiones que ambos tratados llegaron a alcanzar, no se puede decir con justicia que éstos hayan resultado áridos, descuidados de gracia estilística o carentes de originalidad interpretativa. Nada más lejos en verdad. Nada tiene aquí Reyes que envidiar “a ciertos modernos novelistas de la mitología que, ateniéndose a los perfiles fundamentales de cada personaje, lo enriquecen con los rasgos de mayor atractivo estético y le dan así nueva trascendencia y vigor”, que eran los de su mayor estimación. Nada desmerece ante Kingsley o Schwab, en quienes “la sencilla apariencia esconde tanto conocimiento, tanta práctica de los temas y tanta sensibilidad poética”. A esto hay que agregar sus peculiares virtudes: dominio de las fuentes griegas y latinas, la información de los especialistas al día, la cita oportuna o la reminiscencia intencionada de autores predilectos: Góngora, Goethe Coleridge, Mallarmé, Darío, Nervo o Santayana; decoro y adecuación del estilo; a flor de piel, como caricia recatada, la poesía en cada momento.
Por nuestra reiterada intención de servir las Obras Completas del maestro mexicano, que se nos perdone ahora el rescate y usufructo de unos renglones suyos, tachados al final de su “Introducción” a la Mitología griega; ya que fueron preteridos y aun mejorados por él, los tomamos del cesto y los ofrecemos para justificar nuestra labor, leyendo la palabra ‘hombre’ (Alfonso Reyes) donde aparecía el nombre del “pueblo” griego, que él tanto amó: “No ha sido fácil contar los sueños de aquel hombre, cuya fantasía se ahoga en su misma fertilidad. Si, por nuestra parte, hemos logrado un poco de amenidad y de orden —pues la letra con sonrisa entra—, tal vez seamos leídos. No aspiramos a mejor palma”.
ERNESTO MEJÍA SÁNCHEZ
Instituto Bibliográfico Mexicano